Entrevista a RICARDO CADENAS

Ricardo Cadenas

Pintor

RICARDO CADENAS 

-Dibuja todo el rato, y en el tiempo de un almuerzo, si el mantel es de papel, lo deja repleto de dibujos ¿cuántos bolígrafos gasta a la semana?

 

-He dibujado siempre mucho. Creo que es el medio con el que mejor me expreso, con el que tengo más afinidad. Algunos dibujos hechos en manteles de papel por varios amigos durante una comida, donde se mezclan los trazos con las manchas de vino o de grasa, resultan fantásticos. Son parecidos a esos juegos de los surrealistas, que llamaron «cadáveres exquisitos».

-¿Significa que el arte, además de práctica, precisa entrenamiento?

-El arte precisa, sobre todo, inteligencia. Los objetivos que se proponen en la realización de una obra artística han de seguir un desarrollo técnico adecuado para poder cumplirse, al margen de que se utilice el dibujo, la fotografía, el cine…

-¿Por qué detesta el concepto de inspiración?

-Por demasiado trascendente.

-¿Entonces no cree que la inspiración llegue ni siquiera mientras está trabajando?

-Cuando dijo aquello, Picasso hizo una frase que se ha convertido en un tópico. Además de pensar que hay que huir de los tópicos, creo que hay formas muy distintas de trabajar en el arte.

-Usted ha hecho dibujo taurino para este periódico, ¿cree que el dibujo capta mejor que la fotografía los matices del toreo?

-El apunte taurino es un pequeño género artístico en este país, donde sobresalen dos excelentes dibujantes, el sevillano Andrés Martínez de León y el madrileño Antonio Casero. Sobre todo en el caso de Martínez de León, se produce en el dibujo una síntesis tan personal, que permite disfrutar de algo más que la mera descripción del lance o el muletazo representados. Esta capacidad para captar la «vida» y no tanto la realidad, está siempre en la obra de los mejores dibujantes. Me vienen a la cabeza los fogonazos de Toulouse Lautrec en el París de fin de siglo o los dibujos a tinta de George Grosz en el Berlín de entreguerras.

-¿Tiene usted amigos toreros?

-No. Pero si he tenido la suerte de conversar con dos genios del toreo, Pepe Luis Vázquez y Rafael De Paula

-¿Y sienten ellos aprecio por su arte?

-No tengo ni idea.

-También hizo un cartel para la Maestranza ¿es el encargo más extraño que ha recibido?

-En absoluto. En el momento en que me hicieron el encargo, hacía ya tiempo que el equipo de gestión de la Maestranza había decidido ampliar sus relaciones con el ámbito de la cultura, y eso incluía una orientación distinta en la iconografía de los carteles.

-Bueno, como encargo peculiar creo que se le ha encomendado la misión de ponerle rostro a los escritores imaginarios de «Vidas improbables» del escritor Felipe Benítez Reyes…

-Es una idea que ha partido de Felipe y, francamente, me llena de ilusión. Intentaré estar a la altura.

-¿Es fructífera su relación con la literatura?

-A principios de los 80 yo hacía un tipo de trabajo muy influenciado por la abstracción americana. Así, y casi como cumpliendo una orden, prescindía de todo lo que pudiera parecer minimamente literario o narrativo por considerarlo entonces una frivolidad, un estorbo. Poco a poco fui comprobando lo muy distinto que era el germen de mi trabajo y, paradójicamente, lo que más me ha interesado en los últimos tiempos ha sido la incorporación de elementos, un poco entre la realidad y la ficción, pero que tienen sus fuentes precisamente en la literatura.

-Hablando de esa relación, entre tanto «código», tanto best-sellers y tanta película de serie B ¿se le ocurre cómo se podría desagraviar al gran Leonardo?

-Más bien habría que hacer un gran desagravio a la gloriosa serie B, y de manera más amplia a esa parte de la cultura que mediante géneros muy específicos, ideados básicamente para entretener, ha producido maravillas como Sherlock Holmes, El Príncipe Valiente o Tintín. El verdadero problema es que la serie B, tan digna, ha desaparecido y ahora tenemos sobre todo una enorme serie Z que impide se desarrollen muchas cosas.

-Cuando recibe un encargo como retratar al presidente del Parlamento andaluz ¿trata de hacerlo «neutro» o es inevitable que la psicología aflore?

-Bueno…así, por encargo, este es el único que he hecho. Además se trata de un retrato de Javier Torres Vela, al que conozco hace años. Afortunadamente no he tenido que aplicar ningún truco, ni de neutralización ni de superexpresión.

-¿En qué momento de su vida supo que se dedicaría a pintar?

-Cuando acabé el bachiller, a mediados de los 70, ingresé en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla. Iba con mucha ilusión y allí me encontré -exceptuando a don Miguel Pérez Aguilera, que daba unas clases magnificas- con un sistema, no sólo de mala calidad en lo referente a la técnica, sino ideológicamente muy caduco, muy reaccionario. Por suerte, en la ciudad se hacían también cosas interesantes. Estaba Paco Molina y sobre todo, las exposiciones que había en Juana de Aizpuru, que influyeron bastante en mi idea de hacer pintura.

-¿Los tebeos no tuvieron nada que ver?

-Los tebeos me han acompañado siempre. Puedo recordar claramente como desde muy niño dibujaba intentando imitar a los dibujantes que más me gustaban: Milton Caniff, Franquin, Uderzo…

-Por cierto, usted siente admiración por Disney, ¿no le hace mella que su obra sea una de las más denostadas intelectualmente?

-No diría yo exactamente admiración y si una extraña fascinación por su capacidad para crear un mundo muy personal, muy imaginativo, con sus pros y sus contras. Con respecto a que su obra es de las más denostadas, no sé, habría que revisar los aprecios que le profesaron gente como Eisenstein, por ejemplo…

-¿Para pintar hay que saber dibujar?

-No sólo de forma académica, pero sí, hay que saber dibujar.

-¿En qué se nota que un cuadro ha sido pintado por un pintor que no domina el dibujo?

-En que está mal planteado.

-¿En qué se parecen los dibujos de las Cuevas de Altamira a los graffitis?

-Se trata de símbolos dibujados sobre las paredes. En una época y en otra.

TEXTO: ALFREDO VALENZUELA FOTO: GLORIA RODRÍGUEZ

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