Mª José Gallardo: Fértiles Metáforas

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La exposición de María José Gallardo (Villafranca de los Barros, Badajoz, 1978) en Madrid empieza en la calle, en un breve escaparate en el que se anuncia, con humor, el sentido de la muestra y se añade al texto un objeto como los que después pueden verse en la galería. El escaparate es sin duda uno de los protagonistas de la exposición. En primer lugar porque ésta se ocupa, no sin sorna, de atuendos femeninos en los que se dan cita las propuestas de firmas multinacionales de la moda con el localismo propio de las ciudades, sobre todo si la ciudad, como Sevilla, tiene ínfulas de singular eternidad. Si esto es así –y así lo muestra la autora– el escaparate lo será de los estereotipos que surgen de un mestizaje o más bien de un híbrido engendrado por la globalización atenta siempre al carnaval de los tópicos locales.

Pero la metáfora va un poco más allá: la moda obliga a cada quien a convertirse en escaparate que pasea por la ciudad. Gallardo, con la mezcla de burla y ternura que caracteriza su obra, propone una serie donde las figuras de sus chicas, tan à la page aparecen rodeadas de aureolas de la más añeja rafia.

¿Llega más lejos la metáfora? Sí. El escaparate es en cierto sentido índice de muchos comportamientos sevillanos que se esfuerzan al mismo tiempo en aparecer modernos y mostrar las glorias de la tradición de la ciudad-sin-igual. Así, Gallardo consigue una metáfora que logra sintetizar en una palabra muchas ideas.

Éstas se desenvuelven después en la exposición. En las pinturas, Gallardo presenta en tonos muy pálidos figuras femeninas que formalmente se encuentran entre los tradicionales cómics femeninos y revistas de moda igualmente añejas, aunque figuras y ropas sean evidentemente actuales. Las chicas parecen estar aquejadas del síndome del deporte al aire libre, especialmente la caza mayor y la pesca. El sindrome montero, dice la autora, que une estilo y presencia actuales con poses y actitudes propias de una jet society made in Spain, y quizá más concretamente en Andalucía. El sueño de la montería se fusiona con las maneras del cortijo en una suerte de sobredeterminación que no deja atrás lo moderno.

No sé si esta segunda metáfora, la moda y la actitud moderno-cortijera, que Gallardo llama el estilo montero hará fortuna. Sí creo que la autora acierta al sugerir esa mezcla esquizoide de modernidad adolescente y tradición sin raíces hoy presente en muchos ámbitos, y que señala los estrechos límites de la enésima modernización. Se advierte en la penúltima ironía: la actitud de las cazadoras y la forma en la que exhiben sus trofeos, sean enormes peces o cérvidos bien dotados.

Diario de Sevilla. 15/05/06
J. B. DÍAZ URMENETA
 

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