En el cielo no hay cerveza – Curro Gonzalez – Manuel Ocampo

Curro González y Manuel Ocampo

Dos años largos llevan Manuel Ocampo y Curro González trabajando en un proyecto común cuyo resultado verá la luz mañana mismo en la galería viguesa Ad Hoc. Los dos llevan veinte años enarbolando la bandera de la pintura figurativa. Rotundo y mordaz el filipino Ocampo, reflexivo y pausado el sevillano Curro González, ambos han hablado con El Cultural sobre este singular proyecto conjunto y sobre su relación con la figuración a lo largo de sus veinte años de trayectoria.


Hace ahora diez años, una coincidencia hizo que Curro González y Manuel Ocampo se convirtieran en vecinos en la misma casa del centro de Sevilla. Ocampo venía de pasar un tiempo en Roma y quería venir a vivir a España, donde algún museo ya le había ofrecido proyectos. Pronto se hicieron amigos (“me fío plenamente de él”, dice Ocampo”) y poco después participaron en la exposición 98, cien años después, donde se reflexionaba sobre la cuestión poscolonial y donde ya hicieron trabajos en colaboración. Ahora, la galería AdHoc ha vuelto a juntarlos para un proyecto titulado En el cielo no hay cerveza sin alcohol, muy en la onda del espíritu irónico que caracteriza el trabajo de ambos, y que está compuesto por cinco lienzos y seis dibujos realizados en 2005.

 

–¿Cómo surge el proyecto? ¿Cuál es el proceso de colaboración?
–Curro González: Hace algo más de un año nos propusieron a Manuel y a mí hacer una doble muestra individual en la galería Ad Hoc de Vigo. En aquel momento Manuel y yo sugerimos incluir algunas obras conjuntas, de manera que al menos una planta de las dos que tiene la galería mostrase esas obras. De este modo podríamos ofrecer un imagen menos conocida de nuestro trabajo y, al mismo tiempo, profundizar en un diálogo efectivo sobre algunos asuntos que nos interesan a ambos.
–Manuel Ocampo: Ha sido una grandísima experiencia el poder colaborar con Curro pues soy un gran admirador de su trabajo. Curro hacía su parte en Sevilla y yo la mía en Manila. Nos mandábamos el trabajo por mensajero y nos comunicábamos por e-mail. Cómo es lógico, no había lugar para el error y tendremos ya que vivir con los que hayamos cometido. Me ha parecido muy interesante esta colaboración porque me aporta una distancia a la que no puedo acceder habitualmente.

–¿Y los resultados? ¿Son los esperados?
–M. O.: En mi opinión, han sido excelentes. Yo empezaba los cuadros para que Curro los terminara. Creo que ha sido la estrategia adecuada pues Curro es muy metódico mientras que yo soy más espontáneo al pintar. Si mis imágenes están al borde del precipicio, Curro puede salvarme. Uno sólo tiene que respetar lo que el otro ha hecho. Lo que está claro es que yo jamás habría aceptado una propuesta de colaboración de estas características con alguien de quien no me fiara. Por lo tanto, mis expectativas se han cumplido totalmente.
–C.G.: Lo que uno comienza lo termina el otro, con absoluta libertad, para hacer lo que estime conveniente hasta dar por terminada la obra. Vendría a ser como hacer un collage a partir de algo encontrado. La dificultad de este procedimiento es que hay que confiar absolutamente en el criterio del otro. Si funciona es gracias a la afinidad y a la sintonía que se logre alcanzar y mantener.

En la Documenta. Curro Gonzalez

–No es la primera vez que participan en un proyecto de estas características…
–C.G.: En 1998, viviendo Manuel en Sevilla, ya realizamos dos cuadros conjuntamente. Aquellas obras, tituladas Noli me tangere formaron parte de una exposición que reflexionaba sobre la pérdida española de sus colonias, motivo por el cual adoptaban el título de la obra de José Rizal, el héroe de la independencia filipina. Creo que aquella experiencia supuso para ambos un ejercicio interesante de cesión de la personalidad y, por ello, un intercambio enriquecedor, lo que sin duda, ahora, nos ha resultado útil para abordar estos nuevos trabajos.

