Miki Leal, en el momento justo

Miki Leal. Viento de Cara en la galería Rafael Ortíz

Después de su feliz aparición en la Biacs2, de la concesión del Premio Altadis y de su éxito en las dos últimas ediciones de ARCO, se habían creado muchas expectativas con la vuelta de Miki Leal a Sevilla, un regreso que se ha consumado en el momento exacto y en el sitio justo. Ha transcurrido un lapso prudencial desde su postrera aparición, tiempo suficiente para que su obra se haya sazonado con parsimonia, sus maneras se desmarquen de cierto cariz gamberro –que no eran más que ademanes rebeldes de juventud–, y se hayan soltado en lo pictórico. Miki Leal ha cambiado con criterio porque ha sabido evolucionar sin perder el camino. Antes se preocupaba más por cuestiones extrínsecas, por motivos irreverentes de intención evidente y de una ironía más tosca. Ahora se ha volcado hacia el interior en un ejercicio de introspección, de búsqueda de valores sensitivos que le llevan a obviar los recursos narrativos y adentrarse por las sendas de la emotividad.

El grupo de piezas que ha reunido en Viento de cara, que ya han dejado atrás los guiños pop característicos de su etapa anterior (el rock, el cómic, la fiesta, la ropa…), es una selección más sobria y templada que nos descubre un mundo personal diferente, entre contemplativo y reflexivo, que une algunas premisas del pensamiento zen con una versión particular y desinhibida del paisajismo. Una mezcolanza que funciona por la capacidad del artista para crear mundos evocadores que se sostienen por una cotejada lógica propia. Algo inédito en esta muestra es que por primera vez se expone la obra gráfica del pintor, una serie de grabados titulados A sangre fría (homenaje al libro homónimo de Truman Capote que estuvo leyendo mientras los preparaba) que realizó el año pasado en el taller de Dan Benveniste. Imágenes misteriosas en blanco y negro que representan escenarios inciertos cargados de intriga.

Una constante en el trabajo de Miki Leal –un artista que cuando pinta es muy dibujante y cuando dibuja es muy pintor–, es el uso característico del papel como único soporte. Además de la rapidez, de la inmediata respuesta del gesto con el pincel, le interesa el efecto acuoso, desvaído, de la acuarela y el acrílico sobre la superficie, medios que producen unos resultados más sugerentes que la rígida impresión del óleo sobre el lienzo. Él empezó con bolígrafos y con lápices, haciendo dibujos. Y de manera progresiva la obra se ha ido compactando, llenándose de formas y de colores; convirtiendo el resultado, un magma de sensaciones, en una perfecta pintura cerrada. Los temas de sus cuadros son instantes cotidianos (referencias universales que nos atañen e implican por su generalidad), circunstancias sacadas de recortes, recuerdos o vivencias diarias que no tienen mayor trascendencia que ser detonantes que motivan el inicio de un proceso pictórico. El punto de partida puede ser el paisaje, una planicie insinuada; el punto de llegada de cualquier anécdota que sirva para apuntalar las formas y conseguir un clímax cromático exacto.

Miki Leal

Aunque Leal no sea partidario de fetichismos ni devociones, sí reconoce en sus maneras ciertas influencias, especialmente de creadores internacionales actuales. Las extensiones boscosas de Peter Doig, las fotografías de Ed Ruscha, el análisis tabulado de la realidad según David Hockney o los fotogramas recordados y pintados por Luc Tuymans, son alusiones que pueden relacionarse con su modo de interpretar y entender el arte, que más que fundamentarse en aspectos puntuales, se inspira en la consecución de una atmósfera global indeterminada. Impresiones que a lo mejor tienen más que ver con la ligereza técnica que alcanza Piero della Francesca o con las estampas inspiradas en la Naturaleza de Hokusai, que con representaciones concretas de hoy día.

Al referirse a él, el pintor Ignacio Tovar destaca: “Miki Leal ni sigue ni se opone a nadie: asume todas las tradiciones artísticas y lo mismo echa mano de ellas que las ignora; incorpora cuantos elementos se cruzan en su camino o pasan por su cabeza con total desparpajo”, señalando que en lo que hace no tiene esquemas preconcebidos ni determinismos. Son obras, como las que pueden verse ahora en Rafael Ortiz, donde el azar va condicionando una elaboración espontánea que se recrea en el proceso y en el descubrimiento, disfrutando con delectación del oficio y de unos resultados que no se obsesionan con intentar representar nada, sino que se dejan llevar por la impulsividad de las situaciones y los momentos. Su última producción, Viento de cara, es más abstracta que la mayoría de sus series precedentes. La tensión de los cuadros está mejor conducida; es un trabajo menos epidérmico y más profundo que denota un artista, que sin perder la frescura, se ha vuelto más serio y más sólido.

Sema D'ACOSTA// El Cultural


Viento de cara
Galería Rafael Ortiz. Mármoles, 12. Sevilla. Hasta el 17 de abril.


Miki Leal (Sevilla, 1974) es una de las primeras figuras del arte joven andaluz. El espaldarazo definitivo llega de la mano de Okwui Enwezor quien le selecciona para la BIACS sevillana de 2006. En 2007 gana el Premio Altadis y María de Corral apuesta por él para sus Planes Futuros (Baluarte, Pamplona). Su obra forma parte de las colecciones del Reina Sofía, el Patio Herreriano, el MUSAC o el Artium.


Texto extraido de www.elcultural.es 

Deja una respuesta