Borja Casani, un generador cultural: «La gente cambio cultura por pelotazo».(entrevista)

La Luna de Madrid

En aquellos tiempos de la movida muchos estaban con "La Luna" y alguno acaso en ella. Su fundador ya tiene cuarenta y seis años, propiamente un ex joven, y la vida siguió. A tal revista, que hoy llamarían emblemática nada menos, siguieron otras: "Sur Express", "Arena Internacional", "El Europeo"… Hoy nuestro hombre hace discolibros y pasa sus mañanas en la Galería Moriarty. Después de tantos años quiere ensanchar el tiempo, hacerlo más lento.

El suyo empezó en Madrid, de los Casani, una familia italiana venida hace siglos a España, y con madre de San Sebastián, una Fernández de Navarrete. Alumno del colegio Maravillas, estudió Derecho y trabajó en la Fiat en asuntos de márketing, hasta que pensó en La Luna para salir de un mundo que no le gustaba nada.

Quiere, decíamos, ensanchar el tiempo. ¿Por qué?

-En cuanto te descuidas han pasado cinco años.

Y tres veces más de aquellos tiempos de la famosa reovida que tuvo en este hombre a la vez nervioso y apaciguado su portaestandarte lunero. Europeo ferviente, y no sólo por la revista que también dirigió, amante de Forroentera y defensor inteligente de vacaciones largas, experimentador de culturas y difusor de ellas, ésta es su vida hasta ahora.

-Yo tenía interés por superar la gran desgracia de haber nacido español, que en aquellos tiempos no era ninguna broma. El haber vivido la juventud durante los años 60 en este país, era una cosa extraordinariamente espantosa.

Pero esa época era de esperanza…

-Era de esperanza para las generaciones que habían vivido peor. La Luna la hice con el objetivo de dejar de ser español. Me planteé una cosa un poco más a la altura de los tiempos. Parecernos más a otros países que ya hacía mucho tiempo que hacían este tipo de cosas.

-La Luna fue más que una revista. No sé si era una bandera, un símbolo, ¿cómo se podría ver?

-Precisamente era tan cutre el panorama que una revista normal y corriente se convirtió en algo más que una revista por el desierto cultural. Bandera de cultura en aquel momento, que era el momento de la moda de la cultura. Frente a la moda de la política, de la militancia política de los años anteriores, de los 70, hay un vacío, a partir de la legalización del PC sobre todo, y del establecimiento de la democracia en España. La gente continúa cumpliendo funciones de progre pero ya sin saber muy bien para qué, y encasquillándose de alguna manera en esa idea "soy de izquierdas" !pero sin contenido alguno. Una de las funciones también de La Luna fue el ataque contra la progresía, la superficialidad reconvertida.

"Tierno Galván no generó la reovida"

-No queríais identificaros con la llamada progresía sino casi caricaturizarla, pero el que se pone al frente políticamente de la movida, lo cual no deja de ser paradójico, es nada menos que Tierno Gabán.

-Don Enrique Tierno Galván es conocido como un oportunista nato, realmente lo vio, lo olió y se puso a la cabeza. El se ponía al frente de lo que fuera y concretamente en este caso le vino al pelo. No podía haber imaginado una cosa más brillante para ponerse al frente. Aprovechó la circunstancia y ha pasado a la historia como el alcalde que generó aquella situación cuando es completamente falso.

-¿Lo llegaste a conocer personalmente?

-Sí. Fui una vez con José Pedro Martínez a verlo, antes de sacar la revista, para explicarle el proyecto; no nos hizo ni caso. Posteriormente me llamó él cuando yo era director de La Luna. Estuvo muy amable, muy prosopopéyico. Explicándome lo que se debería hacer en Madrid, cuando ya habíamos conseguido una audiencia importante, éramos un producto de interés político para él. Entonces fuimos nosotros los que no le hicimos ni caso.

-¿A qué más políticos has conocido?

-El más simpático desde luego: Senillosa. Quiero hacerle un homenaje, porque fue realmente un hombre estupendo con un espíritu encomiable de libertad personal y de búsqueda de lo que fuera, sobre todo de diversión…

-¿La Luna, empresarialmente, cómo se sostuvo?

-La hicimos mis vecinos y yo. Algunos del colegio. Otros vecinos de casa… Desde luego no teníamos a priori el objetivo de ser periodistas culturales. Hicimos acciones como de 25.000 pts. y sacamos unas 300.000 pts.

-¿Y con eso se puso en marcha?

-Pues sí. Lo que pasa es que el primer número tuvo un éxito apoteósico. No sé si vendimos casi 15.000 ejemplares. No nos dio tiempo a hacer una segunda edición, no estábamos preparados ni mucho menos. Se agotó en una semana. Lo que se sacaba de cada número daba para sacar el siguiente, desde luego sin cobrar nadie. Como decía Timermans, que me sucedió como director: "¿Este mes comulgamos?" No, este mes tampoco comulgamos. En la revista participarían mensualmente 40 ó 60 personas. De hecho La Luna vivía de los familiares de los participantes.

