La última pincelada. Nueve pintores ante el momento de terminar un cuadro

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Mientras que para Eduardo Arroyo un cuadro está terminado cuando vive por su cuenta, Antón Patiño cree que la última pincelada se cumple cuando "el cuadro me habla a mí". Antonio López García estima que un cuadro nunca está terminado. Guillermo Pérez Villalta asegura que los cuadros se terminan por cansancio, mientras que Marta Cárdenas pinta sus paisajes en una sola sesión. Menchu Lamas precisa que la biografía de cada uno influye en la decisión "irracional" de terminar un cuadro, y Pablo Sarabia subraya que es difícil racionalizar un procedimiento que no es precisamente racional. Para Juan Lacomba, el problema está en cuándo empiezas un cuadro. María Moreno piensa que "el fin de un cuadro está en tu propio interior". El problema común a todos ellos es cuando apuran la última pincelada.


Eduardo Arroyo (Madrid, 1937), que juega en sus obras con una visión irónica de los signos que identifican nuestro mundo, considera que "hay cuadros que se atraviesan y tardo mucho en terminarlos, pero nunca menos de una semana ni más de un mes. El resultado modifica a medida que el cuadro se va haciendo". El proceso varía en función de cada cuadro.

Arroyo cree que un cuadro está terminado cuando está firmado y con un título detrás de la tela. "A partir de ese momento lo vuelvo contra la pared y no me pertenece. No tengo cuadros míos en mi estudio y tampoco en mi casa. Los encuentro, de cuando en cuando, en museos y publicaciones. En el estudio están vueltos contra la pared". Arroyo asegura que no vive a gusto con sus cuadros. "únicamente convivo con los cuadros no resueltos. En París tengo un cuadro que me está esperando. Un cuadro está terminado cuando está resuelto". Recuerda Arroyo la obsesión de Bonnard, que iba a escondidas a los museos para retocar y terminar sus obras.

Antón Patiño, nacido en Monforte de Lemos (Lugo) en 1957, cree que "el cuadro tiene que ser rápido. La pintura moderna no puede durar, tiene que ser rápida. El cuadro tiene que estar hecho en una sesión. La preparación, la idea, puede llevar meses o años, pero admite soluciones posibles. Pintar un cuadro es ejercer un instante de tu vida. Parto de una idea muy racional, pero la resolución es más instintiva, tiene que haber un ingrediente irracional. La rapidez irracionaliza el trabajo, no da tiempo a pensarlo". Patiño considera que "un cuadro está terminado cuando el cuadro me habla a mí. Frente a la última pincelada, Patiño señala que "el momento del final es el más difícil de todos. En la pintura auténtica no puede haber una idea de final, porque eso sería un presupuesto de una escuela académica. Si conociera el final de antemano conocería un modelo ideal a imitar".

Cuadros enfermos

"Cuando el cuadro habla por sí solo, está terminado. Llega un momento en que tienes la sensación de que ya está, y no se puede describir con palabras esa sensación". Quien así de explicar su sensación ante el final de un cuadro es Menchu Lamas, una pintora expresionista nacida en Vigo en 1954. Cuando empieza un cuadro no lo deja hasta que está resuelto. Pero hay cuadros que es preciso abandonar porque no hay forma de resolverlos. "Entonces lo que hago es borrarlo, porque es un cuadro enfermo. Lo que me gusta es que el lienzo contenga el momento que estás sintiendo. A veces nos llevamos muy bien y lo hacemos muy rápido. Es imposible de saber. No se puede hablar de cosas en general, cada uno tiene su biografía y habla por sí mismo".Para el pintor sevillano Juan Lacomba, nacido en 1954, "hay cuadros que salen al instante, que van directos, al final, y otros que se atrancan meses y meses, y hasta años. Hay cuadros que se proyectan y están ya terminados casi de antemano. A veces los pones de cara a la pared, y después los coges, al cabo del tiempo, y pueden llegar a convertirse en los mejores. Nunca tiro un cuadro. Hasta que no lo veo no lo dejo". Lacomba estima que lo más complicado de un cuadro es cuando lo empiezas, no cuando lo terminas.

Lacomba rememora el privilegio que Velázquez tuvo de retocar sus obras porque convivía en la corte con sus lienzos. "El acabado de un cuadro está en función del debate pictórico. Influye en la dicción, en cómo se dicen las cosas: no es lo mismo decir una cosa de una manera ruda que dulce, y lo mismo ocurre con la pintura", previene el pintor, que ha pasado largas temporadas en París. "Cuando consigo que el cuadro funcione, se aproxime al máximo a la emoción primera, es cuando está terminado. En cierto modo, es una reconstrucción de la emoción".

De reconstruir la emoción también habla María Moreno (Madrid, 1933). Casada con Antonio López García, llega al estudio de su marido con granadas recién compradas en un mercado ,del centro de Madrid. Tiene las manos suaves y sucias de pintura. María Moreno cree que un cuadro está terminado "cuando has puesto en él toda la intención que llevabas". Depende mucho de esa primera intención: "Si la has perdido, el cuadro se queda abierto, frustrado. Se ha perdido, volatilizado la intención". Un cuadro "es una situación tan conflictiva que a veces es difícil saber si está acabado, cuándo has volcado todo el contenido de la emoción en el cuadro y lo das por acabado. A lo mejor el fin del cuadro está en tu propio interior".

Más con menos

Marta Cárdenas, nacida en San Sebastián en 1944, es una reconocida paisajista. "Pinto paisajes y voy al campo. Tengo que pintar muy de prisa, porque el tiempo y el paisaje cambian. Me he propuesto un cuadro en una sesión. Cuando la luz ha cambiado, el cuadro ha terminado. Me he hecho un planteamiento estético que va a favor de eso. A base de trabajar en la naturaleza, junto a mi pasión por lo oriental, he llegado a la conclusión de que un cuadro está resuelto cuando está lo mínimo imprescindible para que se entienda de qué va el asunto, y entonces hay que dejarlo. Quiero hacer un retrato del momento del paisaje. Cuando veo que es reconocible, aunque sea mínimamente, pienso que cualquier pincelada más va a estropearlo". Recurre al poeta Ezra Pound para defender que "lo mejor es lo que quiere decir más con inenos"."Es un poco difícil de racionalizar, porque intervienen procesos sensitivos. Es más una sensación que una certeza. Juegas con un abanico de motivaciones, y la ejecución es un diálogo entre la idea previa y lo que el cuadro te va dando", dice Pablo Sarabia, nacido en Madrid en 1960. "Hay un momento en que el diálogo se agota, y si sigues, el cuadro se convierte en algo distinto. Es dificil de expresar con palabras algo que es muy intuitivo y que tiene más relación con lo visual que con lo verbal".

Guillermo Pérez Villalta, que evoca figuras clásicas en un entomo de obsesiones personales, cree que "un cuadro se acaba por cansancio. Siempre ves cosas que es necesario hacer, hasta que decides que ya no queda nada por hacer en él. No creo que un cuadro tenga un momento claro de finalización". Pérez Villalta, nacido en Tarifa, Cádiz, en 1948, hace hincapié en el diferente sentido de final en función del estilo al que se adscriba el artista. "Un constructivista puede tenerlo perfectamente claro. En mis cuadros no tengo una percepción clara del final. Voy cumpliendo etapas según un orden muy matemático, muy racional. Pero al cumplir ese ciclo, por mucho que te lo hayas imaginado, hay cosas que no funcionan. Yo no creo en los cuadros intuitivos. El arte es la prolongación del pensamiento, y eso es la obra de arte".

ALFONSO ARMADA – Madrid – 30/12/1986

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