«Enamorados», del Artísta José Rodriguez

El Gran Amante - de la exposición Enamorados, del Artísta José Rodriguez

“He atravesado océanos de tiempo hasta encontrarte” , Del libro Drácula, de Bram Stoker.

Hay ciertos conceptos que son intrínsecos al ser humano y su naturaleza, que están tan arraigados en nuestro sentir emocional como en nuestra asimilada cotidianeidad. Estos conceptos, se revisten de letras y se convierten en palabras que arrastran significados conocidos pero inabarcables, que creemos que nos pertenecen por derecho. Quizás, uno de los más poderosos es la que valientemente ha abordado José Rodríguez en esta última exposición: el amor. El amor se aprende pronto, uno se pelea y se reconcilia constantemente con él, disfruta cuando lo tiene, lo culpa de las miserias, pero siempre lo busca y lo busca. El ser siempre quiere amar, lo necesita para su cuerpo, para su alma, para encajar en su sociedad.
“Enamorados” habla de todos esos amores, del correspondido que refleja la pareja perfecta de rubia con militar americano en  Beso con mosca, y del que nos vuelve locos e irreconocibles por estar destinado al fracaso, como la revisión moderna de La bella y la bestia que el artista hace en El gran amante. Rodríguez se zambulle en la búsqueda de esa pasión de los amantes a través de su habitual estética pop, y facilitando un programa iconográfico bien elegido y muy trabajado, que dota a toda la obra de una unidad conceptual que se refuerza en cada lienzo y acuarela.
Observamos la presencia de nuevos elementos que se revelan como símbolos relacionados a lo largo de la historia con lo diabólico, con el mal. Acechantes, ranas, moscas, escorpiones, escarabajos y pequeños lagartos, se instalan cerca de los enamorados para recordarles que el idilio que viven es débil e imperfecto, susceptible de fracasar en cualquier momento. Este peligro inminente lo trata José con extrema sutileza, sin efectismo, completando algunas composiciones con coloristas bodegones frutales que sacian visualmente nuestro apetito.
El interés del creador es el de traer un lenguaje que pertenece a otra década, aquélla en la que la publicidad llegó a los salones de los hogares irrumpiendo con productos de consumo, para hablar del amor, de la belleza, de la perfección y la felicidad. Sin duda, el periodo que residió en San Francisco, California, ha sido definitivo en la estética del artista, quien posteriormente ha encontrado en escenas y figuras clásicas una genuina combinación para su manera de contar sus historias.
En El juicio de Paris, descubrimos a un Paris sacado de su tiempo, inspirado en el maletilla de un antiguo anuncio de Fundador, y junto a él, las tres gracias que se disputan el puesto de la más bella, todas ellas en combinación y con medias negras, sobre un fondo rojo que nos seduce e inunda de fuego vivo, de pura pasión. 
Apreciamos la continuidad de un elemento característico del artista, el de conjugar dos imágenes independientes que en la linealidad que las une tiene la huella de un cartel que pareciera haber sido cortado por la mitad. Son dos carteles dentro de un lienzo; un monstruo marino, Il mostro di mare, que ataca un barco ante la aterrada mirada de una pareja y debajo, una joven despreocupada que habla por teléfono animadamente mientras cambia su disco de vinilo. Los personajes y situaciones que Rodríguez ha escogido bien pudieran compartir viñeta en un afamado cómic a color, bien pudieran ser fotogramas de películas con finales felices, donde todo es perfecto aunque, nunca se sabe…

Galería Isabel Ignacio
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