Galería Siboney «La precisa línea»

Cuarto de ser, Cibachrome. 90 x 68,5 cm. 1995

Hay una precisa línea quebrada que se aleja entre la penumbra, como los límites de las figuras de Rousse cuando nos salimos del punto de vista único, que recorre este conjunto de obras, minuciosamente delineada por la esquizofrenia del admirable Juan Riancho. Las pasiones ocultas, muchas veces, quedan fuera de foco y por eso lo mejor es intentar conocerlas a través de sus reflejos, por eso es preciso desdoblarlas o desdoblarnos para poder acercarnos a ellas.

Las tres Fridas cántabras, que componen la imagen del Equipo ACAI, precisamente por la intensidad con la que representan otra cosa, nos muestran la veracidad clara de sus miradas. El Motel de Blaufuks, aparecido en las lindes de la niebla y el bosque, se ofrece como encrucijada, puerta de entrada a la otra cara de la niebla. El cuarto de estar se ha transformado en el cuarto de ser que Dis Berlin sólo nos ofrece visto a través de la distancia de sus reflejos y sus nieves. La bailarina de Ciuco Gutiérrez compone su imagen inocente frente a la máscara del exhibicionista macabro. La armonía de la música oculta se presenta por medio del juego de sombras que Chema Madoz compone con la medida y el equilibrio de las escuadras. Tras el paso de Georges Rousse podemos ver la aparición del fantasma geométrico en el

La bailarina, Ilfordchrome. 40 x 50 cm. 2002

centro de la nave desolada, convertida en otra cosa, en un escenario para la reflexión sobre la fragilidad de la percepción. Los personajes teatrales y familiares de José Luis Serzo nos plantean la duda, la inquietud de no saber a qué lado del espejo nos encontramos. Los árboles de Juan Uslé forman un alucinado paisaje rojo a través del reflejo metálico, delicuescente, fluido. Los objetos y los personajes, el conjunto de la realidad, se quiebra, se divide, para ofrecernos la mirada indirecta de lo que puede haber más allá, o más acá, de lo nombrado.

Lo mismo que el escritor para encontrar la propia voz necesita encontrar la voz de otro, de un narrador que le aleje de sí mismo, todos estos creadores ahora reunidos tienen en común esa necesidad de desdoblamiento, de esquizofrenia, de levantar el telón que da paso a la representación para, a través de sus reflejos, poder mirar desde el otro lado, entre la nieve y la niebla, la precisa línea quebrada que nos delinea.

Gabriel Rodríguez

 

 

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