«Los escultores más importantes del siglo XX han sido españoles»-Francisco Calvo Serraller

Francisco Calvo Serraller. Foto: hoyesarte.com
Francisco Calvo Serraller (Madrid, 1948), ensayista, crítico de arte, historiador y catedrático de Historia del Arte Contemporáneo en la Universidad Complutense de Madrid desde 1989, es el comisario de la exposición Escultura española actual. 2000-2010 recién abierta en el Museo Esteban Vicente de Segovia.

Durante su larga carrera dedicada al estudio del arte –fue director del Museo del Prado, es miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y colabora habitualmente en distintos medios especializados–, la pintura y la escultura española más reciente han ocupado siempre un lugar destacado. Calvo Serraller recibe a hoyesarte.com para dar a conocer las claves de esta muestra.

La exposición que ha inaugurado el Museo Esteban Vicente trata de la escultura española actual. ¿Qué es la escultura hoy en día?

La escultura actual es lo que los escultores hacen hoy. He cogido dos determinaciones espacio-temporales. Primero, he cifrado la actualidad entre 2000 y 2010 y, después, me he centrado en lo que hacen los escultores españoles vivos.
Ambas cosas me parecen totalmente discutibles, porque creo que hoy la nacionalidad del artista es completamente irrelevante. O mejor, siempre ha sido irrelevante, pero más todavía hoy, porque la mayor parte de los artistas, entre ellos los españoles, han vivido de una manera completamente abierta, globalizada. De hecho, la mayoría se ha formado fuera de España, y a esto se suma que la mayoría han triunfado no ya fuera, sino al margen de España.

¿Por qué hacer una exposición con una acotación espacial, España, y temporal, que es la actualidad?

Bueno, aunque considero que ambas determinaciones son en principio absurdas, pienso que es imposible sustraerse al tiempo, porque vivimos en una sociedad secularizada y juzgamos todos nuestros valores en función de un parámetro temporal. No cuentas con otro referente. En el mundo clásico, los valores artísticos eran intemporales. Eran valores porque vencían al tiempo. Eran, se podría decir, sobrenaturales. Sin embargo, la sociedad contemporánea nace de decir que “no hay más que lo que hay. Es decir, lo que hay es el tiempo”.

Pero, entonces, ¿cómo se puede juzgar algo al margen del tiempo?

Mi esfuerzo es no utilizar la cronología, el tiempo, la actualidad… como se suelen utilizar en el mundo del arte, que considera que lo actual es solo lo emergente, ignorando que en un corte temporal hay varias generaciones. Es decir, hoy se suele considerar que solo debe estar presente la tendencia que en el mercado se considera más vendible. Creo que si no caes en esas trampas y ves que en un corte temporal no solo están los que empiezan sino también los artistas maduros y los más ancianos, y todos en un mismo contexto, habitando el mismo mundo, entonces creo que haces una corrección importante. Si, además, no fuerzas las cosas para plegarte a lo que dicta hoy el mercado, que lo dicta todo, adquieres la capacidad de no hacer una caricatura del hoy.

¿Y por qué España?

Por buscarle un sentido, aunque en realidad no se lo encuentro. Una exposición temporal, como cualquier estudio, debe estar acotado. Es verdad que España es un país de mucho calado, de mucha profundidad, un país que tiene una larga historia y al que, además, y esto es interesante para la escultura, el reconocimiento de su personalidad artística le ha venido de forma muy tardía, y se debe solo a la pintura. Nadie ha dicho que España es un país de escultores y, en realidad, tiene escultores extraordinarios, como Martínez Montañés, escultores escalofriantemente buenos. Ha tenido una escultura popular muy genuina, porque la escultura de la imaginería barroca es única, muy especial. A todo eso, que ha sido ignorado, hay que sumar además que los escultores más importantes del siglo XX han sido españoles, el más importante fue Picasso, no solo con la escultura del hierro, sino también porque él lo inventa todo: el constructivismo, el ready made… y luego, Julio González, claro.

Es algo que en el pasado se le ha negado. También es divertido decir que España es un país de escultores. Es verdad que las últimas generaciones de artistas que han tenido resonancia fuera de nuestras fronteras han sido de escultores; después de Barceló y Sicilia, todos han sido escultores: Juan Muñoz, Cristina Iglesias, Susana Solano, Txomin Badiola, Jaume Plensa… pintores muy pocos.

En la selección de esta exposición está Antonio López, de 73 años, y Naia del Castillo, que tiene 34. Hay autores desde los años 30 hasta los 70, escultores de sucesivas generaciones, y están ahí porque me han parecido importantes, y no sólo subjetivamente; es decir, se trata de no fiarse sólo del gusto, el gusto es incompatible con un amante del arte.

¿Qué criterio ha seguido a la hora de elegir a estos artistas?

En el formato de una exposición, las cosas te vienen dadas un poco por sí mismas. No puedes hacer una exposición con 40 escultores porque es imposible y, en el caso de que pudieras, podría haber una obra por cada uno y pequeña. Toda exposición, por sus propias determinaciones, constituye un ensayo. Una exposición se encuadra en un espacio físico que cambia mucho. No es lo mismo el MOMA que el Museo Esteban Vicente de Segovia, depende del espacio que tengas, de los medios, de muchos factores que no se puede decir que sean absurdos…

La exposición tiene un formato impuesto, que te imponen las circunstancias, que resulta también excitante, porque sabes que puede haber un máximo de diez escultores con dos o tres obras, y eso te obliga a reflexionar más intensamente. Eso hay que tenerlo presente a la hora de hacer una exposición. Después, cualquier persona aficionada o con interés por el arte no puede renunciar a su propia percepción, pero, para mí, alguien que vive de su propia percepción, que sólo vive de su gusto, es desgraciado, porque pienso que jamás tendrá un diálogo con el arte, porque tener gusto es tener un diálogo contigo mismo y, sin embargo, lo interesante del arte es que te saca de ti mismo, de tus casillas. Si te gusta o no te gusta es irrelevante, si no te gusta ya te gustará. En absoluto soy un comisario que se rija por cuestiones de gusto.

