Juana Mordó, la dama de las vanguardias

Juana Mordó (1899-1984) fue una mujer de mundo, que en 1943, en plena posguerra, recaló en Madrid. Y en esta ciudad, es donde dedicará parte de sus últimos años a su galería. El 14 de marzo de 1964 se abre al público con una exhibición colectiva la sede principal de la galería Juana Mordó, sita en la calle Villanueva, 7, de Madrid, lugar donde 20 años antes su maestro y amigo Eugenio d’Ors había celebrado Los Salones de los Once. Después de esta muestra inaugural, Lucio Muñoz tendrá su primera de las seis exposiciones individuales que Juana le realiza.

Nacida en Salónica (Grecia), de origen judío, con apellido catalán, y tras vivir en París y Berlín, Juana Mordó consigue abrir su galería después de haber trabajado en España con temas editoriales en La Rosa Vera, o como redactora de Radio Nacional. Pero es su paso como directora artística en la galería Biosca desde 1958 a 1963, la que le acercará al mundo de los artistas plásticos. Cuando se despide de Aurelio Biosca, éste manifiesta sus diferencias con la personalidad de Juana Mordó, aunque reconoce que era “una gran vendedora”. Antonio López destacará su generosidad con él, a la vez que su “carácter endiablado”. En 1953 es secretaria de la comisión y comisaria de la 1ª Exposición Internacional de Escultura al Aire Libre en otoño de ese año en el parque del Retiro de Madrid, de donde procede la obra "Muchacha en la silla" de Giacomo Manzú, hoy en los fondos del Museo Reina Sofía.

Con una vasta cultura, con su correcto castellano -hablaba en francés con sus perros, gatos y con el dinero-, con su sombrero y sus abrigos de pieles, a la edad de jubilación con 65 años y hasta su muerte en 1984, esta “ancianita” del arte se convirtió en la gran dama de las vanguardias de los años cincuenta y de los jóvenes creadores que ella promocionó en su galería madrileña. Además de su sede de la calle Villanueva, abrió en tiempos de bonanza otras sucursales en las calles de Castelló y Princesa, que cerró tras cuatro años.

La coleccionista y presidenta del Patronato del Museo Nacional Reina Sofía, Pilar Citoler, recuerda cómo en el año 1969 consiguió por primera vez una obra de importancia: “mi primer cuadro serio que compré es el óleo de José Caballero "El andaluz perdido", adquirido en la galería Juana Mordó de Madrid”. Otros artistas como Amalia Avia declaran su carácter difícil, su descaro, su inteligencia y su afán trabajador como sus particularidades. Sin embargo, para Jaime Burguillos “era una mujer fascinante, que yo admiraba muchísimo, sobretodo porque le gustaba vender arte y tenia un ojo increíble para el cliente”. Ese saber vender es lo que Bonifacio destaca de Juana Mordó: “fue la mejor galerista que he conocido en mi vida”. Le presentó individualmente en cinco ocasiones entre 1970 y 1989.

En 1974, en su décimo aniversario, decide presentar dibujos de Kandinsky sin gran éxito de negocio. Tan sólo logró vender uno. Tampoco tuvo suerte la muestra de Fernando Botero, entre el 5 y el 24 de febrero de 1968, del cual no pudo adjudicar pieza alguna. Ayuda a galeristas actuales como Magda Belloti, a artistas como Carmen Laffon, que muestra en Biosca y en su Galería en el 67, y por supuesto a Benjamín Palencia y a Manuel Viola, que siempre colocaba a clientes indecisos.

Desplegó obras del grupo el Paso: casi al completo pasaron por sus paredes, con arpilleras de Millares, los retratos imaginarios de Saura, las rejillas de Rivera, las maderas de Lucio Muñoz, o las espirales de hierro de Martín Chirino, junto a Pablo Serrano, Juana Francés, Suárez, Feito y Canogar. Mostró las obras abstractas de los grandes artistas como Enrique Gran, Jaime Burguillos, Salvador Victoria, Farreras, las escrituras aéreas de Mompó, las geometrías de Sempere y Palazuelo, o a los artistas de Cuenca entre los que destacaron Zobel, Torner, Gerardo Rueda, Bonifacio y Lorenzo. Frente a ellos, los realistas madrileños y sevillanos, con Julio López Hernández, Carmen Laffón y Amalia Avia entre otros. Tuvo mucha amistad con Antonio López, pero no lo presentó en su galería más que en la muestra colectiva inaugural de 1964.
En los años setenta, enseño obras de Equipo Crónica, Arroyo, Juan Martínez o Darío Villalba, hasta llegar a los años 80, que inauguró con una muestra de jóvenes artistas españoles con gran éxito de público y crítica, entre los que destacaban Fernando Mignoni, Alfonso Fraile, Eduardo Chillida o Gordillo. Además expuso en su última etapa a Pérez Villalta, Broto, Campano, Espaliú, Santiago Serrano, Fontcuberta, Corbeira, Miura y Susana Solano. A su muerte, su colaboradora Helga de Alvear, continuó con la galería hasta 1994.

No se olvidó de enseñarnos artistas europeos como César, su amigo el artista suizo Jean Lecoutre, Hartung, Erté, David Hockney o Nan June Paik. También los hispanoamericanos tuvieron representación en su sala con Botero, Rómulo Macció o Miguel Condé, y visitó las grandes citas internacionales del arte, como fueron las ferias de Colonia, Basilea, la FIAC de París, o Arco en Madrid, para dar a conocer a los artistas españoles fuera de nuestras fronteras.

Generosa, coqueta y misteriosa, su legado artístico fue donado al Circulo de Bellas Artes de Madrid, con más de 250 obras entre pintura, escultura y dibujos, junto a sus más de 3.000 libros. Todo ello, como resumen de sus 20 años de actividad galerística, y sus más de 200 artistas exhibidos en su galería madrileña. Homenajeada y querida, logró la Medalla de Oro de Bellas Artes en 1979.

Por Joaquín Gallego – ARTEINFORMADO

www.arteinformado.com

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