Cuando en los años ochenta se creó la revista Figura, el arte contemporáneo estaba todavía en España –mucho más en Sevilla– en sus inicios.
De aquella aventura, base de la modernidad cultural en la ciudad, no queda nada más que el recuerdo. De sus heroicos miembros, es quizá Guillermo Paneque (Sevilla, 1963) quien mantiene más firmes aquellas ideas artísticas de absoluta expansión. El apasionamiento de entonces se ha atemperado y el arte se ha sometido a unos desesperantes planteamientos igualatorios donde es difícil encontrarse con asuntos realmente distintos. Y Paneque, en medio de ese océano de calma abrumadora, es de los pocos que sigue apostando por otro arte. Para el CAC de Málaga, el artista ha ideado un proyecto ambicioso, complejo y lleno de perspectivas. Se trata de una reflexión sobre el propio espacio expositivo, sobre la obra en su entorno y en su modo habitual de ofrecer la narración completa o parcial de su circunstancia artística. A través de piezas de dispar naturaleza –pseudoesculturas, vídeos, instalaciones– se articula un complejo variante que exige más de lo que alcanza la mirada. El espectador es sometido a un envolvente episodio de suposiciones donde todo es susceptible de ser cuestionado. El hilo conductor de una muestra al uso es roto por una serie de interrogantes que surgen de la propia imagen de la obra expuesta. El autor pretende situar la experiencia en el lugar del espectador. ¿Qué es para éste la obra en un marco expositivo?, ¿qué provoca la definición de la obra?, ¿a qué se debe ceñir la mirada?, ¿es exacto el juicio?, ¿qué vínculo identificativo relaciona al autor con el espectador?, ¿es apropiado el lugar?… Todo un cúmulo de pequeñas circunstancias que provocan esos conflictos que nos acucian ante las perspectivas arbitrarias de la contemplación artística.
por Bernardo PALOMO
Publicado originalmente en www.elmundo.es