Modos de hacer la pintura. Cristina Lama y José Luis Ric.

Cristina Lama Choza. 2009 Óleo sobre lienzo 100x100cm

Hay en sus obras ecos del aduanero Rousseau y de José Guadalupe Posada (el gran ilustrador mexicano), pero cruzados por una antigua tradición, la de los pliegos de cordel, cuyas viñetas (leyendas increíbles u horrendos crímenes) las suscribían aleluyas o romances. José Luis Ric, nacido en el Cerro del Águila y trasladado a Madrid desde muy joven, apuesta así por una poética primitivista pero llena de intención.

 
Sus cuadros tienen la impronta del ilustrador. No es casual: antes de ser excelente grabador, Ric firmó cáusticos chistes para La Codorniz y para aquellos semanarios como Triunfo o Cuadernos para el Diálogo, revistas que apostaron por la democracia aunque habrían de desaparecer tras ella. Su apuesta por el primitivismo no está exenta de cierto radicalismo: cuando tantas expectativas de cambio social se han desvanecido y cuando empezamos a aprender que la libertad que ofrece el mercado tiene un precio, y un precio elevado, no está de más volver los ojos a viejos mitos. No por afán de evasión, sino porque sospechamos que hay algo bajo nuestra deslumbrante modernidad que fue obviado y pese a su olvido, aguarda aún su reconocimiento. Por eso tiene sentido recordar que hay fuerzas de la naturaleza a las que no escuchamos (¿no es esa una de las moralejas de Seruendo o el pincel mágico?), que se siguen entregando vidas inocentes al poder (Historia del Bautista) o que el imperio del águila de cabeza blanca es tan cruel como todos los imperios (Mi mundo no es de este reino).

Pero en la mirada de Ric hay algo cuyo potencial crítico es aún mayor y es la acertada unión entre el humor y el deseo. Así ocurre en la recurrente Niña con el demonio, en Refranes imposibles, en su puesta al día del baile de la muerte, o en esa suerte de réplica del Jardín de las Delicias, en la que incontables varones se afanan por llegar a una enorme mujer de carnes azucaradas a punto de deshacerse. Es un humor siempre tocado por el galope del tiempo (en imágenes que recuerdan por igual a Posada y a Rousseau) y que tal vez logre especial vigor en Todo es vanidad y anhelo de viento. Las obras de Ric forman así un mundo propio que él mismo sintetiza en un sugerente cuadro, Cárcel tengo por fuera/cárcel por dentro, reiterando un tema, el del pintor encerrado con sus propias fantasías, que en otro momento grabó con la pulcritud de toda su obra gráfica.

También hay un mundo propio en la obra de Cristina Lama (Sevilla, 1977), que en cierto modo se sitúa en el extremo opuesto a Ric. Lama rehúye el detalle y el preciosismo, y su afán por mostrar la pintura en su elementalidad no está guiado por el arcaísmo sino por el deseo de mostrar ante todo el pensamiento. A veces la idea se concreta en iconos precisos (la casa, el robot, la escala-puente) o en objetos femeninos cotidianos, pero quizá el mayor acierto de los trabajos expuestos sea la reflexión sobre el espacio.

El patio trasero es una evocación del lugar. La ropa tendida y la gran maceta trazan en el cuadro una profundidad que desmienten enseguida la rama del árbol o el montón de leña, superpuestos como si de collages se trataran. En el plano de fondo, ventanas o cercas aseguran el cierre del espacio sugiriendo con eficacia que es entorno de alguien. Cabría oponer a esta obra un breve lienzo, El bosque al otro lado, una tapia de trazos elementales y precisos cierra el cuadro en su primer plano y de inmediato hace pensar en los árboles que apenas deja ver. Es un trabajo que en la misma medida en que cierra el espacio visual abre el de la fantasía, por lo que hace pensar en el mito de la obra de arte desconocida. Otro breve lienzo camina en sentido contrario: Tala no se oculta en absoluto de la mirada. El plano de base se inclina, levantándose hacia el espectador para mostrarle todo y nada: sólo quedan los tocones de unos árboles entregados al hacha o la sierra.

Más enigmáticos son Reserva y el titulado Monticola solitarius. En el primero, hay también espacios abiertos pero para mostrar un firme cercado que parece ¿proteger a los árboles o aislarlos?, contraponiéndolos en todo caso a los apenas esbozados que, libres, crecen fuera. En el segundo, el ave puede que esté en su entorno pero los alambres de la jaula inevitablemente lo separan de su verdadera habitación. Cristina Lama con estas obras no tanto muestra espacios o los construye con la pintura, sino que señala algo más importante: el espacio se produce y si no hacemos esto por nosotros mismos, alguien lo producirá por nosotros. Tal vez para cercarnos.

 
Juan Bosco Díaz-Urmeneta
www.diariodesevilla.es
 
 
José Luis ‘Ric’. Galerías Concha Pedrosa (Fernán Caballero, 11) y Félix Gómez (Morería, 8). Sevilla. Hasta el 5 de junio.

Cristina Lama. Galería La Caja China (General Castaños, 30). Sevilla. Hasta el 7 de junio.

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