Agustín de Hipona, en sus Confesiones al preguntarse «Quid est ergo tempus?» (¿Qué es, pues, el tiempo?), se responde que «Si nemo ex me quaerat, scio; si quaerenti explicare velim, nescio» (Si nadie me lo pregunta, lo sé; si debo explicarlo a quien me lo pregunta, no lo sé). Una observación mínimamente atenta a nosotros mismos y al propio mundo nos sume en la incapacidad para la expresión verbal del tiempo, como si fuera una aporía, una dificultad insalvable, una situación sin salida. Sólo, quizá, en nuestro propio interior intuyamos –al igual que, de nuevo, Borges cuando nos advierte de que «el tiempo es la materia de la que he sido creado», que cualquier intento de acercamiento, de merodeo comprensible resulta de una complejidad casi impenetrable.
El trance de hoy en día supone, por tanto, que no estamos en la cercanía, ni tampoco en la lejanía. Sólo en la incertidumbre. Hoy la angustia es el único instante factible y el tiempo verbal se ha transformado en tiempo retórico. Por eso el subjuntivo –como en el poema del principio–, que pretende ser el título de esta exposición, es el tiempo de la incertidumbre, y su venganza sólo se puede sentir en presente, aunque un halo de esperanza se cuele en el deseo de su autor para encontrarse con Aion, divinidad griega del tiempo absoluto, que representa la eternidad. Sin embargo,Borges y su obra inmortal han encontrado sin querer a Kairos, ese diosecillo nieto de Cronos –casi calvo, salvo por un enorme mechón al viento–, que personifica el tiempo propio, la ocasión a la que nos aferramos, el momento preciso que puede que sea éste, nuestro tiempo histórico que hace realidad su deseo. Enfrente de Kairos está su abuelo saturnal, Cronos, devorador de sus hijos, que representa el tiempo lineal, mesurable, del que Borges ya ha sido víctima.
Esta exposición, El tiempo que venga, alude al venir y al vengar como una premisa aparentemente cierta que define el ahora, se refiere a Kairos y a Cronos al mismo tiempo y en el mismo tiempo. A la búsqueda de la oportunidad, al instante idóneo y, por otro lado, a la venganza, al transcurrir inmisericorde. Habla de lo indefinible y de lo ponderable, del azar y del destino. Mientras, desorientados, porque ya no parece que haya sino tiempo retórico, porque confundimos lo uno con lo otro, miramos ciegos a la totalidad problematizándolo todo, nada escapa al interrogante y a la imposible certeza. El tiempo es hoy rizomático, y eso lo hace intuíble pero también indescriptible. Es una especulación del acontecer, basado en su contexto, y en su oportunidad de superación y frustración, vinculándose con procesos simultáneos o ya ocurridos.
De igual manera, el arte como dispositivo problematizador del que nos servimos, como artificio puro, también constata y pregunta permanentemente en una mirada a la totalidad, al aludido pasado presente, y las respuestas obtenidas, como no podía ser de otra manera, son una representación imperfecta del futuro.
El tiempo que venga. La Colección IX
Desde el 24 de octubre de 2009 hasta el 5 de septiembre de 2010. Sala Sur
Producida por ARTIUM (Vitoria-Gasteiz)
NOTA DE PRENSA:
ARTIUM PRESENTA LA EXPOSICIÓN EL TIEMPO QUE VENGA
La novena presentación de la Colección ARTIUM plantea una aproximación al presente desde la doble perspectiva de un tiempo que transcurre vengador y otro que ha de venir ARTIUM, Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo, presenta la exposición El tiempo que venga. Colección IX (Sala Sur, hasta el 5 de septiembre de 2010), una muestra de tesis que plantea una reflexión sobre el transcurso del tiempo y una definición del presente desde la perspectiva del arte actual a partir de obras de más de 80 artistas procedentes de los fondos propios del centro-museo vitoriano. El título de la exposición utiliza el doble significado del término “venga”, como presente de indicativo del verbo “vengar” y como presente de subjuntivo del verbo “venir”: el tiempo que no pasa en vano y el tiempo como la oportunidad de lo desconocido. El tiempo que venga es una producción de ARTIUM y está comisariada por el director del centro-museo vitoriano, Daniel Castillejo, quien ofrecerá una conferencia sobre el mismo tema el próximo martes 3 de noviembre.
