Ignacio Tovar: «En los 80 la vuelta a la figuración fue cruel para los abstractos»

Ignacio Tovar

Ignacio Tovar sigue pintando entre sus esencias de niño. Castilleja de la Cuesta es tan importante para su vida como lo fue luego en la biografía de su paisana, la pelirroja Rita Hayworth. La sala Chicarreros de la Caja San Fernando de Sevilla ha inaugurado la exposición titulada «Arqueología vertical» que, comisariada por Mariano Navarro, intenta hacer una aproximación a la obra de este artista.

-La exposición se basa en la colección que me compró la Caja San Fernando, pero sólo con estos fondos se quedaba corta. Por eso se ha organizado una exposición en la que los fondos encajen formando parte de algo más general. Mariano Navarro hizo conmigo «Madre Agua» junto a Pedro Calapez en el Caac. Además, Mariano Navarro es un comisario que nunca ha dado la espalda a la pintura española. Él, desde que empezó, siempre ha defendido la pintura y por eso ha sido el más apropiado para hacer esta muestra.

-¿Se le da demasiado la espalda a la pintura?

-En los foros donde tienen capacidad de dominio de la palabra, sí. Un artista conceptual tiene que saber explicar las cosas porque trabaja con conceptos. Ese tipo de artistas es fácil que explique sus objetivos. Uno que está dotado para la pintura y que nunca ha tenido necesidad de hablar ni poner en palabras lo que cuenta, no. A veces parece que la palabra tiene más autoridad en un momento dado. Ese es el sentido de marginación de la pintura.

-Llevan demasiados años diciendo que la pintura está ya muerta.

-La verdad es que lleva siglos muriéndose, pero siempre aparecen pintores y existe una constante renovación en la que los artistas encuentran en la pintura un espacio desde donde pensar.

-El espacio a usted no le da ningún vértigo.

-No, al contrario. Con Rothko, por ejemplo, lo que más me impresiona es el espacio que su obra me deja para permitirme pensar, y de ahí yo tomo decisiones y posturas vitales. Hay pintura que crea un espacio para pensar. Otra no, claro.

-¿Siempre ha querido pintar?

-Ni siquiera recuerdo desde cuando, sólo se que cuando era chico me daban un papel y un lápiz me sentaban en un esterón, y ya no había niño y que intentaba dibujar los «san josé» de aquellas cajas de membrillo. También tengo un recuerdo extraño y es la primera vez que pinté sobre una pared de cal de mi casa y me dí cuenta de que yo mandaba sobre la línea, y que ésta subía o bajaba según mi voluntad.

-¿Y alguna vez quiso dejarlo todo?

-No, que va, nunca. Lo que sí ocurre es que si mi esclerosis múltiple me hubiera impedido pintar, lo que me aterroriza, entonces pienso, ¿qué haría yo tirado en el sofá? Nunca he tenido crisis con mi obra. En el momento en que pasaron más de mi obra fue en los años 80, yo era un pintor abstracto y la vuelta a la figuración fue muy cruel, a mucha velocidad. Tenías que ser joven y figurativo, y yo no era ni lo uno ni lo otro. Pero tuve la suerte de que como trabajaba en el Museo de Arte Contemporáneo me relacionaba con la gente joven y comisariaba exposiciones. Por ejemplo, en aquella época apoyé a la gente del grupo Figura. No, no me sentí nunca solo. Los aires no iban a mi favor, pero nunca pensé dejar de pintar.

-¿Cual ha sido el momento de clave en el reconocimiento de su obra?

-Primero la exposición Metamorfosis en 1993, en la sala de la Fundación Luis Cernuda. Se hizo un libro, además de la exposición y supuso un reconocimiento del mundo del arte. Además, en ese momento no existía ese vértigo de los 80 entre figurativos o no, en que o encontrabas sitio o te lo quitaban. Y luego, rápidamente se esfumó la ilusión de ser artista internacional. Quedaron los que quedaron, pero nada más. Y el segundo momento fue la exposición «Madre Agua» junto a Pedro Calapez. Fue una exposición que salió muy bien, y también la primera vez que pinté polípticos. Consecuencia de aquello son los dípticos que pinto ahora. A partir de entonces me he sentido a gusto y ello ha tenido mucha repercusión en mi obra.

18-4-2006 . Hemeroteca ABC.es

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