AISLADOS. LOS AÑOS 80 EN LA COLECCION EL MONTE

WEB AISLADOS. LOS AÑOS 80 EN LA COLECCION EL MONTE

Cualquier elemento dentro de un entorno hostil encuentra obstáculos, barreras infranqueables que permanecen selladas al cambio y a los nuevos tiempos. Todo lo desconocido crea inquietud, miedo e incertidumbre.

En Sevilla se vivieron momentos hostiles, la ciudad que fue barroca, seguía pujando por postulados tradicionales, por formas ancladas en el pasado, pretendiendo ser lo que en un tiempo ya remoto fueron. La Academia luchaba implacable contra todo lo que parecía traer vientos de modernidad. Lo nuevo asustaba y se cerraban los ojos a lo que parecía inminente: el cambio.

En medio de esta encrucijada política y cultural, unas pocas figuras comenzaron a sobresalir, percatándose de que la provinciana Sevilla necesitaba abrirse al mundo, a lo que ya estaba hecho, y sobre todo, a lo que en esos momentos se estaba realizando.

Las miradas al exterior eran cada vez más amplias, los artistas tenían la necesidad de descubrir nuevos horizontes, en una búsqueda incansable de modernidad.

Artistas  cercanos entre sí generacional y geográficamente, lo que se conocía ya a principios de los 80 como Grupo de Sevilla. Un grupo de artistas de distintas partes de Andalucía, que coincidieron por distintas causas en la ciudad, y que fueron no solo la avanzadilla de las nuevas tendencias del arte español de los 80 sino quienes lo hicieron con mayor personalidad, con mayor soporte teórico, con una mayor adecuación simultánea con la situación internacional, incluso con un mayor aporte idiosincrásico.

Ignacio Tovar, Manolo Salinas, José Ramón Sierra, Gerardo Delgado o Luis Gordillo, constituyeron la ruptura con el panorama artístico tradicional en Sevilla, y por extensión en Andalucía en los años setenta. Buscaron las maneras, las formas, las técnicas, tomaron como modelo lo que se consideraba como actual. Se encontraban dentro de un mundo  que no apostaba por ellos, aislados, solos, sin más compañía que sus ganas de vivir y de pintar.

Tras ellos una segunda generación de pintores cuyas expectativas se habían ampliado, venían de la mano de los primeros, pero la ciudad y el mundo artístico continuaban estando sumergidos en un ostracismo social y cultural. La primera generación creó un pequeño agujerito por donde Guillermo Paneque, Rafael Agredano, Rafael Zapatero, Federico Guzmán o Patricio Cabrera descubrieron cosas nuevas y  remotas, pero necesarias para estos jóvenes inquietos y llenos de vitalidad expresiva. Pero también se encontraban desangelados, en ocasiones perdidos, tan solo disponían de una fuerza vibrante y urgente que les hacía vivir cada instante intensamente; pintaban como vivían y en su vida cualquier pasión tenía cabida. Comenzaron a ser independientes, probaron  la dulce miel de la libertad.

En esos años intensos, rápidos y bulliciosos, la sociedad parecía haberse dado cuenta de la necesidad de cambio. Los 80 fueron años pintados, un incendio colorista que dio una apariencia distinta a la realidad social existente, en una búsqueda de libertad. Libertad que éstos llevaban por bandera, como único discurso y forma de expresión. Libertad plástica y espiritual, que se vio plasmada y difundida por la revista Figura.

Sentimiento presente en una generación natural, ácida y rebelde, provocadora y entusiasta, donde los artistas no crean para nadie sino para ellos mismos. Entre ellos existe una conciencia común de estar cumpliendo un compromiso de época, contra una tradición anquilosada. Con ellos se abre un nuevo camino en la creación artística sevillana. Condujeron al arte por el sendero de la contemporaneidad, echando a la calle el solapado aislamiento del arte sevillano.

El Centro Cultural El Monte esta ubicado en el mismo espacio donde años atrás se reunían un grupo de jóvenes artistas que son los protagonistas de nuestra exposición, el bar "La Isla". Allí hablaban de sus inquietudes y  se forjarían sus lazos de amistad. De esta forma con el título escogido, se hace un guiño a ese centro de reunión, testigo del nacimiento de este grupo de amigos que revolucionarían el panorama artístico sevillano de la época.
 
FELICIDAD, LIBERTAD, INDIVIDUALISMO son las ideas que llevaban grabadas nuestros artistas y que arrojaban con entusiasmo en sus obras creando composiciones plásticas sin parangón posible. Esta exposición pretende llegar a todos como evocación de aquellos años o como información de lo que fueron lo que fue el despertar de una noche oscura, el renacer de la sociedad, la cultura y el arte, los maravillosos años 80 en Sevilla.

