El hambre de pintura. Justo Pastor Mellado

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En Valencia (España), mientras los medios de prensa reproducían el debate sobre la legitimidad de la guerra y el rol que juega Estados Unidos como el hermano mayor perverso-polimorfo de Occidente, en el auditorio del Museo de Bellas Artes San Pio V, se desarrolló del 15 al 17 de marzo, el V Simposio Internacional, Diálogos Iberoamericanos, destinado a tratar sobre “El futuro del Arte Contemporáneo en el horizonte del siglo XXI”.

El responsable conceptual del simposio fue Kevin Power, critico de arte, profesor de la Universidad de Alicante y autor de numerosos ensayos sobre la singularidad de las coyunturas específicas de producción artística. Pensar que Kevin Power garantizaba una discusión sobre el futuro del arte en el horizonte del siglo XXI, a días del desencadenamiento de una guerra en la que el propio concepto de futuro era puesto en remojo, significaba de inmediato apostar por la parodia como plataforma crítica. Lo ejemplar del discurso estadounidense reside en la instauración de una política de narcisismo primario que involucra el negocio de la “producción de ruinas”, porque debemos rendirnos a la evidencia que sin ruinas no puede haber Re-construcción. Es decir, re-construcción de las corrientes de flujo del capital internacional en la era de la occidentalización globalizada del planeta. Re-construcción, en suma, de las condiciones de reproducción de la ruinificación de la cultura. Solo es así que se puede instalar la lógica de la intervención como una necesidad indicativa de los lugares en que la ruina opera como fundamento del olvido.

Para conocer el pensamiento de Kevin Power es necesario remitirse a la antología de textos que Ana María Guasch edita en un libro que se ha convertido en un “imperdible” de las bibliotecas de arte en las escuelas. Me refiero a “Los manifiestos del arte postmoderno”, publicado por Ediciones AKAL, en el 2000. No me haré cargo, por ahora, de la crítica del título, sino que recuperaré el valor descriptivo del sub-título: “Textos de exposiciones: 1980-1995”.

Ahora bien: el gran valor que tiene esta antología es el de fijar la importancia decisiva de las presentaciones de catálogos más eminentes de las últimas décadas. No se puede hacer historia sin pasar por esta obligada recuperación de inversiones institucionales que, por cierto, modifica la noción que se puede llegar a tener del trabajo de historia en las escuelas de nuestro medio. El caso es que Kevin Power escribe, en 1985, la presentación de su propia curatoría sobre la escena española de pintura: “Cota cero. Sobre el nivel del mar”.

El simposio se inauguró el viernes 14, el mismo día que en Santiago de Chile se inauguraba en el MAC, “Cambio de aceite”, calificada por Las Ultimas Noticias del miércoles 12 de marzo como “la mejor pintura chilena de los últimos veinte años”. El día lunes 10 yo había asistido al MAC para ver el montaje de la muestra de Patricia Vargas y me encontré con el montaje de “Cambio de aceite”. Una de las artistas invitadas me comentó dos cosas que me quedaron dando vueltas: una, que “inconcientemente”, casi todos los invitados de la primera sección de la muestra eran “casi todos de la Chile”; dos, que casi todos eran “figurativos”. Que extraño, ¿o no? Efectivamente, era muy extraño que una exposición de este tipo causara extrañeza. Porque para ser exactos, extrañeza, en el sentido que tiene la traducción francesa, literal, de lo ominoso, como “inquietante extrañeza”, aquí, ninguna.

Pero en pleno debate de Valencia, Francisco Brugnoli se me acerca y me dice que debo, al regresar, ver “Cambio de aceite”. En medio del rumor de la discusión, le devuelvo su insistencia, recordándole su “maldad curatorial”, que en este caso se verifica al sacar las castañas con la mano del gato; es decir, la mano de los artistas-curadores de la muestra.

Y es aquí que refiero la importancia del texto de nuestro amigo Kevin Power, escrito en 1985, cuando al referirse a la escena española de esa coyuntura, escribe: “Permítaseme que concluya la presente introducción con una breve referencia a un fenómeno histórico intrigante. La mayoría de los pintores citados están envueltos en lo que Faust ha denominado “el hambre de la pintura”, y sin embargo, todos ellos maduraron en un período dominado por los happenings, el arte terrestre, el arte conceptual y el minimal.(…) Para aquellos que llegaron a ser artistas cuando el minimalismo aún tenía el aura de la novedad, la figura aparecía únicamente en la periferia de la visión. Un joven pintor que volviera a estos temas, emprendería, desde mi punto de vista, una migración al núcleo de la pintura”.

Veamos: la mayoría de los jóvenes que comparecen en “Cambio de aceite” maduraron en un período dominado por el arte conceptual chileno. Todos parecen haber prendido en el conocimiento de las máximas y reglas sobre los “procedimientos”; todos son deudores, bajo diversas condiciones de “apadrinamiento”, de la Mirada de los Padres Totémicos (MPT). Pero todos, sin distinción, están envueltos por lo que Kevin Power denomina, citando a Faust, “el hambre de la pintura”.

Todos estos pintores, que han madurado en un ambiente de desnutrición pictórica, terminan devorándolo todo, como quien repite un gesto reparatorio inalcanzable exponiendo una voracidad sin límites. Es decir, el único límite para dicha voracidad será el espacio del cuadro. Curioso resultado: la MPT ha dado lugar a aquello que siempre denigró. El grumo y la figura. ¡Que derrota para Brugnoli, que ha apostado militantemente por “la-salida-del-cuadro”! Los pintores de “Cambio de aceite” son la expresión misma de su derrota, porque se levantan como síntoma de la reparación que la propia escuela de “la Chile” les ha instalado como política de la desnutrición infantil. En tal caso, el MAC se convierte, estatutariamente, en un sucedáneo del INTA, y Brugnoli, en un sustituto del doctor Monckeberg. ¿Cómo es posible?

Justo Pastor Mellado.
Marzo 2003


FUENTE: http://www.justopastormellado.cl/

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