La sensualidad colorista sabiamente acondicionada

Jose Piñar
No podía Emilio Almagro faltar a la cita expositiva en esta nueva época de su galería con uno de los suyos de siempre. José Piñar, como otros tantos, tiene en Sandunga su lugar natural. En este caso es como una prolongación de su estudio de la Azucarera de los Vados. Allí tiene un sitio por derecho propio y hasta allí ha acudido para mostrarnos la que es una de las obras de más personalidad de cuantas existen en España.

A José Piñar le pasa como a las cosechas de los buenos vinos. Normalmente su trabajo nunca decae de añadas muy buenas; pero, de vez en cuando, nos permite saborear una excelentísima solera donde el paladar alcanza cotas supremas. El pintor granadino mantiene su rigor creativo de siempre, su guiño abstracto único, sus gestos coloristas inequívocos y su emocionante pintura llena de contundencia formal, a la vez que de exquisita sutileza compositiva. Sin embargo, ahora va un poco más hacia adelante, la forma plástica contenida en su anterior tratamiento cromático, se hace, ahora más dinámica, el pintor se abre a los gestos que impulsa el movimiento creativo y se deja llevar por los estamentos volubles de una pintura que, en esta ocasión, resuelve con una movilidad llena de expresividad y dinamismo.

La exposición nos conduce por unas obras de gran formato donde la pincelada extrema se yuxtapone a los medidos gestos coloristas, creando un apasionado juego de formas imposibles. Mucho más rigurosa, y sin la determinante imposición de la dimensión, resultan los papeles pequeños, alcanzando una mayor sutileza visual.

La obra de José Piñar nos vuelve a sorprender por su medida justeza, por su equilibrio entre continente y contenido, por su rigor creativo y por ese juego de intenciones cromáticas donde el automatismo de la pincelada parece dirigido por un desarrollo mental fuertemente controlado para que los excesos sólo alcancen las cotas propuestas por el genio supremo del artista.

Tenemos aquí la obra personal e intransferible de un autor cuyas referencias las impone el propio pintor, que nos deja un regusto único a trascendencia absoluta. José Piñar es un autor que lo tiene claro – siempre lo ha tenido -, que sabe lo que quiere y cómo transmitirlo, con ese esquema particularísimo de guiños coloristas, de formas volubles, acondicionadas desde una idea superior que maneja, espectacularmente, los hilos de un sensual juego de emociones.

De nuevo, José Piñar vuelve a su galería natural; de nuevo la factoría Almagro presenta la obra de uno de sus más ilustres hacedores, un miembro importante de aquella generación maravillosa que pronto eclosionó en artistas totales. La obra de José Piñar aparece en todo su esplendor, denunciando al artista con mayúsculas que la ha hecho posible.

  Bernardo Palomo

www.granadahoy.com

Deja una respuesta