De Brooklyn a la Maestranza. Los jóvenes pintores sevillanos apuestan por un arte pensado

Kevin Power . Foto: miradaalarte.com / 2006

El crítico de arte Kevin Power describe en un texto una ficticia línea de metro que une directamente Brooklyn con la Maestranza de Sevilla. En este tren viaja continuamente un grupo de jóvenes pintores sevillanos que en los últimos años han saltado a la escena internacional del arte sin detenerse en el camino habitual de las exposiciones individuales en Madrid o Barcelona. Se distinguen por su reacción contra la pintura puramente intuitiva y la claridad de un proyecto plástico pensado y discutido.

Si las vanguardias han muerto como manifestaciones conjuntas de una tendencia dominante y renovadora, sólo podría hablarse ya de individualidades en la plástica, agrupadas periódicamente por algún crítico en busca de etiquetas para patentar un nuevo producto que lanzar al mercado. Pero en Sevilla se percibe una lucecita roja y parpadeante que anuncia un foco. Y cuando uno se acerca ve que, en efecto, existe un grupo de jóvenes pintores -entre 23 y 30 años más o menos- que se sienten identificados con ideas que los unen en un frente claro con respecto al arte actual.Su primera posición es la del crítico, antes que la del artista. Ellos se encuentran por primera vez en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla -más precisamente en el bar de la escuela- y discuten. La escuela no interesa, ha sido un pretexto para reunirlos en torno a un problema común. Les preocupa el aislamiento con respecto a la plástica internacional. Se trata de encontrar, desde donde están, un nexo con el mundo. A Sevilla no llegan las grandes exposiciones; a Sevilla no van los artistas consagrados; en Sevilla no hay suficientes galerías ni coleccionistas; en Sevilla, a principio de los ochenta, no se puede ser famoso.

El debate en el bar de la escuela se prolonga y alimenta con documentos del otro mundo. Estos jóvenes viajan, a Madrid, a Nueva York, a París, a Francfort, a Venecia, y, como hormigas, traen a su madriguera catálogos, revistas, experiencias. Entonces, estos muchachos de 18 y 19 años deciden, como es frecuente, hacer una revista. Hasta ahí, lo normal. En el número 0 de la revista Figura aparece, entre otros textos, una especie de manifiesto a partir del cual todo marcha como en una pista de alta velocidad.

En Titanlux y modernidad, Rafael Agredano escribe: "Todas las revoluciones están hechas. Ya no hay nada que inventar, pero todo está felizmente para nosotros, para que lo utilicemos como nos dé la gana, cogiendo de dónde queramos. El arte está más vivo que nunca. Fuera de las tradiciones únicas está la libertad, la obra personal que'nos permite niveles de expresión y lectura que la tradición entorpece".

Han pasado cuatro o cinco años desde entonces y el núcleo de este grupo se encuentra ahora entre los pintores españoles jóvenes que mayor interés suscitan en el extranjero. Suzanne Pagé, directora del Arc y comisaria de la exposición titulada finalmente Dinámicas e interrogaciones, integrante de las exposiciones que organizó el Ministerio de Cultura en París este otoño, pretendió hacer una exposición poco didáctica y mostrar sólo aquellas apuestas plásticas que consideraba más interesantes. Visitó galerías y estudios de todo el país y al.final decidió exponer sólo a seis artistas, todos ellos sevillanos. Al final, no se le permitió realizas su idea porque hubiesen quedado fuera otros nombres considerados también importantes dentro de la plástica española más reciente.

Su internacionalismo se ha podido ver como una sofisticación oportunista, pero estos artistas lo ven de otra manera. "Llegamos al conocimiento de otros artistas de la vanguardia internacional que nos habían llegado poco, como Beuys, del que sólo teníamos referencias, y que nos llegó sólo a partir de nuestro conocimiento de los artitas de los ochenta. Nos pareció muy curioso que los artistas. españoles, después de haber dicho no, no, no a todo eso que entraba nuevo, de pronto los admiten y sólo entonces empiezan a enfrentarlos a la vanguardia española. Y eso quesoy gran admirador de algunos de ellos, como de Gordillo, por ejemplo. De hecho, el número cero estuvo dedicado a él".

Moralidad

"No se trataba de ver si copiábamos a los extranjeros o no, sino que asistíamos al panorama internacional como testigos cercanos, a un panorama modélico comparado con el nuestro. El arte era más desinhibido fuera y no se trataba de copiar literalmente lo que ellos hacían sino que nos servía para profundizar en lo nuestro", afirma Agredano.

