En el Motel Diamante, Manolo Bautista.

Manolo Bautista

No cabe duda que merece la pena distinguir ya a Manolo Bautista (Lucena, Córdoba, 1974) como uno de los jóvenes creadores que, militando en el campo de la videocreación y la fotografía, más está haciendo por redefinir el medio a partir de la recarga de claves enigmáticas, de redimensionar lo narrativo hasta la reflexión inabarcable y de manipular lo visual hasta el campo de lo jeroglífico, delimitando también el marco de lo que podríamos llamar «escenografías para el extrañamiento».

Espacio que comparten, cada uno a su modo, con su sensibilidad particular, Concha Pérez, Ixone Sádaba, Mario de Ayguavives, Rosa Muñoz, Juan del Junco o Miguel Ángel Tornero; espacios en los cuales irrealidad, ilusión y posibilidad se mixturan, aún a costa de poner en duda nuestras íntimas certezas.

Piezas genuinas.

Hay varias cuestiones que separan la producción de Bautista del resto. Estas diferencias, no tan sutiles como pudiera parecer, hacen de sus obras piezas genuinas, diferentes, atractivas, pero también ambiciosas, algo que uno no pudiera pensar en un primer momento, no por no alcanzar una excelencia técnica, que es un signo distintivo en su producción, sino por plantear profundos interrogantes intra-artísticos y dotar a las obras de un cierto aura de trascendencia esteticista. Prediquemos con el ejemplo y desentrañemos tres mecanismos de actuación.

En ciertos momentos de la magnífica animación Imitation of Life (2007), el hilo narrativo parece quedar suspendido por el desenfoque de la imagen -volviéndose a enfocar pocos instantes después- como gesto independiente al propio desarrollo de la acción. ¿Qué se pretende? Es evidente que hay una clara vindicación del creador-productor. En toda animación, la carga procesual recae en el herramental informático, desde sus fases iniciales hasta la postproducción; incluso el acercamiento receptivo del espectador puede hacerse a través suyo. Esos pequeños gestos de enfo-
que / desenfoque parecen querer poner el acento en otra presencia, en la intermediación de un filmador, lo cual consigue crear una duda razonable en su afán de verosimilitud. ¿La realidad que vemos ha sido creada de la nada o, por el contrario, se desarrolla con independencia y es un tercer objetivo el que la capta?

Otra de las características que podemos resaltar dentro de sus piezas de animación -algo que ya pudimos comprobar en obras anteriores, como en la interesante The Loser (2006)-, es que la carga discursiva encuentra como punto de desarrollo el móvil periegético: en el caso de la reseñada Imitation of life, unos diamantes se embarcan en un alocado viaje, al parecer, hacia ninguna parte. Nada hay gratuito, ni el dinamismo, ni el ritmo acompasado -ya frenético, ya remansado-, ni el esquema cíclico que en tantas ocasiones emplea en la estructuración narrativa, y que es una de las causas de la amenidad de todas sus creaciones, que destierran cualquier signo de cansancio o aburrimiento. Nada gratuito, porque tras la belleza de la imagen, la pulcritud, la aparente intrascendencia del acontecer -pura anécdota, parece- se esconde siempre una velada crítica social, una denuncia que abarca aspectos de constante fricción para la sociedad de consumo. De hecho, el viaje de los diamantes (a estas alturas, todos se habrán dado cuenta de que los diamantes no son sólo diamantes) puede ser considerado casi como un ciclo vital, el viaje iniciático de cualquier individuo para reencontrarse consigo mismo y con sus semejantes.

Forzar los géneros.

Además de algunas imágenes fotográficas bien seleccionadas, y que siguen registros de series anteriores, Bautista fuerza géneros, escenografías y paradojas con inteligencia y efectividad al hacer confluir e interactuar vídeo y escultura. ¿Cómo? Con un mecanismo tan sencillo como arriesgado. En la video-instalación Diamond Motel (2007), se dota al soporte de un estatus superior al de mera pantalla reflectora, obligándola a adoptar un protagonismo activo. En la proyección, decenas de diamantes van cayendo uno tras otro en un recipiente contenedor, pero en su caída van chocando con pequeñas ventanas abiertas -de ahí su referencia al establecimiento hotelero- que dejan entrever una lejana domesticidad.

Lo verdaderamente curioso es que en la pared de proyección esos vanos adquieren un volumen inesperado que transforma en tridimensional -real, no mediante trucos visuales- parte de esa realidad otra proyectada. Es probable que Manolo Bautista, con los medios adecuados para llevar a cabo proyectos cada vez más ambiciosos, siga sorprendiéndonos próximamente en la combinación de belleza de imagen, mestizaje de medios, intención metafórica y conciencia crítica, afianzándose como uno de nuestros artistas jóvenes más prometedores.

Abc. Iván de la Torre Amerighi. 27 Octubre 2007

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