–¿En qué aspectos cree que su pintura coincide con la de él y en qué otros creen que se distancian?
–M.O.: Yo no sabría decir en qué se parecen nuestros trabajos, más bien creo que son bastante diferentes. Ésa es, me parece, la razón por la que se complementan tan bien.
–C.G.: Coincidimos frecuentemente en lo que nos interesa –y en lo que no nos interesa– de la escena artística actual, así como en la valoración sobre la funcionalidad de la pintura en el contexto agónico del fin del movimiento moderno. Pero sobre todo, coincidimos en un impenitente sentido del humor. Por otra parte, nuestra formación, y por ello las referencias de las que partimos, son distintas y eso es apreciable en los resultados formales, lo que no impide que nuestros modos de hacer puedan funcionar complementariamente.

–Los trabajos de Manuel Ocampo y Curro González emergen en los años ochenta pero en muy diferentes contextos. ¿Cuál era la situación artítica en sus respectivos países a la hora de empezar a trabajar?¿Cómo fue la recepción de sus figuraciones?
–M.O.: En Filipinas no hubo el boom de la pintura que surgió en los ochenta. De hecho, aún están esperando que ocurra. En cuanto a la recepción de mi figuración, no creo que se pudiese aplicar el famoso “es sólo lo que ves” porque nunca era así. La pintura sólo es una patética excusa para justificar una imagen.
–C.G.: En los ochenta, fuera de nuestro país, la vuelta a la pintura se produce, principalmente, como un desplazamiento de posiciones cercanas al arte conceptual y generalmente adopta la figuración sin complejos. Nosotros teníamos otra tradición y continuábamos viviendo una situación un tanto esquizofrénica, al tener buenos ejemplos de artistas figurativos que, a pesar de haber creado un lenguaje muy interesante a partir del pop –Crónica o Gordillo– no disfrutaban del predicamento y de las atenciones que habían disfrutado otros movimientos abstractos anteriores. Resultaba muy chocante que pudiésemos ver buenas exposiciones institucionales de artistas extranjeros figurativos –recuerdo Origen y Visión o La Tranvanguardia– y, sin embargo, no hubiese ninguna buena muestra sobre la figuración madrileña de los setenta, por ejemplo.

–¿Y la figuración hoy?
–C.G.: La gente tiene necesidad de ser cautivada por la ficción que la pintura les puede ofrecer. Se trata de un medio viejo pero lleno aún de posibilidades. Ahora, cuando ya hace tiempo que se ha dejado de discutir sobre la oportunidad de su muerte y puede también dejar de mirar en su interior para autoanalizarse, creo que la pintura tiene que hacerse transitiva y mirar al espectador, llegar a él. No estoy seguro de que ese sea el objetivo de muchas de las pinturas que vemos ahora, pero esa es otra historia.
–M.O.: Para mi, el estado de la pintura figurativa es tremendamente abstracto.

–Se acerca ARCO y con él el rugir del mercado. ¿Cuál es la relación actual entre pintura y mercado?
–C.G.: Se dice con un cierto tono despectivo desde posiciones de arte “comprometido” que la pintura es un objeto comercial y eso hace de los pintores unos artesanos privilegiados por el mercado, pero eso hoy es aplicable por igual a todos los que sitúan su trabajo dentro de ese mercado, y diría más, esto también rige para los que enmarcan su trabajo dentro del ambito institucional y se convierten en artistas “funcionarios”, su mercado es diferente pero la acción adquiere valor igualmente.
–M.O.: …y los putos galeristas se llevan demasiado dinero.

http://www.elcultural.es

 

Deja una respuesta