Construcciones de Juan del Junco

La hija del ornitólogo (después de Dreyer), 2007

Haciéndome el sueco
Galería Depósito 14. San Agustín, 13. Madrid. Hasta el 10 de julio. De 1.500 a 2.500 E.

No descubro ningún mediterráneo si digo que una de las vertientes más transitada por los fotógrafos, desde los lejanos orígenes de la fotografía en el siglo XIX hasta las propuestas de las dos últimas décadas del siglo pasado y los años primeros de éste, ha sido la llamada fotografía pictorialista, pictórica, artística o plástica. Los dibujos fotogénicos de Fox Talbot se remontan a 1839 y a 1844 su afirmación, en The Pencil of Nature, de que la fotografía permitía captar una multitud de detalles nimios que ningún pintor se molestaría en copiar fielmente de la naturaleza. Cientocincuenta años después, Jeff Wall llevaría incluso a la práctica al cuadro de historia, en su inmenso mural Dead Troops Talk. Hay en ambos extremos cronológicos una voluntad de transparencia semejante a la que llevó el dibujo narrativo a la línea clara, en la que todos los pormenores resultan significativos.

Viene esto a cuento en referencia a los últimos trabajos de Juan del Junco. El propio artista cuenta que en mayo del año pasado residió durante unos meses en una residencia de artistas situada en un pequeño pueblo sueco, al que la crisis industrial siderometalúrgica había despoblado, agrandando la presencia del bosque que lo rodeaba. “Este contacto fotográfico con la naturaleza me había llevado –dice– a una nueva visión sobre la fotografía, sobre todo por el descubrimiento de las posibilidades pictóricas de ésta, y la relación entre ambas disciplinas”. Una fotografía escenográfica o dramatizada, que quizás podríamos denominar también “fotografía construida”, que recoge un suceso generalmente corriente en el que ciertos elementos –esos que podríamos considerar los detalles mínimos de los que hablaba Talbot– resultan insólitos por extraordinarios, extravagantes o absurdos, a la vez que provocan una circunstancia tan ignota como ajena, que es lo que da naturaleza propia a la imagen. Imagen que el artista dota, además, de un guión narrativo referencial a la vez analítico e irónico.

Si una parte de las piezas, las que llevan por título Haciéndome el sueco, han sido “interpretadas” por habitantes de aquel pueblo, las restantes implican a su propia familia y entorno, de los que extrae no una mera referencia biográfica, sino un juego de doble entronque, en el que importan tanto el guiño científico y cultural –así las referencias a Linneo, Miguel Ángel, Dreyer o Yturralde–, como la narración o el cuento que “representan”, y que puede ir de la cita directa, así La hija del ornitólogo (después de Dreyer), que reproduce una escena de Ordet en el cuarto de una adolescente de hoy, a la broma de llamar La tempestad, de resonancias giorgionescas, al inesperado baño que cae sobre un joven que riega las plantas de la terraza de su casa.

La frase de Juan del Junco antes citada, termina con una afirmación: “A la hora de crear una nueva serie son importantes las ideas, pero también cómo construir, propiciar o sorprender la imagen significativa, la que logra despertar la imaginación y hace pensar”. Cada una de las piezas que componen su segunda exposición en Depósito 14 cumplen, con la gracia y agudeza que ha caracterizado su labor, con esa suma de componentes: están construidas, atienden a cada nota y particularidad que las distingue de lo corriente, ahorman una significancia que se quiere más sutil que declarativa y alertan a la imaginación y sus criaturas.

EL CULTURAL – Mariano Navarro

 

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