Es una de las preocupaciones de este arquitecto: crear espacio en lugar de ocuparlo, liberarlo en vez de colmatarlo. Uno de sus proyectos consiste en viviendas colgadas a distintas alturas de una estructura que debajo deja espacios para zonas de uso común cuyo empleo queda a la voluntad del vecindario.
Otra de sus líneas de trabajo es la de los materiales: hierro, metales ligeros, fibras, pero también madera o corcho mezclado con yute para garantizar un buen aislamiento: así diseñó un aula para la Facultad de Bellas Artes de Málaga (a la que los sacos de corcho-yute daban aire de trinchera o blocao) que construyeron los propios estudiantes.
Los proyectos de Cirugeda (documentación, maquetas, informaciones de prensa, filmaciones) se alinean a lo largo de las paredes del antiguo templo. La nave central se reserva para otro menester: ideas que se podrían realizar con facilidad y poco coste por los propios vecinos en su entorno. Los conos de plástico que se emplean para separar vías de tráfico pueden servir, invertidos, de soportes para un banco de argamasa adosado a una farola. También puede diseñarse un espacio de descanso o una plaza con módulos de encofrado que tienen la ventaja añadida de su perfil geométrico. Otros elementos usados en el tráfico pueden convertirse en juegos de un parque infantil: de hecho, hace algunos años realizó uno de ese estilo en un solar de la calle Sol (hoy queda reducido a lugar de aparcamiento). Todos esos elementos, los consiguientes materiales y una hormigonera ocupan la nave central de Santa Lucía, como tácita invitación para proyectos fáciles de hacer, bajos de costo, estimulantes para la imaginación vecinal e índices de una mejor calidad de vida.
Las propuestas de Cirugeda cuestionan a la vez el sistema del arte, el de la construcción y el orden de valores de la propia sociedad. El del arte, porque no se limita a exponer sus proyectos, sino que con cada uno de ellos abre un espacio de debate y sugiere una propuesta de acción. El de la construcción, porque, además de liberar espacios, como ya he señalado, evita el arcano del proyecto y garantiza la forma más sencilla y segura del trabajo. Critica finalmente los valores vigentes: frente a la fascinación de las instituciones por el gran edificio emblemático y la obsesión del ciudadano de a pie por la vivienda propia y aislada, propone actuaciones eficaces y útiles, que posibiliten variadas formas de convivencia.
Las vanguardias artísticas, a lo largo de casi un siglo, pensaron que el arte podía cambiar la totalidad de la vida. El arte contemporáneo, más modesto, prefiere afrontar problemas concretos y sugerir actuaciones realizables. Al sueño de las grandes avenidas utópicas, opone alternativas modestas pero tan inquietantes como una piedrecilla en el zapato. No ha renunciado a un mundo diferente, pero de momento se centra e insiste, como en este caso, en actuaciones alegales: aprovechar ciertos vacíos normativos para llevar a cabo intervenciones puntuales que resuelvan problemas que el sistema deja intactos: por ejemplo, colocar (no, construir) sobre una azotea una vivienda prefabricada con materiales ligeros.
Tales actuaciones son más fértiles que la contestación típica de los años sesenta del siglo XX: a diferencia de ésta, no buscan la confrontación con las instituciones, sino plantearles un debate que vaya más allá de la lógica administrativa. Así pueden mostrar que otro modo de vida es posible.
‘La socialización del arte o el sistema de protección de testigos’. Espacio Iniciarte. Iglesia de Santa Lucía. Sevilla. Hasta el 15 de noviembre.