-Eso es un buen sistema. ¿Y después de La Luna a qué te dedicas?

-La Luna era una revista madrileñista, para sacar adelante artistas nacionales y gente que se movía aquí, aunque tenía muchos colaboradores de fuera. Mi nueva intención era hacer una revista para ver qué es lo que se hacía fuera de España. Entonces hice una revista que se llamaba Sur Expres para ver lo que se hacía en Londres, en Estados Unidos, en Europa, y en todos los lugares y compararlo con lo que se estaba haciendo dentro, en esta etapa un poco más industrial. Era una revista bastante más cara. La más bonita que he hecho nunca. La mejor también de contenido.

-¿Cuánto aguantó?

-Dos años. No llegó nunca a cuajar. Yo creo que siempre he hecho la misma revista, con diversos nombres y diversos formatos. En ese caso intentaba lanzar otro tipo de mensajes que no fuera miramos el ombligo como era un poco la anterior.

"En La Luna teníamos a los jóvenes"

-Era mirarse un poco al ombligo pero encontrar cosas que no se habían visto aquí antes.

-Claro, efectivamente, en eso La Luna fue un mero espectador. La Luna no generó nada, ni creó nada, ni fue líder de nada. La Luna fue como un espejo o intentó ser un espejo de lo que estaba ocurriendo: que era un momento de liberación, un momento muy excitante de la gente que por primera vez se encontraba libre y sin trabas para hacer lo que quisiera. La Luna cumplió su objetivo concreto, coyuntural, que era sacar a la gente del anonimato en un momento en el que por otra parte los grandes medios sólo se ocupaban de sí mismos también, es decir, que venían los exiliados, venían los intelectuales de la República, venían todos los ancianos del mundo y eran los que salían en la prensa normal, y nosotros teníamos veinte años y nos dedicábamos a nuestra gente, evidentemente.

-¿Y qué ha quedado de todo aquello?

-Todo el mundo sigue, menos los que se han muerto que también han sido legión. Aquella época que era un poco de experimentación con drogas, un poco inocente y absurda, en el sentido que nadie sabía qué resultados podía tener, no había información al respecto y cascaba la gente como por minuto. Falta de la generación un 30% y quizás además los más interesantes y los más arriesgados.

-Faltan por fallecimiento. Es tremendo.

-Sí. Entre las drogas y el sida. Han sido principalmente los dos elementos que han acabado con gran parte de la gente, sobre todo la gente más vanguardista, los que iban un poco más allá y buscaban algo más lejos de la cotidianidad.

-Sur Expres no llega al éxito social de La Luna.

-No, evidentemente. Había pasado la moda de la cultura y ha empezado la moda de la economía, de la época de Conde y el pelotazo y está la beautiful people en la cabeza del asunto y se desvía completamente la atención. Ya la gente no está interesada en cantar, en escribir, en pintar, sino en hacerse millonario, que es el final de los años ochenta.

-¿Y después de Sur Expres?

-Después hicimos una revista muy interesante, muy extraña, bilingüe, en inglés-español. Se llamaba Arena Internacional del Arte, la hicimos específicamente sobre arte contemporáneo. Era bimestral. Y también fue como un juego, duró un año sólo. Fuimos a las ferias internacionales, intentamos lanzar la hipótesis de que desde España hubiera una revista que se leyera también en el extranjero.

-¿Y se leyó?

-Hubo, tuvo un momento. Todo lo que se ha hecho tuvo un momento de gloria durante dos semanitas (risas), que siempre daba como ese gustillo: caramba, caramba esto puede salir. Quizás nos ha faltado perseverancia, vocación real. Acabó con la invasión de Kuwait, que fue cuando se acabó el arte contemporáneo, la economía contemporánea y todo lo que quedaba. Todos los ciclos están ahí claramente representados. Del 86 al 90, los años del pelotazo famoso, había dinero para todo y el arte se convirtió en uno de los elementos especulativos de ese dinero sobrante.

-Un Barceló.

-Por ejemplo. Había momentos en los que con Barceló se especulaba hasta conseguir triplicar su cifra. Pasaba por cuatro manos en un mes.

-¿Y qué te planteaste hacer después de Arena Internacional?

