Amor al zurriago

Arco 2009

Un rato antes, como quien dice, de leer la entrevista que Amalia Bulnes le hacía en Arco a Luís Gordillo, en una tertulia se clamaba contra el lujo de San Telmo; lleno aquello de grúas y andamios, al concretarse más la opinión, el lujo resultaba ser haber contratado a Guillermo Vázquez Consuegra como arquitecto de la obra, con lo cual brillaba una vez más la esquizofrenia de una ciudad que, por un lado, tiende a un chauvinismo exultante y, por otro, desdeña los valores propios que surgen en cualquier campo, salvo en el de la torería.

La entrevista al pintor, afincado en Madrid hace muchos años sin perder lazos reales con Sevilla (cuando se le encargó el cartel de la Bienal lo hizo por un precio irrisorio) demostraba no sólo que él seguía muy de cerca las hornadas de artistas paisanos sino, además, que éstas se han venido sucediendo ininterrumpidamente y que estaban bien representadas en la Feria Internacional. Pero, doblado El Correo y entrando en reflexiones, surge la evidencia de que esos nombres no son de hijos pródigos sino de exiliados de las instituciones y de las distinciones; sólo entran en la opinión pública en momentos de zurriagazos.

Para ellos –de Ignacio Tovar a José Miguel Pereñíguez (ahora cuelgan en Rafael Ortiz sus cuadros), pasando por Antonio Sosa, Curro González, Patricio Cabrera o Miki Leal –por citar sólo a quienes aparecen en el artículo- no existe un hueco amoroso en el corazón ciudadano, no son glorias de Sevilla. Otra cosa sería si fueran toreros; entonces estaríamos orgullosos de su arte y de que éste nos representara. Pertenecerían a una escuela sevillana defendida ante el sursum corda. Por eso deberíamos pensar en acudir al psicoanálisis; a lo mejor descubrimos que en lo profundo de la ciudad está el siglo XVIII, enroscado en su alma como un zurriago.

Antonio Zoido
escritor e historiador

www.elcorreodeandalucia.es

 

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