Tránsito. David López Panea

No image

MATERIAL CEDIDO POR SALA DE ESTAR (SEVILLA). www.saladeestar.com

#0.2 10.01.02 / 31.01.02

Tránsito
David López Panea

Inauguración Jueves 10 a las 20:00
Comisariado y Texto_Prado Melero. Sevilla, diciembre 2001

Las fotografías que presentamos en esta exposición se mueven dentro del límite entre realidad sensitiva y la realidad mental, objetiva. Podríamos decir que esta muestra conforma una metáfora de la lucha del sujeto por encontrar un territorio libre y deshabitado, estando inmerso en un tiempo y en un espacio común a todos. Hombre que busca otro lugar, rompiendo la espesa capa que le separa de la realidad de los otros, de la uya misma, para encontrar refugio dentro de esa otra suprerrealidad que todo lo llena y que nos acoge. Aparece solitario y desnudo, como no podía ser de otra manera, pues para salir del mundo del hombre y regresar al mundo de los objetos se debe desandar el camino en las mismas condiciones en las que nacimos a esta realidad: sin máscara.

    Ahora sólo exista en sí mismo, sólo oye el latir de su corazón lento, y se aprieta y recoge para ser como nunca fue, y es entonces que se hace enteramente real. Imposible distinguir entre el fondo y la figura, pues son una misma cosa. Sólo existe el movimiento, pero como una idea, como gesto, pues no lleva aninguna parte, no tiene ni principio ni fin, y de esta manera el ser está más cercano a coincidir consigo mismo, pues que ya no tiene que ir a ninguna parte, y permanece.

    Instante fijado a un papel, haciéndose imagen. Gesto apenas esbozado, transparente, que no llega a concretarse y deja sin argumentos, pues no aspira a la trascendencia. Ni siquiera gesto: ilusión de movimiento, breve pulsión, grito que no llega a ser, pero que nos conmueve por su sinceridad. Como aquellos sueños que, nada más despertar, aún todavía en la piel el calor de las sábanas, desaprecen sumergidos en la niebla del olvido, sin dejar rastro, y escondidos en la memoria acechan el momento de salir fuera y ser, tal es su fuerza y su hambre de realidad. Pero una vez nacidos a la conciencia pierden su esencia, que es el misterio, quedando entonces como aquellas estatuas clásicas, imagen de la idea que desiende al mundo quedando encerrada en una hermosa cárcel de mármol, cárcel al fin y al cabo.

    Quiere David decir eso y mucho más, siendo él pero al mismo tiempo cualquiera, siempre viéndose desde fuera, a una distancia fija, y siempre dentro, arropado y envuelto por un medio de lo suficiente generoso como para acogerlo sin reproches, un espacio por lo tanto íntimo y cercano: su propia casa, o el lugar donde trabaja. Ya sólo queda un último esfuerzo y, abandonando el alivio de lo cotidiano, la seguridad que proporciona lo conocido, adentrarnos en ese mar oscuro y prometedor para arribar el siguiente puerto de ese extraño viaje, donde, descubriremos asombrados un mundo hecho de verde y de luz, y allí, como animalillos, podremos olvidar.

Deja una respuesta