El retorno de lo imaginario. Realismos entre XIX y XXI (Homenaje a Juan Antonio Ramírez)

Vista de instalación de El retorno de lo imaginario. Realismos entre XIX y XXI

 

A pesar de las enormes diferencias técnicas y estilísticas, el arte del siglo XXI puede considerarse insospechadamente próximo al del final del XIX. En la era de la simulación, de la realidad aumentada, de la omnipresencia fotográfica, de la hiperreal transparencia de la cultura del capitalismo avanzado, lo que se vislumbra como arte en el inicio del XXI no indica tanto un retorno de “lo real” (que hubiera estado reprimido por el antinaturalismo vanguardista y sus desarrollos abstractos, conceptuales, de adecuación y desvelamiento, por la intensa puesta en crisis de todos los sistemas y convenciones de la representación, o por el esteticismo, etc.), sino de la persistencia de lo imaginario, en nuevas formas de realismo que retroactivamente permitirían reinterpretar el arte del siglo XX como el despliegue instituyente de nuevos modos de confianza en la representación.

Tomando como modelo expositivo la larga tradición del políptico (desde el retablo -estructurado mediante registros geométricos-, hasta los abigarrados gabinetes modernos -surrealistas, constructivistas, minimalistas, etc.-, pasando por las primeras grandes colecciones públicas, los “cuadros de colección”, y los salones decimonónicos), se ofrece un mosaico cromático en el que son las relaciones entre las obras las que evocan los contenidos de la exposición. No se trata de recuperar un estilo expositivo inusual hoy en día, pero sí de sacrificar deliberadamente el aislamiento que permitiría contemplar limpiamente cada una de las obras por separado, para potenciar las relaciones entre las obras, y ofrecer de ese modo la imagen de una constelación, de un sistema ordenado pero abierto, hecho de vínculos entre ellas. No pretende ser exhaustiva, pero sí transmitir del modo sensible esa condición sistémica propia del arte. La exposición fractura la noción de una historia hecha de claras diferencias estilísticas, para reconocer que cada estilo no es sino una prevención contra la simplificación, pues en cada elaboración artística confluye de modo proporcionado el espectro entero de factores constituyentes: percepción, emoción, información, organización, materialidad, contexto.

La exposición es así un gran diagrama organizado temporal y representacionalmente. En términos cronológicos, los muros se organizan en tres franjas temporales: (1) la franja superior corresponde a obras del XIX, entre 1881 y 1907; (2) la central, a obras del XX, entre 1900 y 1980; y (3), la franja inferior a obras del XXI, desde 1980 a nuestros días. En términos representacionales, la exposición se articula en tres zonas, en base a tres grandes tipos de realismos, en correspondencia con tres modalidades de signo*.

II. Realismo icónico. Remite a la evidencia de lo que se siente, de lo que se percibe, en función de una similitud: representa a su objeto básicamente por su semejanza, con independencia de su modo de ser:

II.a. REALISMO SENSORIAL. El naturalismo del XIX, basado en la inmediatez sensorial, se desarrollará en el XX en todas las formas de figuración y fotorrealismo, y en el XXI en un documentalismo basado en la neutralidad supuesta a los medios técnicos de registro audio-visual.
II.b. REALISMO EMOCIONAL. El caricaturismo del XIX, basado en la exageración de la experiencia, se desarrollará en el XX en todas las formas de expresionismo y surrealismo basadas en la evidencia de lo sentido. En el XXI, esta sensibilidad se traducirá en diferentes modos de ficcionalismo, parodia, identificaciones y realidades intensificadas.

III. Realismo simbólico. Realismo simbólico: remite a la evidencia de lo que se sabe, de lo que se piensa, en función de un carácter representativo de convencionalidad: establece una correspondencia compartida

III.a. REALISMO ESTRUCTURAL. El academicismo del XIX, preocupado por la formalización y la organización, se desarrollará en el XX como un esfuerzo de desvelamiento estructural, que convertirá la organización en tema, y la estructura en figura. Hasta convertir los medios expresivos en contenido fundamental, incluso único de la obra, en el medialismo del XXI.
III.b. REALISMO CONCEPTUAL. El convencionalismo del XIX, visible en la búsqueda de lo representativo y en todos los modos de formalización simbólica, se desarrollará en el XX como naturalismo emblemático, basado en la adopción de tipificaciones simbólicas de diversa índole, hasta la total estatificación difusa en los simulacionismos del XXI.

I. Realismo indicial. Remite a la evidencia de lo que es, en función de un carácter representativo de contigüidad: señala la confluencia entre dos experiencias.

I.a. REALISMO MATERIAL. El realismo del XIX, concebido como un esfuerzo de objetividad que minimice la subjetividad y el estilo, se desarrollará en el XX en un esfuerzo de literalidad y adecuación a la “verdad” material, intentando incluso superar la representación “presentando” los objetos en sí en una suerte de enunciación primaria. Este literalismo conducirá en el XXI a un contextualismo en el que la realidad entera queda subsumida en representación y el límite entre realidad y representación es indiscernible.
I.b. REALISMO CONTEXTUAL. El realismo del XIX, concebido como un modo radical de contemporaneidad por el que el contexto queda comprendido dentro de la obra, se desarrollará en el XX en la tematización contextual de todas las formas de arte político, incluido el situacionismo, y en el XXI, en el tratamiento de la representación como agencia en lo social, como sucede en las estéticas relacionales.

Juan Luis Moraza

 

CENTRO NACIONAL DE ARTE CONTEMPORANEO REINA SOFÍA

Fechas: 20 de mayo – 2 de septiembre de 2010
Lugar: Edificio Sabatini, Planta 3 

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