"Lo que nos preocupaba realmente era una rrioralidad, había un carácter excesivamente moralista de la vanguardia española entrados los ochenta, de los que todavía estaban en el poder de la situación artística, y nosotros no compartíamos esa actitud que no la sentíamos vigente después del movimiento punk y la posmodernidad, o como quieras llamarlo. Esa. convivencia de distintas tendencias, el diálogo que existía entre todas las obras, ese iríternacionalismo y a la vez un diálogo con la propia tradición", añade Agredano.

Parecen haber calculado fríamente una estrategia que los Hevara directamente a esos centros que dominaban su atención. No pretendían responder directamente con la generación de artistas sevillanos precedente sino que se sentían simplemente desconectados de ellos o simplemente indiferentes.

Con él, Guillermo Paneque, Pepe Espaliu, Patricio Cabrera, Curro González, Federico Guzmán, José María Larrondo, Moisés Moreno, Juan Suárez y Salomé del Campo, entre algunos otros, constituyen el grupo de Sevilla. Están agrupados en torno a dos galerías que los han apoyado: Juana de Aizpuru y La Máquina Española, a cargo de Pepe Cobo. El Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla y el Premio de Arte de la Diputación de Sevilla han incentivado también el impulso de este grupo de artistas.

Para estos pintores que se plantearon tan claramente que les interesaba sobre todo que su obra se viera fuera de España, el debate y la relación con el texto escrito es parte importante de su obra y la relación con los otros artistas de su entorno.

Patricio Cabrera fija sus ojos sólo en el extranjero, aunque después su obra hable de otros parajes. "Yo estaba más interesado en lo que pasaba fuera de España. Aquí estuvo viniendo Gordillo y todas las figuras españolas del momento, yo los tomaba como una referencia cercana pero sabía que no eran aquellos de los que yo iba a descender directamente. Cada uno tenía sus miras dentro del grupo. Había una situación de búsqueda. Las generaciones anteriores sevillanas no te orientaban en ese sentido".

Federico Guznián piensa que sí existe una relación con las generaciones precedentes. "El debate al principio no se planteaba, como en otros sitios, como el de jóvenes que responden sobre la generación anterior. Incluso había gran respeto por las generaciones anteriores. No había ninguna dialéctica de manifiesto, había una tensión con respecto a la ciudad, a su aislamiento. Se trataba de cambiar eso".

Rechazo

Un ejemplo, por atípico no menos explícito, es el de Pepe Espaliu. Él es, quizá, el único no sevillano del grupo, es cordobés. No proviene de la escuela de arte sino de la del psicoanálisis. Ha estudiado y vivido varios años en París y conecta con este grupo hace un par de años a través del debate sobre el arte en la revista Figura. Después se dedicó a la pintura y en poco tiempo ha sido reconocido como una de las propuestas más sólidas del arte español más reciente.

"En principio, era un rechazo al arte español que se cree torpe, a aquel del ímpetu y no de la cabeza. Combatimos la llamada intuición hispánica contra la reflexión y la crítica del arte que se hacía afuera. Había siempre muchas interrogantes. No se puede pintar sabiendo siempre las respuestas, pero sí se puede pintar pensando en las respuestas", dice Espaliu.

"Éramos críticos con la plástica en general, en particular con lo que sucedía en el resto de Europa. Nuestra lucha se planteaba contra una línea menos española, contra ese voluntarismo carente de programa. Plásticamente todo está hecho, no se puede avanzar en la renovación de las formas. Intentamos movernos por eso en un metalenguaje; a pesar de la aparente muerte de las formas, se puede seguir avanzando".

En sus catálogos, estos artistas escriben frases en sus cuadros y se escriben los textos los unos a los otros. Textos precedidos por epígrafes variados, con tendencia a lo poético o a lo combativo. Guillermo Paneque escribe como epígrafe en un texto de su exposición: "canciones para una Navidad feliz. "Para mí utilizar ciertas frases o palabras escritas no es desvelar el significado del cuadro, ni es el título, ni es su explicación. Yo lo planteo como otro elerriento que funciona integrado, es como si en lugar de meter una figura metes un texto. A veces es vital la tensión que hay entre el texto y figura y los otros elementos que existen. A veces son retahílas de frases sin sentido aparente, pero en realidad son juegos privados que tienen un sentido muy importante para mí".

FIETTA JARQUE 12/12/1987

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