Miki Leal, la fiesta de ayer

Miki Leal

 

Miki Leal, “Balada Heavy”, se lee al entrar a la galería. No Miguel, ni Miqui. Miki, sin “c” pero con esa “k” que extranjeriza, que trae a la cabeza el ratón más reproducido y reinterpretado en la Historia del dibujo; y de ahí a ese mundo heredado de Hiroshima y Auschwitz; y de ahí a la explosión capitalista de los años de Reagan, el actor que reinó en los tiempos de las baladas “heavies”, o sea, de las canciones lentas, pastelosas y gritonas de rockeros ablandados.

Esta pintura tiene algo de nexo cultural que se corresponde con la visión del mundo de los que son adultos desde hace poco. Un grupo de ciudadanos que, en España, suele tener algún estudio superior, vivir con el dinero justo y cuyo horizonte existencial se balancea entre la inconsciencia adolescente, la plenitud infantil y cierta nostalgia propia de la vejez. Quizá por eso me guste como me gusta. Disculpen.

Pero me parece que, además, las visiones de Miki Leal (Sevilla, 1974), mezcla de figuración contemplativa e intervención de la fantasía y la cultura de masas, son directas y sinceras y tienen verdad. Su potencia estriba en que no están súper acabadas ni repensadas. No tratan de aparentar madurez ni inmadurez. No hay alardes. El uso del papel, la acuarela, la tinta, recuerda a los antiguos orientales. Hay sabiduría en la modestia con que el pintor se dedica a su tarea haciendo que sólo dibuja, que apenas esboza, en el silencio de sus motivos y mirada. Caprichoso, aleatorio, divertido, juguetón, intuitivo, desde la elección de los motivos hasta la composición o el uso del color, de la mancha, a su autor le encanta la pintura y el arte contemporáneo pero no los distingue del cómic, las canciones, el cine de vaqueros o los anuncios de camisetas y tampoco falsea esa herencia. Leal recoge su herencia cultural pop, ese baúl en que entra la propia historia reciente (y no tan reciente) de la pintura y un cúmulo de referentes visuales, los mezcla con su experiencia y obtiene el mundo. Todas las fiestas son sus fiestas pero no son de mañana sino de ayer y, a veces, se traga las lágrimas mientras se parte de risa.

 

H. POZUELO, Abel

Artículo extraido de http://www.elcultural.es

 

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