Haciendo historia…

Muchos son los factores que intervienen en la relación entre el artista y el público en nuestra sociedad, pero es a lo largo de estos años ochenta donde podemos ver el gran desarrollo. Los mediadores, son imprescindibles para que un artista hoy por hoy pueda alcanzar lo máximo de su propio potencial.

Estamos ante una sociedad que acaba de salir de una dictadura (1975), donde acaban de celebrarse las primeras elecciones libres. Desde este momento comienza el cambio de actitud hacia el arte contemporáneo.

Las galerías de arte, realizan sus primeras actuaciones importantes en la década de los sesenta, pero hasta los setenta no generan la mayor parte de sus iniciativas y es en los ochenta cuando adquieren su mayor auge como mediadores de los artistas. Es el caso de la galería de arte "La Pasarela", la galería "Vida", galería "Melchor", galería "Rafael Ortiz", el Centro M-11, galería Juana de Aizpuru, galería "La Máquina Española"… Son todas estas las que en los años setenta y ochenta fomentan a los artistas sevillanos y además trabajaron con artistas internacionales, lo que ayudará al influjo que ejercieron en estos artistas sevillanos. Además de la creación en los años setenta del Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla.

Es también de vital importancia el impulso que proporcionó Juana de Aizpuru, con ARCO, donde en aquellos momentos se promocionaron esos artistas jóvenes de gran fuerza y vitalidad.

A nivel académico pocos fueron los cambios, aunque es importante señalar la labor realizada por el catedrático de Historia del Arte de la Facultad de Bellas Artes Joan Sureda, quien tuvo entre sus alumnos a parte de estos renovadores. También fomentó en este momento de ebullición el Arte Contemporáneo. Dentro de la Facultad también surgió la Revista Figura, la cual no tardaron en tomar como suya estos artistas para plasmar sus ideologías como elemento aglutinador. Dirigida por Guillermo Paneque; y como mayor promotor del grupo, a pesar de la diferencia de edad, Rafael Agredano. Contó  con gran participación por parte de los críticos como Kevin Power, Bonet,  Anna Maria  Guasch…
 
Y finalmente la presencia de instituciones, como es el caso de la Fundación El Monte, de la mano de Paco Molina, quien fue la pieza clave en Sevilla en cuanto su labor de dinamizador cultural. Desde el principio comienza a introducir los movimientos de vanguardia europea y se dedica a una frenética divulgación y promoción del arte sevillano. De su mano provino la renovación en el montaje de las exposiciones y fue él quien adquirió una gran mayoría de la colección de obras de arte contemporáneo de la Fundación.  

Gracias a todo este cúmulo de factores, podemos decir que el arte en Sevilla tuvo su renacimiento y despertó de manera eufórica, ante ese inmovilismo de la actitud burguesa sevillana de profundas raíces tradicionalistas, embarcándose de golpe y porrazo en el carro de la Posmodernidad.


La invasión de los bárbaros
(¡Oh siempre gloriosa patria mía, tanto por plumas cuanto por espadas!)

Rafael Agredano

En Esperando a los bárbaros -una especie de ¡Bienvenido Mr. Marshall! A su estilo- Kavafis habla de un pueblo que, congregado en el foro, espera ante la indolencia acomodada en peculiares comportamientos e ideas de sus intelectuales y gobernantes, la llegada de los  bárbaros. Transcurrida la jornada los bárbaros no llegan. El pueblo regresa a su cotidianeidad y al hastío ya sabido de los días iguales, lamentándose de que los bárbaros al final no llegaran:

¿Y que va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?
Esta gente, al fin y al cabo, era una solución.