-Pues hubo una época en mi vida en la que ya no pensé hacer más revistas hasta que me llamaron de El Europeo y me encargaron hacer un trimestral. Era una revista más profunda: de opinión, de reflexión, de pensamiento y de creación. Que era mi interés en un momento determinado. Creo que a partir de los años noventa, también a su vez los diarios, las televisiones, todo se hace más complejo. Se creó, se crea, una cantidad de información que la gente ya casi no puede ni asimilar. Porque todos los periódicos tienen siete secciones, doscientos suplementos, todo tipo de fórmulas de información que hace que la gente ya no pague dinero por una revista, porque para qué más, si cierras los ojos y te informas. Entonces creía, vamos sigo creyendo, que el único hueco que queda es el de mostrar la creación en directo. Que haya un hueco donde no solamente se informe, sino donde los propios artistas puedan expresarse, puedan publicar sus relatos, o sus ensayos, o sus trabajos, dibujos, pinturas, o sus guiones…

"En los 80 había más espíritu grupal"

-¿Hay creación en España?

-Sí. En España hay una gran habilidad creativa, desde luego. Lo que no había desde luego era una gran excitación, la excitación de ese nivel se perdió en los ochenta. Lo que ya había era unas estructuras muy sólidas. Había editoriales fuertes, productoras de cine potentísimas. Había y hay, la posibilidad de que si haces algo, puede explotar y puede tener un éxito.

-¿Hay ahora más individualismo que en los ochenta?

-En los 80 efectivamente había más espíritu grupal y sobre todo más discusiones. Había un odio mucho más divertido. Todo el mundo era enemigo pero a la vez todos tenían obligatoriamente que trabajar juntos. En los noventa cuando entra el imperio del dinero ya todo se caracteriza por tanto vendes tanto vales. La siguiente generación y siguientes en general no se han responsabilizado de esto, simplemente se han dedicado a ponerse a la cola de las grandes productoras o de las grandes compañías a ver si les cogen, pero desde luego no han hecho ninguna actividad grupal.

-Todo aquello ha envejecido enseguida.

-Totalmente.

-Tú qué edad tienes?

-Yo 46.

-La movida ¿no fue un espejismo colectivo?

-Sí, si no es que sea nada más, si es que en la vida no hay más que espejismos, yo no conozco nada que no sea una mera ebullición paisajística.

-¿Y ahora qué haces?

-Producciones y ediciones accidentales .Fundamentalmente discolibros. La colección LCD El Europeo.

-¿A quién le has hecho disco-libros?

-Empezamos haciendo uno de Luis Eduardo Aute, como un experimento único y así un poco especial para ver qué salía de ahí, fue un éxito interesante, y hemos hecho Luis Pastor, Julio Gustavante, Martirio, Ricardo Solfa, Enrique Morente, Muguruza, Fátima Miranda, ahora estoy sacando a Anton Reixa.

-De hecho es que el libro ha pasado a ser un producto de prensa periódica también.

-Efectivamente. Vivimos ahora mismo la dictadura de la actualidad que es una cosa pesadísima y aburridísima y que no sé como la gente la sigue tan fervientemente porque nadie se ha enterado de nada. La gente tiene un hueco cultural enorme, impresionante. Nadie ha leido nada de lo interesante, nadie sabe, conoce para nada la historia del arte, nadie sabe ya prácticamente ni de los clásicos de cine, cero, cero, cero. Vivimos un poco la etapa del "torrentismo", así la denomino yo, que es como el chiste fácil, la gracieta, lo que se considera ahora contracultural o alternativo, es un poco de chiste, es así como muertos de risa. Más bien muertos que risueños.

-¿Tú has escrito algún libro?

-No, ni lo haré jamás.

-¿Por qué lo dices con tanta seguridad?

-No es lo mío. No es a lo que me dedico ni a lo que me dedicaré. Me lo han propuesto muchas veces pero todo ese proceso…

-A ti que has pasado por tantos avatares, el contar esto en un libro sería un testimonio de veinte años de vida española.

-A lo mejor dentro de otros veinte lo veo más claro. Había una cosa que decía Paloma Chamorro que me gustaba mucho, decía que no era su función hacer arte sino mostrar las cosas que hacían los demás que ya eran suficientes y de las cuales le sobraban más del ochenta por ciento.

"Este es un país salvaje"

-En ese sentido tú serías un personaje que se desenvolvería mejor en Nueva York que aquí. Aquí estás un poco fuera de lugar.

-Este es un país salvaje. Aquí tiene que estar todo el mundo agarrándose a las esquinas para que no se lo lleve el viento, con lo terrible que es eso, con lo que obliga a la prostitución permanente y a estar al viento que más vuela para estar atento a todas las circunstancias, más que atento a tu propio trabajo que debería ser lo lógico. Aquí no hay forma de instalación natural. Aquí tienes que estar en permanente baile de San Vilo viendo por donde corren los tiempos, porque lo que te parece interesante una mañana, el día siguiente no existe… Quizás a lo mejor dentro de cincuenta años sea un país con otras estructuras, que son estructuras mentales más que económicas o industriales. Quizás entonces la gente pare el carro, se pare a leer, y a vivir y a disfrutar, a veranear, a trabajar, en lugar de ir todos corriendo a no se sabe dónde, que llevamos así ya bastantes años.

Víctor Márquez Reviriego


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