Creo que no te puedes mover por esas visiones tan acotadas, me gusta o no me gusta, hay otros criterios. Hay cosas que te repugnan y son imprescindibles para ti, y cosas que te agradan y de las que puedes prescindir sin ningún problema. El arte es así. A la gente que le interesa el arte y lo ama tiene que estar acostumbrada a eso, a confrontar sus gustos con la realidad. Eso es lo que he tratado de hacer. Una exposición en la que intento negar mi subjetividad y no regodearme en ella.

¿Cómo se puede entender la escultura, una especialidad hecha para perdurar, en una época, como ésta, que se rige por el cambio constante, por el “usar y tirar”?

Bueno, eso ya le pasa a todo. Hay gente que defiende no solamente que es reaccionario hacer objetos, sino que defiende que todo el patrimonio histórico del pasado, incluidas las pirámides, pueden destruirse porque lo importante es su imagen y la aprehensión del contexto en que se han producido. Hoy, esa postura no es que sea mayoritaria, pero sí vigente. Si ésto se dice no ya del Partenón, sino también de Las Meninas, demuestra que evidentemente cuanto más tridimensional, más grande y más costoso, peor. Éste es un cambio de perspectiva radical, el problema es que el prestigio de la escultura hasta el siglo XVIII se debía a que su material y su símbolo desafiaban al tiempo en una época en la que la gente pensaba que vivir bajo el tiempo era una desgracia. De repente, en nuestra época, se produce una revolución, ya no hay nada intemporal, lo intemporal es una superchería, incluso moralmente odioso, alienante, perverso, y lo único real es lo que tú conoces a través de tus sentidos, en tu vida cotidiana y mientras vives. El único dios que hay es el tiempo, que mide la duración de tu existencia.

Bajo ese prisma, cualquier cosa que pese, que te retenga, que te dificulte esa fuga hacia delante de vivir abrazado al tiempo es una maldición. La sociedad actual crea mitos para destruirlos, para confirmar que eso que admiras era mentira también, porque lo admirabas demasiado, y esa es una moral muy distinta a la tradicional. La escultura encarna eso de forma muy dramática. Es curioso, porque el objetivo fundamental de todos los pensadores entre 1780 y casi 1900, era ridiculizar la escultura. Pero no sólo Baudelaire, también lo hizo Hegel, y lo hicieron todos los pensadores; todos se dedicaron, con más o menos ardor, a demostrar que se trataba de un arte muy primitivo, completamente antimoderno.

Todo ésto provoca la necesidad de reinventarse con otras cosas. Hay toda una serie de simulacros para, primero, defender la condición de escultor a través de intentos de no parecer escultor; y, segundo, defender por medio de simulacros la existencia de un objeto tridimensional. Entre los trucos más brillantes para poder hacer objetos tridimensionales está el ready made, por ejemplo, que te está engañando, porque la realidad es que se trata de una escultura clásica, con un determinado tamaño, tres dimensiones…

Pero, ¿dónde nos encontramos ahora?

Ahora estamos en esta reconversión de todo a la imagen y donde lo peor que se puede encontrar cualquier iconófilo es una escultura, porque es muy difícil trasladarla a imagen, porque, claro, un objeto tridimensional plantea problemas. Un ordenador te puede dar las tres imágenes simultáneamente, pero nunca el objeto. Siempre serán efectos de ilusionismo, nunca algo real.

¿Por qué le interesa tanto la escultura?

Porque es quizá de las pocas cosas que no nos da la razón. En un mundo en el que progresivamente la gente está más anudada, creo que son fascinantes los ovnis. Un marciano reclama mi atención y lo más marciano que he encontrado en el campo llamado arte es la escultura. Me interesan, no ya los trucos que ha desarrollado para sobrevivir en mundo hostil, sino lo que tiene de intempestivo. Es como si apareciera de repente un neandertal, que todo el mundo considera extinguido. Me parece fascinante. Es quizá porque creo que el arte es de los pocos lugares para crear excepciones. No me interesan las cosas domesticadas que sirven para cohesionar, sino las que producen sorpresa y te plantean preguntas para las cuales no tienes una respuesta prefabricada.

¿Qué tiene que tener el arte para ser considerado arte?

No tengo tanta arrogancia como para decir qué tiene que tener una obra. Eso es precisamente lo que me interesa. Que el arte es inútil, no progresa. Es una fuente que, en sí misma, es una pregunta sin respuesta. Eso es lo que me interesa del arte, que estructuralmente y también mentalmente es discordante, es, por esencia, políticamente incorrecto. Trabaja exactamente en todo lo que la gente ha consensuado como el bien, pero hace lo contrario, lo ha hecho siempre. Ahí veo un depósito abandonado que está preñado de información sobre el hombre y que todavía no hemos sabido descodificar, y es muy interesante. Creo que puede aportar claves esenciales para el conocimiento de la humanidad, de la realidad desde el punto de vista humano. Me parece dramático perderlo, descuidarlo o despreciarlo.

Leticia Fernández-Fontecha  / www.hoyesarte.com

Segovia.  Escultura española actual. 2000-2010. Museo Esteban Vicente.

Del 30 de septiembre al 21 de febrero de 2010.

Deja una respuesta