63 artistas colonizan La Cartuja. BIACS, I Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Sevilla

M. Ocampo: A object alone in a moment..., 2002

Depués de más de un año de trabajo, mañana se inaugura la I Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla, la BIACS. Promovida por la galerista Juana de Aizpuru y comisariada por Harald Szeemann, ha reunido a 63 artistas internacionales en el Monasterio de la Cartuja.

 

Al Monasterio de Santa María de las Cuevas se accede por la Pasarela de la Cartuja, un puente peatonal que, con motivo de la primera edición de la BIACS (Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Sevilla), se abre también al tráfico rodado. Y nada más cruzarlo, el visitante se lleva la primera sorpresa: la estatua de Colón (el capitán residió en la isla durante durante varios años) que vigila, como desde lo alto de un mástil, todas las llegadas al monasterio, está cubierta por un complicado andamiaje y, sobre él, un contendor acoge una habitación llena de libros. Es Library, el montaje del japonés Tatsurou Bashi (1960). Un poco más adelante, ya en el Patio del Ave María, frente a la puerta principal del monasterio, la enorme mole de acero cortén (360 x 300 x 1.100) que Richard Serra (San Francisco, 1939) ha creado también específicamente para la BIACS corta el paso de muchos y la respiración de algunos. Y es que Serra ha creado una pieza que desafiando a la gravedad parece dar la bienvenida al espectador. A partir de ahí, y con estas dos imágenes todavía en la retina, intuimos ya a qué nos enfrentamos: instalaciones, vídeos, fotografía, pintura (quizá lo que menos) y escultura de 63 artistas venidos de todas partes: de Estados Unidos (Joseph Kosuth) a Portugal (Pedro Cabrita Reis), de Brasil (Ernesto Neto) a Austria (Erwin Wurn), de Inglaterra (Tracy Emin) a Filipinas (Manuel Ocampo).

Desde Europa del Este
El comisario, Harald Szeemann, que presume de haber concebido una exposición para Sevilla y, concretamente, para La Cartuja, destaca la importante presencia de artistas de Europa del Este, “de gran fuerza creativa”, explica el que fuera responsable de la Documenta de Kassel (1972) y de la Bienal de Venecia (1999 y 2001). Entre ellos destaca Erzen Shokolli (Kosovo, 1976), con dos vídeos y tres fotografías, los óleos de Biljana Djurdjevic (Belgrado, 1973), Sislej Xhafa (Kosovo, 1970), también con un vídeo, y la videoperformance de Maja Bajevic sobre el trabajo de la mujer que se completa con un conjunto de telas enmarcadas.

La selección española es buena (en cuanto a número, no hemos visto todavía las piezas in situ): son 15 los artistas seleccionados por Szeemann. Destaca la instalación en el lago de entrada al monasterio de Fernando Sánchez Castillo (Madrid, 1970), uno de los preferidos por el comisario, que ya lo seleccionó para su exposición The Real Royal Trip, y por la directora gerente de la BIACS, Juana de Aizpuru, ya que, como algunos otros de los presentes, forma parte de la nomina de artistas de su galería. Sánchez Castillo ha colocado un camión antidisturbios de la policía con una bomba de agua que hace las veces de fuente en el centro del estanque. Es una obra que se enmarca en la línea habitual del artista, entre la denuncia y la crítica mordaz. Los andaluces, sobre todo sevillanos, son el núcleo duro de la representación nacional. Federico Guzmán (Sevilla, 1964) interviene en la Huerta Vieja con un enorme reloj de flores. Javier Velasco (Cádiz, 1963, aunque vive y trabaja en Sevilla) ocupará con sus lágrimas de cristal la cúpula de la Sacristía. De Curro González (Sevilla, 1960) se expone un óleo de gran formato, La última salchicha americana, y de Pilar Albarracín (Sevilla, 1968) veremos el conocido vídeo Furor Latino. Además, los trabajos de Santiago Sierra, Daniel Canogar, Rogelio López Cuenca, Alonso y Victoria Gil, Antoni Abad, que contrastan con las piezas más clásicas de los consagrados Juan Muñoz (el espléndido tren descarrilado que se pudo ver en Pepe Cobo hace poco más de dos años), Eduardo Chillida o las fotogra- fías de Cristina García Rodero y Virxilio Vieitez.

Jóvenes y subversivos
Pero el acento lo ha querido poner la Bienal en los más jóvenes. Aunque no quiere ser una exposición de arte emergente (de hecho, hay artistas consagrados que superan ya la cincuentena: Serra, los alemanes Georg Herold y Ulrich Röckriem o el propio Vieitez) hay una amplia representación de las nuevas generaciones: “jóvenes creadores de espíritu crítico e incluso subversivo”, dice Szeemann. Es el caso de los alemanes Olaf Nicolai, Neo Rauch y Tobias Rehberger, Stephen Dean (Francia), Chiharu Shiota (Japón) -con una instalación en la que una treintena de muchachas dormirán durante ocho horas mañana, en la inauguración- o Zhou Xiaohu (China).

El sello de la utopía que Szeemann defiende en todo lo que lleva su firma está también en esta gran exposición y de alguna manera se hace presente en la forma de habitar el espacio: el comisario ha elegido a algunos de los artistas sólo por el lugar que debían ocupar, y muchos han viajado a Sevilla antes de diseñar su pieza site specific. Así ocurre en el Claustrillo Mudéjar que ocupa João Pedro Vale, la instalación de Padro Cabrita Reis o la que el griego Andreas Savva ha colocado entre dos de las chimeneas del antiguo horno. También la obra de Ernesto Neto es un encargo de la BIACS.

Una exposición que, arropada por las actividades que se desarrollarán en la llamada Bienal Cultural y en el Simposio de Arquitectura, transformará el Monasterio de la Cartuja (todas las salas del CAAC incluídas) y aledaños hasta el 5 de diciembre.

Paula ACHIAGA

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