Interrogantes del sujeto «sentiente». Landpartie

Una vez más el campo de actuación de Cristina Martín Lara (Málaga, 1972) es el sujeto humano individual, mejor dicho, el interior del hombre, que, en esta ocasión, es investigado por la videoartista en su interrelación con el entorno. Para ello ha encontrado dos formidables apoyaturas, una de carácter experimental y práctico y la otra de contextura teorética. 

El cimiento empírico se lo proporciona el mecanismo del reflejo condicionado descubierto por Iván Pavlov y que tendrá enormes repercusiones en el ámbito del aprendizaje, del que a Cristina sobre todo parece interesarle uno en especial: el hecho de que la educación tiende a sustituir las conductas primitivas por conductas más elaboradas que respondan mejor a las condiciones de la vida social. El substrato teórico viene determinado por la concepción de la inteligencia «sentiente» de que nos habla Zubiri, para quien aquella inteligencia es un acto en el que se nos hace visible la realidad de las cosas.
Ardua indagación
Con estos enjundiosos mimbres va realizando Cristina Martín Lara su ardua indagación, en la que la memoria actúa como un filtro y donde «la imagen es la comprensión a través de la experiencia del individuo», esto es, que la imagen es también la imaginación.
El entorno, natural y social, provoca en nosotros una cascada de emociones que debemos organizar. Por eso hay aquí fotografías en las que percibimos esa comunicación entre el sujeto y el medio que le rodea, como en la fotografía de una especie de funicular cubierto en la que el sujeto visto de espaldas y lanzado a toda velocidad hacia delante parece ir en pos de su propio e incierto destino.
Pero donde la autora consigue la máxima síntesis entre belleza formal y significado, un significado por cierto abierto, es en la imagen de ese dique que a modo de paseo divide simétricamente un lago, y que cuando se contempla en vídeo, el propio movimiento leve de las aguas es una metáfora de nuestra inestabilidad como individuos, metáfora que se ve extraordinariamente reforzada por el camino que se pierde en el infinito, un adentrarse en esa región de lo desconocido, en ese interrogante supremo que es siempre la toma de decisiones por parte del sujeto, el ejercicio de la propia responsabilidad, y, en definitiva, la realización de la verdadera libertad.

Enrique Castaño Ales

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