Carlos Aires, artista. El arte de quien no tiene nada que perder

Carlos Aires. Extraida de Diariosur

Nací en Ronda en 1974 / Estudié Bellas Artes en Granada y de allí pasé a Holanda, Estados Unidos y Bélgica / Llevo diez años en el extranjero, pero echo de menos el Sol, así que vuelvo a España / Soy el quinto de siete hermanos / Hace tres años retiraron una obra mía para el gobierno austriaco por considerarla «escandalosa» / Mi familia siempre me ha apoyado / La inspiración te tiene que pillar trabajando

Un fotógrafo al que no le gusta que le hagan fotos. Suele pasar. Carlos Aires posa incómodo para el fotomatón. Se le afloja la risa, mira para ver si le miran y responde a cada petición del reportero con una mirada silenciosa de 'No me hagas hacer eso…'. Pese a todo se lo toma con humor. Es lo primero que llama la atención de este rondeño que ha echado los dientes artísticos en medio mundo: casi siempre sonríe. No importa que hablemos de las covachuelas del mercado, de la omnipresente crisis, de la eterna lucha de egos de un mundillo como el suyo. No importa. Él siempre responde con la sonrisa del niño travieso que fue. Eso seguro.

Carlos Aires acaba de llegar de Sudáfrica, pasa en Málaga dos días, luego sale para Salamanca, le esperan en Bruselas y tiene pendiente una visita a Londres para ver cómo ha quedado una exposición colectiva en la que participa. Todo empezó en Ronda hace 34 años. Carlos, el quinto de siete hermanos. El hijo de un matrimonio «que no tiene nada que ver con el arte, el ejemplo de una familia normal, trabajadora». Carlos pintado cuadernos en sus ratos libres. Carlos anunciado en casa que se marcha a Granada, a la Escuela de Bellas Artes. Carlos capeando los primeros temporales de sus mayores, las sugerencias para que buscara algo seguro: clases en algún colegio, un oficio con horario, unas buenas oposiciones y luego, por las tardes, lo que él quiera. Pero no. «Tenía un expediente malísimo», se excusa. Y sonríe de nuevo, con la serenidad de quien no tiene nada que perder. Luego los primeros premios. Una Erasmus con billete a Holanda, otra beca para ir a Estados Unidos y el regreso a Europa, a Bruselas. Las exposiciones en varios países, su nombre sonando cada vez con más fuerza y él, como si nada: «Todo lo que me ha pasado es fruto de la casualidad. He hecho, hago y haré siempre lo mismo: trabajar. El que de repente tu trabajo le interese a un grupo de gente es algo que escapa a tu control. Yo me comparo con un surfero, a lo mejor te llega la ola cuando menos te lo esperas o no te llega nunca o te subes y te caes. Lo importante es estar ahí».

Una de esas olas le dio un buen revolcón hace tres años. Austria inauguraba su turno en la presidencia de la Unión Europea y para celebrarlo organizó una gran exposición al aire libre. En una de las enormes vallas que se repartían por Viena aparecía una fotografía con personajes desnudos en poses más o menos sexuales. Hasta ahí nada del otro mundo; pero los protagonistas llevaban caretas con los rostros de Isabel II, Bush, Chirac… «Fue una travesura. Un proyecto concreto. Se montó un follón y durante una semana fue un agobio. Soy consciente de que siempre voy a estar ligado a eso y creo que no es lo más representativo de mi trabajo. Fue una estupidez mediática y de repente te das cuenta de que eso sirve para que un montón de gente se meta en Google y ponga 'Carlos Aires', a ver qué hace este tipo. No me ha traído nada. Ni bueno ni malo».

Carlos Aires escucha a menudo que su trabajo resulta «provocador», «polémico». Él se encoge de hombros, sonríe y pone cara de 'A mí no me mires'. Unos segundos de silencio, la misma sonrisa, la mirada de soslayo y concede: «Yo no pretendo escandalizar a nadie. Dicen que en mis obras sólo aparece gente rara: el bombero torero o los niños lobo, pero también hay monjas de clausura. El bombero torero puede ser tan flipante como una monja de clausura, si te paras a pensarlo. En este sentido, estar fuera me ha hecho perder muchos complejos de material 'typical spanish'».

Una vida emigrada que llega a su fin. ¿El motivo? Sobre todo, el tiempo. «Me vengo a España, a Madrid. He estado fuera diez años, en Holanda, Estados Unidos y Bélgica. Me vengo sobre todo por el clima. No tengo queja ni de la comida ni de la gente. Pero se hace durillo para alguien que es del sur y está acostumbrado al sol. Todo el mundo me dice 'Carlos, te vienes en el peor momento', pero si hubiera estado pendiente de eso nunca me habría movido del sitio», sostiene.

Carlos pertenece a una nueva generación de artistas andaluces con varios rasgos comunes: amplia formación, una carrera consolidada en el mercado nacional e internacional y cierto desprendimiento respecto a las herencias locales. Cristina Martín Lara, Simón Zabell, Jesús Zurita o Chico López encajan en la definición. Carlos hace las presentaciones: «Todos hemos salido fuera, hemos visto otras cosas… Sabíamos que no teníamos nada que perder, pero también éramos muy conscientes de nos teníamos que buscar la vida». Y ahí siguen.

Diario Sur: 16/11/2008
http://www.diariosur.es

 

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