Una nueva galería y demasiadas ausencias

El Príncipe de Asturias observa una obra, durante la inauguración oficial de la treinta edición de la feria internacional de arte contemporáneo ARCO. foto: EFE

El estreno en la feria de una galería, la sevillana Alarcón Criado, antes Full Art, es quizá la mejor noticia, para Andalucía, de Arco 2011. Entre las menos buenas, la ausencia de autores que ya poseen una obra solvente.

Alarcón Criado llega a Arco 40 con obras de Jorge Yeregui, José Guerrero y Alejandra Laviada, tres fotógrafos indagadores de espacios. Guerrero ha optado en esta ocasión por paisajes envueltos en niebla que justo por ello parecen negar las convenciones paisajísticas. Yeregui aporta sus paisajes mínimos, los que pueden formar, por ejemplo, esquivas hierbas en las junturas de una cerca. Las obras de Laviada vibran entre la sensualidad del color y la intención conceptual: las flores que asoman por la pared rota hacen pensar en la misma quiebra del espacio de la imagen que, pintura o fotografía, siempre remite a la antigua idea de la ventana.

El malagueño Alfredo Viñas cumple una década en Arco. Este año enfrenta la ironía de Javier Calleja a la de Curro González, ambas sobre la serena mirada analítica de Juan del Junco y sus fotos de aves. Una concisa publicación da cuenta de los autores que Viñas ha presentado a lo largo de sus diez estancias en la feria: algo que debería hacer pensar en el callado esfuerzo profesional del galerista.

Rafael Ortiz, tercera galería con sede en Andalucía presente en la feria, contribuye a Arco con unos dibujos de José Miguel Pereñíguez, que analizan con precisión y recogen con fuerza antiguas miniaturas persas, y obras de Juan Suárez, Miki Leal, Manolo Bautista y Patricio Cabrera, además de las de Daniel Verbis y Evru-Zush, entre otros. 

En la diáspora de autores andaluces por diversas galerías, puede que la obra de mayor interés sea la que el malagueño Rogelio López Cuenca elabora con Daniel García Andújar (galería Palma Dotze): un amplio archivo de imágenes fotográficas que muestran cómo el arte en general y la pintura en particular poseen un valor y prestigio sociales que pueden llegar a desnaturalizar su ejercicio. Añaden a esto reflexiones sobre el mercado del arte, abriendo así vías al pensamiento crítico. 

Junto a ella merecen especial mención una gran fotografía de Gonzalo Puch (Arte Nueve), que invade un interior con la fuerza de los espacios exteriores, un gran políptico de Rubén Guerrero (Luis Adelantado), una obra de Juan Carlos Bracho que une con acierto dibujo y fotografía (Oliva Arauna), y los severos cuadros de Antonio Montalvo (Espacio Mínimo) que abordan ciertas paradojas de la pintura, como la de abrir un espacio que en vez de mostrar algo lo oculta. Cristina Lama (Aizpuru), por su parte, pone una gota de humor con un vídeo que suscita fantasías infantiles (la pedrada al cristal) y rememora a la vez una acción de Gordon Matta-Clark. 

Jacobo Castellano es un autor que en cada obra muestra la audacia de su invención. Por lo que se me alcanza las sencillas piezas de la galería Fúcares tienen que ver con la muerte y la memoria. La falta de quienes queremos no suprime ni el afecto ni los espacios que con ellos hemos compartido, y en los que siguen presentes más allá de la visión. 

La obra y la memoria de Chema Alvargonzález, recientemente fallecido, parece sintetizarlas una de sus fotografías, Alrededor del vacío, que ofrece la galería Carles Taché. 

Por lo demás hay obras, aunque no recientes, de Luis Gordillo y Abraham Lacalle (Marlborough), Juan Carlos Robles (Oliva Arauna), Matías Sánchez (Valle Ortí), Miguel Trillo (Espai Visor), Dionisio González, en la galería italiana Project B, y Carlos Aires en la austríaca Mario Mauroner. La falta de sitio ha reducido a la trastienda las obras de Ángeles Agrela (Ad Hoc) y una brillante obra gráfica de Miki Leal (Benveniste), más reciente que algunas de sus pinturas. La galería Filomena Soares sacó al exterior por fin una fotografía de Pilar Albarracín que forma parte de una futura performance.

No faltan, pues, problemas de espacio y se echan de menos nombres como los de Zabell y Zurita, Bermejo, Tovar y Delgado, por citar sólo unos pocos. Faltan también algunos con presencia nacional como Teixidor o Marina Núñez. Ausencias que a veces son secuela de las dificultades de las galerías. Y es que los problemas de Arco no se resuelven quitando la moqueta. El coleccionismo español es débil y lo será más al disminuir las compras institucionales. ¿Seguirán comprando como antes las cajas de ahorro? ¿Mantendrán su fervor por el arte (aunque fuera poco) diputaciones y autonomías? Son cuestiones que deberían abordarse entre todos. Quizá descubriéramos que el problema es algo más hondo y que habría que darle soluciones, desde una ley de mecenazgo, por ejemplo, hasta la modificación de los currícula académicos.

 
JUAN BOSCO DÍAZ URMENETA / MADRID | 18.02.2011

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