Juan Suarez: «En Sevilla hay muy pocas personas que crean de verdad en la cultura»

Juan Suarez, foto extraida por webmaster de ABC-Nieves Sanz

Juan Suárez (El Puerto de Santa María, 1946) ofrece hasta el sábado en la galería Rafael Ortiz su Segunda versión, una nueva entrega de color y ritmo a cargo de este exponente de la generación abstracta sevillana de los años 70 que compagina "lo mejor que puedo y sé" la pintura con la arquitectura.

El crítico Kevin Power destacó en su día que en toda la obra de Juan Suárez hay una poética vinculada a un paisaje interior que está siempre latente en su pintura, por drástica que sea la obra. "De pequeño me quedaba extasiado mirando el mar y la puesta del sol sobre la Bahía de Cádiz. Hoy ese referente es más que un tema formal: está relacionado no tanto con la belleza del motivo como con la pérdida de esa belleza, con la melancolía y el paso o carrera del tiempo", resalta el artista a propósito de la serie de 12 cuadros verticales que ha titulado Day after Tomorrow en homenaje a la estremecedora canción homónima de Tom Waits. "Es la primera vez que muestro esas piezas. En cambio, las de mayor formato se han exhibido en Madrid, en la galería EGAM y en ARCO, y aquí las releo [de ahí lo de Segunda versión] con un sentido irónico, de distanciamiento, como cuando reeditas una novela e incluyes notas, aclaraciones, el prólogo… Unas y otras obras comparten una indagación muy potente del color, que apareció en mi trabajo de forma más radical a finales de los 80, y esas vibraciones, texturas y matices que conforman mi poética".

Juan Suárez se vale de óleo, acetatos, pintura industrial y pigmentos muy ácidos para expresar su mundo interior en estos trabajos donde el colorido rotundo contrasta con la frialdad que introduce el aluminio. Una contraposición que forma parte de su proceso creativo. "Me interesa muchísimo el riesgo, la tensión, evitar la obviedad y recrear la mirada en la búsqueda. Aquí una veladura tremendamente sensible convive con un salpicado rotundo y violento; en otro cuadro, empleo un color muy amable junto a pinturas fosforescentes de señalización de carretera".

Al repasar el currículum y la trayectoria de Suárez es inevitable recordar aquel ambiente de euforia creativa que propició en Sevilla la apertura de la galería La Pasarela, por donde a partir de 1965 se asomaron los principales artistas de la galería madrileña Juana Mordó, como el Grupo de Cuenca y su admirado Gerardo Rueda; asuntos éstos que abordará esta tarde Víctor Pérez Escolano en el curso Transformaciones del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y, en el mismo foro, el propio Juan Suárez el 10 de noviembre junto a sus coetáneos (y también arquitectos) Gerardo Delgado y José Ramón Sierra. "La apertura de La Pasarela fue un hito importantísimo, todo empieza allí. El alma la componían Carmen Laffón y Fernando Zóbel. Más tarde, al abrir su galería sevillana, Juana de Aizpuru retoma esa herencia y empieza con nosotros. Pero pronto todo se diluyó y aparecieron otras generaciones. Por mucho que quisiéramos levantar cabeza, la situación del país no daba para más y sólo contábamos con las becas Juan March, prestigiosísimas sí, pero insuficientes. Nosotros rascábamos la información de donde no la había y cualquier reproducción de un Pollock o un Rothko teníamos que acudir a confrontarla a la Casa de América en Sevilla, que no sabíamos muy bien si era la sede de la CIA. También lo fue la incipiente Biblioteca de la Escuela de Arquitectura. Todas estas cuestiones casi heroicas, de pioneros, definieron nuestro carácter y proceso posterior. Carecíamos del más mínimo sentido de lo que hoy se llama marketing. Hemos ido por libre y pagado las consecuencias. La ciudad no cuenta con nosotros, eso es evidente. Y, sin embargo, creo que las personas de mi generación realizamos y propusimos cosas de calidad -y estoy excluyendo la aportación importantísima en el campo de la arquitectura-, no suficientemente valoradas, que hoy se limitan al comentario a pie de página de una tesis doctoral". Juan Suárez recuerda, por ejemplo, las batallas en la redacción de la revista Separata que dirigió Jacobo Cortines. "En ella todos hacíamos algo, desde diseñar el primer número, con portada incluida, como hizo Sierra, hasta poemas como hice yo. Fue un foro de referencia que permitió publicar en Sevilla los primeros escritos de Félix de Azúa, Victor Gomez Pin, Fernando Savater o los primeros dibujos de Álvaro Siza, entre otros, con una de las cubiertas realizada por Motherwell".

Hoy, cuando desaparecen tantos proyectos culturales, la pregunta es obligada. ¿Mereció la pena para la generación de pintores abstractos permanecer en Sevilla?

"Hace 20 años nos esforzábamos por convencer de la necesidad de fondos, inversión en programas culturales, de recuperar obras dispersas de artistas vinculados con Andalucía. Hoy hay tal confusión y falta de sentido común en la gestión cultural, todo es válido y a la vez nada es importante, que se viene al traste la Fundación Luis Cernuda, no son rentables las separatas de cultura en la prensa, desaparecen galerías y va por el mismo camino el Centro José Guerrero, cierra Iniciarte… No se dan cuenta de que la cultura bien formalizada puede ser muy útil social y económicamente. Basta ver lo que pasa en Murcia, cuya Bienal (Manifesta 8) es citada internacionalmente como marca de prestigio. Es una cuestión de talento y de creer en ello; también económica, pero menos. Porque conocimos años de bonanza y tampoco ocurrió nada".

Tiempo y energías ha dedicado Suárez a analizar la actitud de quienes deciden aquí sobre el arte y la cultura. "Pienso que en Sevilla hay muy pocas personas que creen de verdad en ello. Cuando tú te lo crees, empleas toda tu energía. Cuando no te lo crees, se le dedica un poco de espacio vergonzante, sencillamente porque el arte contemporáneo va unido a componentes que políticamente no pueden eludirse, pues se estima no conservador. El progreso cultural tampoco consiste en vincular lo contemporáneo a lo banal. Erigir en connivencia. Permitir el paisaje trastornado de la Encarnación. Eso es otra cuestión, es la vinculación al poder con una simbología muy concreta. El efecto Bilbao se produce sólo una vez y si está bien gestionado. ¿Quién va a venir a la ciudad de Sevilla a ver esas intervenciones? Esta ciudad tiene que volver a proponer al visitante lo que sedujo a Matisse, al Corbu, a Duchamp".

Admirador de Ad Reinhardt y Gerhard Richter, Suárez forma parte del comité artístico de la Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla, cuya continuidad está en el aire. "La Biacs dependerá mucho de la persona elegida como comisario y del proyecto que presente. Apoyaría iniciativas y propuestas de interés y calidad, que deriven en experiencias útiles. Espero que podamos resolver una Bienal más medida económicamente y más vinculada a la ciudad".

Segunda versión de Juan Suárez. Galería Rafael Ortiz. C/ Mármoles, 12. Hasta el sábado 30 de octubre.

 
CHARO RAMOS / SEVILLA
27/10/2010

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