En 1.985 Ignacio Tovar, tomando como referencia este poema tituló acertadamente Ciudad Invadida, a una exposición por él comisariada y  que sería la presentación monográfica en sociedad, y  desde un organismo público, del conocido (fuera de Sevilla) como "Grupo de Sevilla"; un grupo que ni es ni era tal en sentido estricto porque, como he escrito en alguna ocasión: "no éramos un grupo pero salíamos juntos y nos queríamos": un comportamiento sensato que influyó en la difusión de nuestro trabajo.  Tan sensato que llamaba la atención como peculiaridad loable -la única- entre nuestros estólidos detractores que se podían haber dedicado a mejorar  lo suyo en vez de al abominable deporte de la envidia sin argumentos, ya que para demostrar lo absurdo de sus actitudes ni siquiera  solían estar, inexplicablemente, bien avenidos entre ellos excepto para criticar a quienes no criticábamos a nadie porque no teníamos necesidad, incluso habíamos hecho una revista donde como condición auto impuesta no salíamos nosotros sino precisamente algunos de quienes abominaban de nosotros -los que pasaban el control de calidad-. Una estupidez, la suya, que explica sin necesidad de más argumentos aquello de ¡Qué caída más tonta!
Los títulos son casi un género literario en sí mismos. Dan enormes quebraderos de cabeza hasta que aciertas de pleno con ellos definiendo lo enunciado, como debe ser su cometido. No me imagino a Dostoyevsky titulando "s/t" a esa obra de ingeniería llamada Crimen y castigo o a Proust haciendo lo mismo con lo suyo después de tan larga búsqueda.
Para quienes lamentamos  el desastre que supuso que Napoleón no triunfara en nuestro país, lo que habría significado la entrada de la Ilustración en España, la llegada de la democracia supuso ¡que ya era hora porque vaya plan! Y un enorme alivio, etc.
Con Ciudad Invadida, Ignacio Tovar supo definir, con la profunda sencillez sintética que da la sabiduría de la que es poseedor, lo que ocurría en el panorama  artístico sevillano: ¡habían llegado los bárbaros!: Libertad, Igualdad, Fraternidad  ¡y mucha pedrería! que diría la Fanny  Macnamara, pero en particular la puesta al día del arte  en  una ciudad que ocupa en la historia de la pintura española un puesto de honor, por mucho que intentaran negarlo. A los bárbaros hay que agradecerles que tuvieran el detalle de incluir en sus teorías posmodernas del arte de esos años el concepto de periferia: una modalidad "new romantic", que les hizo venir a descubrir talentos a los mares del Sur como hicieron sus antepasados y ¡oh sorpresa! los encontraron.

 A pesar de la insistencia inexplicable por situarnos en la categoría de bluff, (básicamente desde Madrid donde ya, por cierto  no queda ningún, ninguna  camarada del metal de aquellos días: todos se han vuelto a su pueblo a dar clase) la sevillana  fue la única situación de grupo de todas cuantas surgieron en los ochenta que realmente funcionó como tal y la única que ha durado hasta hoy. Los "nombres" de entonces siguen en su mayoría siendo "nombres" hoy y, con sus más y sus menos y los bandazos que da la vida, continúan en escena y de "gira".

De las críticas que recibíamos quedan algunas anécdotas: El colorista Dis Berlin, entonces metido en esa movida madrileña refrendada por la Luna de Madrid tituló una de sus obras "No pasarán".
 "Los sevillanos", a parte de ser artistas, nos habíamos dedicado a informar desde el año ochenta y tres sobre arte y a promocionar desde Sevilla, con seriedad, a otros artistas a través de nuestra revista. Artistas, muchos de ellos, que no sólo no eran sevillanos sino que  además estaban ubicados en el centro de los mass media: la Corte. Una corte conocida universalmente en esos momentos por su famosa y divertida "Movida" pero con poca enjundia para determinados temas, como por ejemplo el del arte local, por muy estupendo que fuera su mundo nocturno. Tan estupendo que  hoy casi todos sus miembros (salvando algunos nombres universales por todos conocidos que se cuentan con los dedos de una mano) son camareros o tienen un bar… en su pueblo.

Como decía, nos presentamos en la exposición de Dis Berlín sin otro ánimo que el de ver su trabajo. Él sentado en una mesa en el extremo de la sala (debe ser de esos artistas currantes y entregados que cuando exponen se van a vivir a la galería como el que pone un tenderete por si alguien quiere que el artista le explique la exposición, lo que pone muy nerviosos a algunos galeristas) pareció no vernos haciéndose el ausente e intentando perder la mirada en el infinito por el método Stanislavsky.
 En un alarde de imaginación había pintado una Puerta de Alcalá estampada con  lunares. Como somos chicos elegantes al salir sólo le dije "Mariano, al final pasaron" (esto me recuerda a Forges cada vez que lo cuento) y él, ruborizado, con una sonrisa subordinada  circunstancial  me contestó con una máxima tan  lapidaria y contundente como el peso conceptual de su ocurrencia. La máxima decía lo siguiente: "¿Cómo…? ¡Ah…! ¡Uhum!"

