Jacobo Castellano. Escultura y vivencia. Galeria Fúcares.

Obra de Jacobo Castellano
La escultura de Jacobo Castellano (Jaén, 1976) se integra con materiales, objetos y residuos muy cercanos, cargados de sentimiento; se configura con formas de registro constructivo y con estructuras bastante regulares; y se constituye sobre espacios de orden arquitectónico: espacios fluyentes entre lo interno y lo exterior, fugados inclusive, pero claramente delimitados. 

 

No es de extrañar, pues, que los referentes temáticos de estas creaciones sean ámbitos, lugares y situaciones de la experiencia íntima del escultor, como lo es, ante todo, la vieja casa familiar, abandonada en el pueblo y ahora reencontrada, con todo cubierto de manera maravillosa por dos dedos de polvo, llena de trastos comunes y de cosas amadas e imprevistas -carteles, restos de proyectores, cajas de películas…-, pues no en vano fue el abuelo de Jacobo un hombre aficionado a lo novedoso, y el primero que abrió en Porcuna, Jaén, un cine. Otro motivo recurrente de esta práctica alude a los corrales portátiles que Jacobo encontró en el Sahara, lugares cerrados y, a la vez, descubiertos, que levantan los saharauis para proteger y dar sombra a sus cabras, junto a los poblados, construyéndolos con retazos de pieles y lonas, y con restos de envases de lata y de mohosas carrocerías en que permanecen grabadas partes de sus modernos letrismos y marcas comerciales, o de sus emblemas y banderas indicativas del lugar de origen de las ayudas internacionales que llegan al gran desierto.
Un tercer asunto general al que recurre esta escultura es el espacio del ring, el estrado cuadrangular limitado por cuerdas para los combates de boxeo, deporte en el que se vinculan dos criterios fundamentales de estas obras: la actuación impactante de la violencia y el valor creativo del juego, a través de las estrategias del cuerpo a cuerpo y del desplazamiento del hombre en el espacio.
Y un cuarto tema -extraño y crucial- de esta trayectoria artística, viene siendo el de la vasija panzuda de la piñata, que se cuelga del techo para que los participantes de una fiesta, con los ojos vendados, procuren romperla a palos o a bastonazos. Dice Jacobo que le obsesiona esa práctica por lo que representa como principio e instrumento de obtener un premio a través de una acción violenta.
Ya la primera exposición individual madrileña de Jacobo Castellano, organizada también por la galería Fúcares (2005), estuvo centrada en la “reinvención” de la citada casa familiar olvidada. La actuación consistía en construir “juguetes” y espacios lúdicos, entre ellos, un gran tiovivo, con materiales y muebles del viejo edificio. En esta su segunda comparecencia madrileña, el escultor ha “trasladado” a la galería otra y muy diferente intervención sobre los interiores de la vieja casa de su abuelo. El proyecto consiste en una doble actuación: por una parte, en mostrar una serie importante -memorable- de dibujos -grafito sobre fotografía-, así como una proyección de diapositivas sobre la concepción minuciosa y la realización “ideal” -más que “virtual”- de la propuesta en los dominios efectivos del antiguo edificio popular de su referencia; y, por otra parte, en materializar -físicamente, incluso con dureza- buena parte de esa misma propuesta en los espacios de la galería. Para ello se ha construido un recorrido de pasarelas hechas alternativamente de restos arquitectónicos y de estructuras de cuerda floja y redes, como las de los funámbulos, las cuales, colgadas de los techos, invitan a hacer un recorrido arriesgado y “alto”, es decir, elevado, poético, del lugar.
Tanto los dibujos sobre papel, excelentes en sus calidades, como la proyección de diapositivas -realizada de manera imprevista sobre el plano abierto y reflectante de una persiana de tipo veneciano, de láminas de plástico-, y, de manera especial, la “reinvención” del proyecto escultórico general montado ahora en la galería, se convierte así, en una especie de “escenografía alternativa” de un “ámbito original” diferente que constituyen un complejo entramado. Por un lado, de ideas postconceptuales derivadas sobre todo de la estética del arte pobre; por otro, de sensaciones táctiles diversas, rigidez y tersura de los soportes metálicos y de los tirantes; flacidez de las partes de cordelería, tratadas, a su vez, con la viscosidad de la brea crasa; intensidad y riqueza del grafito sobre la caducidad de papeles muy ligeros. El resultado son unas intenciones espaciales tan singulares como la de construir arquitectónicamente lugares efímeros para transitar o como la de concebir y desarollar el espacio general de la actuación escultórica como componente de relaciones del espacio perceptivo y psicológico, del espacio de los objetos, los fenómenos y las experiencias, y del espacio gnoseológico, o sea, orientado a la categorización de las cosas, las intuiciones y el conocimiento. Un proyecto que merece, sin dudarlo, nuestra apuesta.
 

José Marin Medina

 

El Cultural.es: 16/01/2009

 

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