Una vuelta al pasado

Espacio Iniciarte. Sevilla

La indiferencia de la Administración respecto al arte del presente prevalece en el cierre de Espacio Iniciarte sobre el ajuste económico.

Hace poco más de cinco años se abría en Andalucía una prometedora vía para el conocimiento y el ejercicio del arte contemporáneo. Iniciarte en efecto quería andar ese doble camino: fomentar el conocimiento riguroso (de la información a la investigación) de cuanto se hace hoy en arte y apoyar a los autores jóvenes impulsando sus iniciativas, no precisamente uniformes, como corresponde a la pluralidad contemporánea. Ambas líneas de acción contaban con el soporte económico de becas y ayudas.

Al poner en marcha tal iniciativa la Administración autonómica demostró una sensibilidad de la que tanto entonces como ahora carecen la mayor parte de los ayuntamientos y diputaciones andaluzas. Parecía que una parte de la Administración despertaba del sueño pertinaz en los laureles del pasado, renunciaba al fácil populismo (denominador casi común de las políticas culturales en Andalucía) y apostaba por el arte del presente.

Tal opción no estaba exenta de sagacidad: por esos años aparece una vigorosa generación de autores jóvenes que marca un nuevo florecimiento en el arte contemporáneo en Andalucía. Esa generación no había recibido demasiado del sistema educativo andaluz (siempre reticente hacia el arte actual) pero se interesó desde el principio por el quehacer contemporáneo, tendió puentes con otros jóvenes autores dentro y fuera de España, apostó por la diversidad de soportes artísticos (de la pintura al arte tecnológico) y prefirió medirse con otras latitudes en vez de quedarse en casa. Iniciarte nació con esa generación: puede que garantizara su continuidad (que ha demostrado sobradamente ser fértil) pero sobre todo, al ser un proyecto a largo plazo, serviría para catalizar el quehacer de autores aún más jóvenes (como así lo ha hecho).

Esta labor de promoción, bastante silenciosa, con becas y ayudas eficaces sin ser desmesuradas, se completó desde el año 2007 con exposiciones vinculadas a los premios concedidos cada año. Para ello se contó con el templo desacralizado de Santa Lucía. Era interesante su ubicación (el barrio sevillano de San Julián) y su espacio (que obligaba a cada autor a repensar su trabajo) pero también el hecho de conectar el antiguo recinto con el arte actual. Las exposiciones celebradas arrojan además un excelente balance: hay notables diferencias entre las ideas de María Cañas y Jesús Palomino, Simón Zabell y Santiago Cirugeda, o Cristina Lucas y Juan Carlos Bracho, pero todos supieron articular el espacio en muestras que fueron bien acogidas por la crítica más allá de Andalucía.

A todo esto hay que añadir dos capítulos más: la publicación de Arte desde Andalucía para el siglo XXI, que da cuenta de cuanto se está haciendo por los autores jóvenes y quizá supla la corta información que de ellos da el sistema educativo, y la Colección Iniciarte, una iniciativa feliz, dada su calidad de la que dejó constancia una reciente exposición en Madrid.

Todo esto parece hoy amenazado. El cierre de Santa Lucía pone fin a las exposiciones. Se dice que se harán en una sala del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, pero se sabe de sobra que el Centro carece de sitio aun para acomodar su propia colección con el rigor que merece. La reducción de los presupuestos del Centro hace pensar además que tampoco habrá recursos para dicha sala, caso de que hubiera sitio. Por otra parte, los fondos destinados a becas y ayudas se restringen, se dice, a poco más de la mitad. Es, a mi juicio, otro error: las becas concedidas tienen una rentabilidad nada despreciable porque los jóvenes, con poco, son capaces de hacer mucho. Pero si no tienen nada, nada podrán hacer.

Puede que me equivoque y ojalá sea así, pero la impresión es que la obligada reducción presupuestaria va a descargarse sobre todo en el arte contemporáneo. Hace algunos años intenté mostrar que el arte moderno y contemporáneo en Andalucía apenas ha tenido apoyos institucionales. Sucesivas generaciones lograron visibilidad gracias a galerías madrileñas o a iniciativas privadas (a veces heroicas) en Andalucía. Iniciarte (junto al CAAC y al Centro José Guerrero) pareció romper esa tendencia. Por fin se iba a hacer lo que exigían los tiempos: atender al arte actual, formar espectadores acordes con la época, establecer comunicación con circuitos internacionales, tener presencia propia en tales circuitos. Todo eso parece hoy amenazado. No por la necesidad de limitar los gastos, sino por los criterios que parecen presidir la restricciones. Volvemos al pasado, a la tradicional enfermedad de la Administración, su indiferencia (¿o desconfianza?) hacia el arte más vivo, el del presente, el que se atreve a señalar (y construir) caminos de futuro.

 
JUAN BOSCO DÍAZ URMENETA / SEVILLA | 24.06.2010
www.diariodesevilla.es

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