Hay que decir en su favor que nunca más volvió a colgar aquella obra: "Bueno… entonces… yo nos los conocía… -dijo- ahora los conozco y después de conocerlos he cambiado de opinión". ¿Por qué cambió de opinión? no se sabe. Quizá nos habían pintando con cuernos y rabo y no los vio. Si era por eso se equivocó: yo particularmente tengo ambas cosas.
 Ese tipo de tonterías no ofenden y por tanto ninguno de nosotros se sintió ofendido por tal ingenuidad: ya habíamos "pasado" aunque no en el sentido que él decía y además lo sabía. Supongo que Dis Mariano, que es un buen tipo y hace unas cosas decorativas muy bonitas y de muy buen gusto, lo habría hecho para divertirse, en plan caserito y tal, con sus amigos, porque es lo único así conceptual que le he visto hacer.

Contar estos capítulos de "sensación de vivir"  desde dentro, uno mismo, aunque se hagan  en tercera persona, siempre me ha dado un poco de pudor: no es igual que te diga alguien ole con ole y olé, que decírtelo tú mismo aunque sea desde la objetividad como lo estoy haciendo yo ahora mismo y además sin hablar directamente de mí ya que, como siempre he estado en un segundo plano, nunca he sido objetivo de críticas adversas por el simple hecho de que me vayan bien las cosas -en ese sentido nunca he sido envidiable-  ni tampoco he recibido nunca malas críticas por mi trabajo porque, además, como siempre me he hecho el tonto -y además lo he sido- he solido caer bien como suele ocurrir con los buenos actores de reparto.

 El éxito en sí mismo siempre conlleva animadversión por parte de quien no lo consigue, algo de lo que fue víctima Guillermo Paneque, por ejemplo, a quien no le perdonaban que triunfara siendo aún adolescente. Él  convirtió aquella famosa  Figura que hicimos desde Sevilla, en la gran revista que fue, y a él yo particularmente le debo un currículum vistoso o casi el hecho de seguir siendo hoy artista. De no ser por él hoy seguramente me dedicaría al noble arte de la hostelería ¡y eso con suerte! cuando además, parafraseando a un personaje de Melville, tendría que decir: "¡no crea que antes de ser artista no he intentado buscarme la vida decentemente!" 

Ese "no pasarán" de Dis Berlín no solamente no tenía gracia ninguna sino que había llegado tarde: Guillermo Paneque y Patricio Cabrera ya habían "pasado" en el Aperto de la Bienal de Venecia del ochenta y seis;  Federico Guzmán ya había sido seleccionado para "pasar" a la del ochenta y ocho y  Patricio Cabrera, Guillermo Paneque y yo ya estábamos incluidos en la lista de aquella polémica exposición parisina llamada Cinco siglos de arte español -donde también "pasamos"- que puso a todo el mundo del arte patrio  al borde de tirarse al monte como si ¡con toda una vida por delante! con aquello se les acabara el mundo y su carrera: ¡ya se encargarían ellos solos de hundírsela o mejor dicho: de ni siquiera levantarla. No hicieron nada digno de ser recordado, ni  su obra trascendió más allá de la M-30, a pesar de ganar todas las Fulbright -¡porque ellos sí que estaban protegidos!- con lo que conocieron Brooklin aunque Brooklin no los conoció a ellos -y olvídate de Manhattan  ¡Oh siempre gloriosa patria mía, tanto por plumas cuanto por espadas!-: ¡qué lástima de dinero tirado con la de hambre que hay en el mundo!

 ¡Y lo que son las cosas!: Los denostados sevillanos con el gesto de generosidad y humanidad que nos caracterizaba, ese que nos hizo "salir juntos y querernos", terminamos regalándole a Borja Cassani  para su Sur Express (¡si es que para colmo…!) editor de esa Luna de Madrid -revista autocomplaciente y portavoz de las mayores estupideces que he leído nunca en crítica de arte, donde Javier Olivares, que se había tomado el reconocimiento de los artistas sevillanos como una afrenta personal sin saber cómo ni por qué, acusándonos de copiones (cuando éramos el único "grupo" que tenía características propias) y pronosticando para sus "defendidos" la gloria universal… de los institutos de los pueblos de España- esa joya que fue Figura. Tan buena que no supieron qué hacer con ella una vez publicado el material que ya le habíamos dado terminado.

Como no hay mal que por bien no venga, los sevillanos merecimos el honor de que con nosotros se creara un género nuevo: "La crítica rosa basura desde la crítica seria" o mejor dicho "malange",  porque desde luego lo que se dice humor no tenía, ya que todo el mundo no está capacitado para él.

