De la abstracción de Antonio Mesones. La Caja China

Antonio Mesones

Hay obras de arte que resultan un verdadero desafío para el visitante de galerías, obras de aparente complejidad, obras que demandan un conocimiento y un dominio de la teoría e historia del arte, o de la biografía y objetivos de su autor, para ser apreciadas, comprendidas y valoradas. Sin embargo, esta información es posible plasmarla en una hoja de papel, y con ello proporcionar al espectador la sensación de haber entendido lo inicialmente ininteligible.

Hay otro tipo de arte que, en cambio, se muestra a primera impresión como sencillo y accesible; y no obstante, cuanto más lo observamos más evidente resulta que se negará por siempre a desvelar su secreto. Así es la pintura de Antonio Mesones: tranquila, poética y tenazmente silenciosa.  
 
El trabajo de Mesones se ha descrito en varias ocasiones comenzando por enumerar lo que no es, como si se percibiera mejor en sentido negativo. Ciertamente, hay elementos característicos de la tradición pictórica que han sido eliminados (narración, representación, significado) para que otros resalten con más intensidad (forma, color, composición). Y no se trata, sin embargo y como pudiera parecer en este punto, de propuestas puramente formalistas. A pesar de la minimización de los medios expresivos, la obra es más de lo que se ve. En la superficie de cada lienzo emerge una figura estática y flotante, centro de una composición frontal. Pero desde este centro se proyecta hacia delante, hacia el espectador, en forma de emociones; al tiempo que señala hacia atrás, hacia su propio pasado. 
 
Todo ello es el resultado de una búsqueda, un proceso generativo que se mueve entre lo planificado y el azar, y del que el artista deja constancia visible. Es una pintura que habla sobre el acto mismo de pintar, de crear un cuadro, de plasmar una sensación sobre un espacio, con un material y a través del tiempo. En lugar de esconderse en pos de otros objetivos, este proceso se hace evidente en forma de pinceladas que muestran el gesto pausado, repetitivo y meticuloso de la brocha, el trabajo diario de superponer una capa de pintura sobre otra, y de nuevo tapar ésta con una nueva. Las formas más recientes ocultan – parcial o totalmente – otras formas anteriores, ilustrando una serie de decisiones y de casualidades que son la historia de la obra que finalmente podemos observar. 
 
No en todos los cuadros este elemento tiene el mismo aspecto. En algunos, los bordes de las sucesivas capas forman un colorido contorno para la figura final. En otros casos, ésta figura está compuesta por una gran mancha que prácticamente oculta todo el trabajo anterior. A veces, el conjunto parece vibrar o sobresalir de la superficie plana a causa de un estudiado efecto óptico. 
 
La amplia paleta de este artista no teme a prácticamente ningún color. Es más, el color de fondo – el inicio de cada cuadro – suele erigirse como un reto, como el desencadenante de una serie de dilemas pictóricos que el pincel resuelve hasta llegar a la solución final. Así, las obras se muestran no ya únicamente como la representación abstracta de la forma, sino como la abstracción del proceso de la pintura. Son una estilizada reflexión sobre el génesis y los componentes más íntimos del cuadro: su esqueleto, su materia prima, su propio tiempo.
 
Quien conoce la trayectoria de Mesones, verá en las últimas piezas el resultado de una larga y coherente evolución desde series anteriores. Quien en cambio se acerque a este trabajo por primera vez, disfrutará también recreándose en las emociones inmediatas que generan las diversas composiciones y las energías de los colores. Algunas emanan felicidad; otras, melancolía, o bien serenidad. Y siempre aparece un punto de excitante turbación en el espectador, el aguijón de la curiosidad que no puede ser aplacada, ya que gran parte de la labor creativa está oculta bajo las últimas capas de acrílico. Sigue ahí, pero es ahora irremediablemente inaccesible. Esta dimensión casi absurda le da una especial profundidad a las propuestas. 
 
El ojo humano no puede evitar encontrar referentes visuales en el mundo al contemplar los cuadros en su ensimismada existencia. Así, sobre cada lienzo parece haberse desarrollado una especie de criatura viva cuyo estado actual es el único que acertamos a observar. Las formas ondulantes se asemejan a seres unicelulares o tejidos orgánicos varias veces ampliados por una lente. Al mismo tiempo, los espacios emocionales que recrean no están del todo desligados de las vivencias del propio artista, e ilustran refinadamente estados internos del mismo. En este sentido, cada pieza se muestra incluso como un muy sutil autorretrato.
 
La obra de Antonio Mesones se puede intelectualizar, criticar, contextualizar e interpretar de varias maneras; pero su fuerza reside precisamente en que no existe una última interpretación. Como mucho, el escritor puede explicar lo que siente, o expresar lo que cree ver. Pero al fin y al cabo no son más que intuiciones. Hay lenguajes que no se han de traducir. 

La muestra se inaugurará el próximo sábado 23 de octubre y permanecerá en exposición hasta el 4 de diciembre.
 
La Caja China, Galería de Arte
www.lacajachina.net 
General Castaños, 30 41001 Sevilla.

Tel. +34 954219358. info@lacajachina.net.
 

Deja una respuesta