Del cuarto oscuro a la casa encendida. ( Chema Alvargonzález )

Chema Alvargonzález delante del edificio Hoffmann. Foto: Chris de Lutz

Entre el rebosar artístico de la IV Bienal de Berlín un histórico edificio de Ludwig Hoffmann es nuevo polo de atracción, según la visión transformadora del fotógrafo Chema Alvargonzález. El artista jerezano se ha hecho con un edificio como sacado de «Sinfonía de una gran ciudad» para ofrecer 770 metros cuadrados a artistas españoles y de todo el mundo que busquen parada y fonda creativa en Berlín. Parada que empieza a ser «obligada» para creadores, galeristas y comisarios, como recientemente comentaba a ABC el conservador jefe del Thyssen, Guillermo Solana, pues con cerca de 15.000 artistas residentes y el viento de cara de la Bienal de Arte Contemporáneo o ferias como el ArtForum, gran parte de la actividad artística mundial tiene aquí un «pied de terre», en creciente competencia con Nueva York y Londres.

Alvargonzález cree en el debate artístico berlinés, una colectividad artística en cuyo caldo «tiene más posibilidades de emerger el proyecto individual» y así ha querido «compartir un espacio creativo para proyectar su eco»; aunque dice no ser un mecenas reconoce que es «el proyecto de vida». La recuperación de una vieja escuela del legendario urbanista Hoffmann, discípulo del artífice del Berlín neoclásico Karl Friedrich Schinkel, da título a la primera exposición colectiva que inaugura el centro de la Glogauer Strasse: «Umwandlung: Transformación como proceso creador», carta de presentación con ocasión de la IV Bienal de Arte.

Narrativa neoyorquina

Cuatro artistas han alquilado ya su lugar de trabajo en el nuevo centro y en la exposición iniciática puede verse obra del valenciano Sergio Belinchón, el granadino Santiago Ydáñez, el cántabro Antonio Mesones, el barcelonés Paul Ekaitz, el propio Alvargónzalez y la navarra Patricia Sevilla Ciordia, ésta con una despedida desazonada del viejo Palacio del Pueblo de Berlín Este. Junto a ellos, fotos, vídeo, pintura e instalaciones de Thomas Engelbert y Carlos Schwartz, la artista polaca Anna Konik, la búlgara Mariana Vasileva, el iraquí Al Fadhil, los portugueses Nuno Cera y Rui Calcada Bastos -que expone estos días en el Círculo de Bellas Artes de Madrid-, los alemanes Andrea Stappert y Lucy Powell, o la noruega Trine Lise Nedreaas.

Los 16 artistas, vecinos y usuarios de esta capital viven y crean confrontados a su movida metamorfosis ciudadana y artística, a la que aplican una narrativa visual propia y alternativa, íntima, irónica o de supervivencia, con el fin de «alterar los hábitos receptivos» del atribulado «voyeur» contemporáneo. Ello se pone ahora en relación con la transformación del propio espacio expositivo de Alvargonzález, un raro experimento reminiscente de la experiencia neoyorquina de los años 70.

Durante la inauguración, los creadores reconocían que lo que hace de Berlín un imán, que ve desembarcar hoy a artistas de Londres y Nueva York, es el espacio libre y los precios, la posibilidad de becas y un ambiente creativo desenfadado y sin pretensiones, ajeno al estrés de otras capitales. El problema correspondiente hasta ahora era la falta de dinero coleccionista y las galerías abrían y cerraban con cadente regularidad, lo que ha empezado a cambiar, aunque algunos galeristas creen que a Berlín le falta aún mucho para medirse con las grandes capitales por su modestia económica.

El proyecto de Alvargonzález no tiene otro claro presupuesto que «la pasión de cada uno de los artistas» y «la necesidad de debatir una vivencia artística» berlinesa, pero agradece el que llama atípico y «convencido apoyo» de la Consejería de Cultura de la embajada de España. La gestora del proyecto, Erika Babatz, aclara que «promovemos el que los artistas se hagan con una beca que les permita hacer frente a una etapa creativa entre nosotros». El Berliner Zeitung titula «De guardería a casa del arte», en referencia a los últimos destinos de una construcción que quedó definitivamente terciada por las bombas de la guerra, y el responsable de la concesión en el ayuntamiento de la capital, Holger Lippmann, dice que en el concurso público «ha sido determinante el que los compradores tuvieran un proyecto que pudiera dar de inmediato una nueva vida a esta histórica villa».

 
TEXTO: RAMIRO VILLAPADIERNA · CORRESPONSAL.  Foto: Chris de Lutz
BERLÍN
 
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