El tiempo que venga reúne más de 80 obras de otros tantos artistas pertenecientes a la Colección propia del centro-museo, articuladas para proponer dos recorridos paralelos, uno más narrativo para la concepción más lineal y objetiva del tiempo (venir, transcurrir), y otro más revisionista, filosófico subjetivo (en el sentido de vengar). Según Daniel Castillejo, comisario de la exposición, “El tiempo que venga alude al venir y al vengar como una premisa aparentemente cierta que define el ahora, se refiere a Kairos (el dios griego del tiempo interior, propio de cada uno) y a Cronos (el tiempo lineal, mensurable) al mismo tiempo y en el mismo tiempo. Por un lado a la búsqueda de la oportunidad, al instante idóneo y por otro lado a la venganza, al transcurrir inmisericorde. Habla de lo indefinible y de lo ponderable, del azar y del destino. Mientras, desorientados, porque ya no parece que haya sino tiempo retórico, porque confundimos lo uno con lo otro, miramos ciegos a la totalidad problematizándolo todo, nada escapa al interrogante y a la imposible certeza. El tiempo es hoy rizomático y eso lo hace intuíble pero también indescriptible. Es una especulación del acontecer basado en su contexto y de su oportunidad de superación o de frustración, vinculándolos con procesos simultáneos o ya ocurridos”.
Para contribuir a esas premisas, el espacio de la sala de exposiciones se ha transformado de manera que se han creado dos grandes ámbitos, separados por un estrecho pasillo a cuyos lados, como habitaciones, se abren otros recintos en los que se proyectan cuatro videoinstalaciones, entre ellas, Fuera de foco, de Miguel Ríos (2008) y Antártida (experimento nº 1). En cualquier caso, tres relojes reciben al visitante: %, el artefacto de Guillem Bayo que mide el tiempo que el espectador pasa ante la propia obra, la aguja fugaz de la fotografía De lo invisible nº 2 de Jacinto Martín, y el reloj herido de la serigrafía de Juan Sagastizabal, Sin título.
A continuación, diferentes obras atestiguan el paso vengador del tiempo, Cronos: las flores marchitas de Xoan Anleo (Sin título, fotografía), los espacios vacíos de historias pasadas de Bleda y Rosa (Casa Anfitrie o Habitat 1), los espíritus ausentes de Vicente Ameztoy (Sin título, óleo sobre lienzo), la imposible perfección esférica de Juan Luis Moraza (Arlma Puntual) o los estragos del tiempo en las parejas de retratos de Barbara Stammel (Mädchen nº 3 y nº 15) y de César San Millán (Sin título). Traspasado el pasillo que da entrada a las videoproyecciones, un nuevo y amplio espacio alude a la fugacidad del tiempo y del momento oportuno, Kairos: La casa vacía de Curro González, el Autorretrato en Brooklyn de Alberto García Alix, la inasible Torre de Babel, de Brueghel, de Jaume Pitarch, los reflejos congelados de la Fondation Cartier, de Jordi Bernadó, y las líneas etéreas de Peggie and her people, de Maggie Cardelús.
Así, según indica de nuevo Daniel Castillejo, “el arte como dispositivo problematizador del que nos servimos, como artificio puro, también constata y pregunta permanentemente en una mirada a la totalidad, al aludido pasado presente, siendo las respuestas obtenidas, como no podía ser de otra manera, una representación imperfecta del futuro”.
El tiempo que venga. La colección IX
Sala Sur, desde el 24 de octubre de 2009 hasta el 5 de septiembre de 2010
Inauguración: viernes 23 de octubre, 20.00 horas
Comisarios: Daniel Castillejo y Enrique Martínez Goikoetxea
Producida por ARTIUM (Vitoria-Gasteiz)
OBRAS:
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41 MASÓ, Mireya Antártida, experimento nº1, (Témpanos de luz) + una imagen/ 30 segundos 2006 Videoinstalación 42 MATAMORO, Din Depuradora 1987 Mixta 43 53 55 56 57 59 61 64 65 67 69 71 75 |