EL SUR DE NUEVO… (Y CASI SIEMPRE)

Juan Sebastián Bollaín
Este curso artístico que comienza, los andaluces hemos abierto la temporada en el Reina Sofía. Todo un lujo. Diego Valdés y Jesús Reina han preparado un ciclo de vídeo titulado El sur de nuevo que se proyectará durante todos los fines de semana de septiembre en el auditorio Sabatini del museo madrileño. Para aquellos que estén interesados, la entrada es gratuita y la emisión a la una de la tarde. Al ser una recopilación extensa que intenta acoplar planteamientos comunes, el ciclo se ha divido en dos partes -de aproximadamente setenta minutos cada una- para facilitar el visionado y las reflexiones que se generen.

Inspirado en las posibilidades metafóricas y reales de lo que significa y/o conlleva el Sur ("Cada uno tiene su sur, y poco importa dónde esté situado", decía Deleuze), el programa elegido por los comisarios me parece magnífico; sobre todo porque huye de las tendencias de último minuto para reunir una compilación sólida (y original) que ahonda en cuestiones de interés sin recurrir a los tópicos. Plantear un proyecto videográfico serio implica buscar, estudiar, sondear y comparar qué se ha hecho en los últimos años, evitando exhibir trabajos fáciles de artistas cercanos que se entretienen ensayando divergencias con una cámara o grabando excentricidades. Muchas de las muestras de vídeo con las que me topo no son más que boutades con limitada calidad creativa que se afanan en llamar la atención sin armagasar más que cuatro ideas manidas y ramplonas. En la mayoría de los casos la facilidad del medio es un arma pendular que se vuelve en contra de los que se enfrentan a él sin saber qué quieren decir ni hacia dónde van. Lo importante no es que la pieza se contemple en una pantalla grande o en una sala majestuosa, sino que la obra sea capaz de transmitir, al menos, un sentido íntegro y coherente.

Esta primera selección del tándem Valdés / Reina que se ha pasado los dos primeros fines de semanas del mes, tiene la gran virtud de haber rescatado tres piezas excepcionales de Juan Sebastián Bollaín producidas a principio de los años ochenta, un grupo de cortos no vistos con anterioridad en ningún sitio público aunque sí en proyecciones privadas. La trilogía recurre a un divertido surrealismo para criticar con ironía el estatismo y los prejuicios de una ciudad como Sevilla, aferrada en los albores de la democracia a la veneración por sus tradiciones y el apego por sus costumbres. Otro de los aciertos es incluir el último vídeo realizado por Nuria Carrasco, una de las artistas andaluzas más importantes de los años noventa que vuelve a la palestra con una pieza tan afilada como afinada. Su trabajo trasmina sarcasmo y humor, cuestionando dos mundos antagónicos (la vida de los ricos, la vida de los pobres) a través de un falso documental donde las protagonistas que nos enseñan sus respectivas casas han cambiado sus roles: la señora de La Moraleja nos pasea por la chabola donde vive y una gitana despreocupada presenta su lujoso chalé.

Al ser piezas cortas mostradas una a continuación de otra, la sesión se hace amena y la atención se mantiene fija en todo momento. El stop-motion de Curro González, más conocido, nos remite a los miedos y preocupaciones que asedian al artista durante el sueño. Las piezas más poéticas son las de Ingrid Buchwald y Daniel Cuberta Touzón, y las que quizás tienen menos atractivo son el ejemplo de vivienda alternativa de Cirugeda (excesivamente anecdótico) y el acelerado viaje en moto de Juan Carlos Robles, al que no le encontré sentido. Otra obra inédita es la de Jaime Gastalver, una escena callejera real grabada desde la ventana de su estudio en un voyeurismo imprevisto. El vídeo es duro porque destapa las miserias de personajes auténticos en un episodio incómodo. Un indigente aturdido permanece tirado en la acera. No habla nada, la gente pasa. Llega la policía, aparece una monja. Como no saben bien qué hacer, la autoridad dice: "No te muevas que vamos a tomar un café, ahora volvemos. ¿Quieres que te traigamos tabaco?" (sic). Más berlanguiano que el propio Berlanga. La realidad supera, como casi siempre, a la ficción. El guión lo habría firmado hasta el mismísimo Rafael Azcona. Al final, después de un extraño impasse, el mendigo se levanta con esfuerzo y se marcha cojeando.

SEMA D’ACOSTA

del blog ‘Tanto monta, monta tanto’

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