Carmen Laffon. CRÍTICA por JUAN MANUEL BONET

Juan Manuel Bonet entorno a los años 80. Foto: Buades

Su arte nacía del paisaje dialogado», decía Lezama de Bonnard. Paisaje dialogado: la definición le va de maravilla a la pintura última de Carmen Laffon. Cada vez más pintora, alejada más que nunca del tema o de la anécdota, irreductible más que nunca a. historias de tendencia o siquiera a historia a secas, el lugar aparte de la pintora sevillana se confirma en esta su última exposición.Lo excepcional de Carmen Laffon, es que, situándose a contrapelo del discurso y de la práctica moderna de la pintura, no por ello se instala en el pasado o lo repite. Aparte de: interesarle sobremanera el arte contemporáneo -bien lo saben sus amigos pintores, o sus alumnos de la Escuela de Bellas Artes-, para ella como para tantos otros creadores de nuestro siglo (y por algo he asociado de entrada a Lezama y a Bonnard) aceptar una tradición e ir a buscar en el pasado sus fuentes, supone tan sólo un punto de arranque. El resultado -y a la vista está- nada tiene que ver con lo que en un momento se vino a llamar realismo cotidiano.

Con los años, como ha dicho Gerardo Delgado en Pliego, va desapareciendo «un mundo literario, un poco decadente y mortecino», búsqueda del tiempo perdido cuya expresión más acabada serían las Historias de Marcelina. El puro temblor de la luz en La cuna, el laberinto espacial de la Sevilla alta en La terraza, las impresionantes figuras yacentes expuestas en Egani en 1971, son hitos en un caminar hecho de eliminaciones, de reflexión, de lenta maduración. Unos simples objetos sobre una mesa, casi en el blanco, o el emerger de paisaje en la mancha, o el rincón de patio que es pretexto para unos juegos de luz: ésta ha sido en los últimos años la pintura de Carmen Laffon.

Sanlúcar, la playa de la Jara, el río en las cercanías de la Cartuja o a su paso por Coria, son los motivos de su actual exposición. Esplende la luz en estos cuadros y dibujos. Esplende un sur secreto. Han podido quedar desconcertados quienes hubieran deseado que la pintora se hubiera quedado detenida en su pasado, quienes hubieran preferido que la anécdota siguiera teniendo mayor peso. Pero está clarísimo que Carmen Laffon está pintando mejor que nunca, y que el ¿nada más esto? guilleniano citado en una ocasión por ella misma, encuentra ahora un punto de perfección extrema. El mar en un día nublado, los tejados de Sanlúcar, las huertas sobre las que va jugando el sol, una pared rosa, el ancho Guadalquivir de Coria: amplios horizontes, silencio del sur, transparencia de la pintura.

JUAN MANUEL BONET 25/05/1978

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