Rosa Olivares (hermana de… sí ese, el de antes) a quien debemos una interesante labor como editora (y yo particularmente que soy muy vago, según cuentan, siento por ella  la admiración que me despierta toda la gente muy trabajadora) que ha llevado a los quioscos información que de otra forma no habría llegado, democratizando y haciendo accesible a los amantes del arte de vanguardia esa información que, antes del uso masivo de Internet, sólo podías encontrar si eras de una ciudad importante. En un artículo abominable en su revista Lápiz hizo lo que jamás debería hacer un crítico: meterse con información de cuarta mano donde no le importaba, es decir, en la vida privada de los artistas como si se tratara de una cuestión de estado y además en un momento delicado de la cuestión personal del artista: como esos gritones de tres al cuarto de la actual crónica "Rosa" televisiva. Esto lo refiero aquí sin maldad ninguna: ¡todo lo contrario! ya que supongo que lo haría para la posteridad y con ánimo de resultar brillante.

Aunque lo más brillante de aquel artículo bajuno de difícil olvido fue una  aclaración de alto valor teórico, hecho con el tacto de un lapidador aunque con bastante menos puntería, en ella venía a decir que lo que estaba ocurriendo en Sevilla no podía ser cierto "porque Sevilla era una ciudad donde nunca había pasado nada".

Yo nunca me he hecho la cera en el bigote y desconozco los efectos psicológicos que puede producir en la mente ese mal rato, pero por la boca -que está debajo del bigote como sabe todo aquel que haya visto un documental de la dos de RTVE muere el pez y para demostrarlo ni tengo que sacar a relucir  a Trajano o  Adriano ni a Velásquez ni a Murillo ni a Gordillo ni… ni… (Como diría el Correcaminos más o menos). Ni siquiera recordar que si alguien quiere hacer una investigación sobre El Dorado tiene que dirigirse a esa joya llamada Archivo de Indias (¡y si nos metemos en las Indias…!). ¡Bah! tonterías de juventud que se dicen en un día malo, sobre todo cuando no se tiene sentido del humor y se quiere ser gracioso. Es mejor que nos quedemos, por ejemplo,  con lo que dijo una gabacha (porque si alguien sabe de España, si alguien se ha inventado lo mejor de España son los franceses, incluso fueron ellos los principales publicistas de "la Movida"): 

Suzanne Pagé, directora del L’ARC del Musée d’art Moderne de la  Ville de Paris y comisaria de "Dinamiques et interrogations", el apartado en el que estábamos incluidos  los artistas españoles  más jóvenes dentro de aquellos "cinco siglos sin perdón", declaraba a una revista francesa especializada: "Si hay alguien realmente informado en el mundo del arte, éstos son los artistas sevillanos". C’est la vie.


ARTISTAS

De  la colección de los años 80 presentada por El Monte, se ha hecho una selección rigurosa. Esta selección responde al discurso que se ha desarrollado en este proyecto.

Se han seguido unos criterios que reflejan lo que sucedió en los años ochenta a nivel artístico-cultural en Sevilla, en función de su calidad, influencias y trascendencias dentro del colectivo.

Nuestra selección no ha de entenderse como exclusiva ni cerrada, aunque si tuvo que ser limitada. Se busca la verdadera eclosión de los ochenta, pero ha sido imprescindible tener presente a los verdaderos padres de la ruptura, en activo también en los ochenta. 

OBRAS

En primer lugar se presentan las obras pertenecientes a la exposición AISLADOS, posteriormente se han introducido el resto de obras de la colección de los años 80 de la Fundación el Monte.

Es por esto que hay que recordar que nuestra selección no ha de entenderse como exclusiva ni cerrada, aunque si tuvo que ser limitada. Se busca la verdadera eclosión de los ochenta, pero ha sido imprescindible tener presente a los verdaderos padres de la ruptura, en activo también en los ochenta.

Es en esta página Web donde pueden acceder  toda la información referente a la colección y participando de igual modo dentro de la exposición virtual.

(EXPOSICIÓN)

-Manuel Salinas
-Ignacio Tovar
-Luis Gordillo
-José Ramón Sierra
-Rafael Zapatero
-Rafael Agredano
-Patricio Cabrera
-Guillermo Paneque

(COLECCIÓN AÑOS 80 DE EL MONTE)
-Alfredo Alcaín
-José María Baez
-José Luis Barragán
-José María Bermejo
-Ricardo Cadenas
-Manolo Cuervo
-Félix de Cárdenas
-Gerardo Delgado
-Pepe Espaliú
-Juan Lacomba
-Joaquín Meana
-Carlos Montaño
-Gonzalo Puch
-Pedro Simón
-Juan Suárez
-Manolo Quejido

 

un proyecto comisariado por CUATRICROMÍA:

ELIZABETH DONAIRE / PAOLA DOMÍNGUEZ / MERCEDES PALOMO / ISABEL ACOSTA

[ + info en http://3w.fundelmonte.es/Aislados/webaislados.html ]

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