Paisajes imaginarios. Galería Siboney

Paisajes imaginarios. Galería Siboney. En la imagen obra de Paco de la Torre

La galeria Siboney presenta la exposición  "Paisajes imaginarios". Del 29 de noviembre al 30 de diciembre de 2008. La inauguración tendrá lugar el sábado 29 de noviembre de 2008 a las 8 de la tarde.

«…no los encontrarás andando»

Del paisaje se ha dicho que es un estado del alma. Ante el paisaje el ojo ve para que el alma sienta, la geometría se prolongue en emoción, la Naturaleza despierte sentimientos que sólo en apariencia se revisten de agua y tierra, de aire y fuego, de los elementos.
Hace unos días visité algunos de los valles más hermosos que se me haya dado contemplar. Están en el Líbano. Uno, el de Qadisha, se prolonga hasta el monasterio de San Antonio el Egipcio, del que se diría que está sacado del cuadro donde Velázquez evoca el encuentro de ese santo con san Pablo el Ermitaño; pero aún me impresionó más el valle por el que corre el profundo y rumoroso río Ibrahim, o sea, el Adonis de la época clásica. En su extremo oriental se abre la cueva consagrada a ese hijo de un incesto real y que, muerto por un jabalí, la enamorada Astarté-Afrodita elevó a rango divino. Allí, dentro de la tremenda cueva Afqa, mientras alrededor aullaban los lobos y el cielo azul coronaba el circo inmenso de montañas que se abre delante de la caverna, el pasado 4 de noviembre, pensé en la pareja formada por Adonis y Afrodita, y en otras semejantes, como las de Tammuz y Astarté, Attis y Cibeles, Oriris e Isis, Dionisos y las Ménades (tan sugestivamente parafraseadas por Frazer en The Golden Bough), y se me hizo patente que todos esas deidades de la Naturaleza, a las que estaban consagrados los más bellos paisajes, eran, también, las que mejor sirvieron en la religión antigua para representar el sentimiento y la emoción, incluso el frenesí y el delirio, sin que faltase en ellas un punto de extrañeza, de inexplicable geometría, pues, como se ve a la entrada del desfiladero de Petra, la imagen sagrada de la diosa Astarté-Afrodita era un alto cono u obelisco.
El que, como he dicho, la pintura de paisaje y la historia del alma estén unidas por un estrecho vínculo explica que algunas de las muestras más bellas y antiguas de esa pintura, realizadas entre el siglo I antes y después de Cristo dentro de lo que se conoce como «pintura pompeyana», se denominen paisajes idílico-sacros porque en ellas suele destacarse un rústico sacellum o naos consagrado a alguna de esas deidades del sentimiento y la emoción. Hace poco más de un año, en compañía de dos de los pintores representados en esta exposición (Brigitte Szenczi y Juan Antonio Mañas) tuve la oportunidad de recorrer, en el marco de una gran exposición llamada Egiptomanía que tenía lugar en el Museo de Nápoles, un magnífico conjunto de esos paisajes, en los que la melancolía religiosa del antiguo Egipto se fundía con el éxtasis ante la Naturaleza.
El paisajismo que se deja ver en los fondos de la pintura flamenca (Van Eyck, Patinir, entre tantos otros), o en la pintura italiana coetánea, o en innumerables cuadritos holandeses del siglo XVII, o en Salvatore Rosa, Poussin, Claudio de Lorena, Velázquez, Mazo, o en los ulteriores pintores románticos (Friedrich, Pérez Villamil, John Martin, Böcklin) discurren por esas sendas —arriscadas, extraviadas, ensimismadas— de los paisajes idílico-sacros. Y por eso es lógico —estéticamente lógico— que, en el siglo XX, el surrealismo, con su apelación a las turbulencias del Inconsciente, a los flujos del insondable Ello, al mundo de larvas que pueblan las entretelas del alma, haya podido generar algunos de los paisajes más inquietantes de nuestro tiempo, de la mano, sobre todo, de Salvador Dalí, Max Ernst y Tanguy.
Los artistas reunidos por Siboney en esta ocasión — Dis Berlin, Andrea Bloise, Ángel Mateo Charris, Juan Cuéllar, Belén Franco, Emilio González Sainz, Josep Güell, Angelica Kaak, Juan Antonio Mañas, José Luis Mazarío, Guillermo Pérez Villalta, Arturo Prins, José Luis Serzo, Brigitte Szenczi, Santiago Talavera, Paco de la Torre— son la mejor y más bella demostración de la alianza del ojo y el alma, de la Naturaleza y la emoción que me sugiriera la cueva de Adonis. Todos ellos se han puesto a escrutar la matizada infinidad de la Naturaleza y lo que han descubierto en ella, con la sorpresa que depara el sueño, son sus amores y sus temores, sus anhelos y sus ensueños, el gozo de poseer un alma y el miedo de perderla. Han descubierto, en fin, la metamorfosis de ellos mismos, de su identidad profunda, en la tierra y las plantas, en los azules celestes y los ocres telúricos, en los reflejos del agua y las incandescencias de sol. Y me han hecho recordar una de las sentencias que más amo de Heráclito:
«Los límites del alma no los encontrarás andando, cualquiera seas el camino que recorras, tan profundo es su logos».

Ignacio Gómez de Liaño

Galería Siboney

Castelar 7
39004 Santander
España (mapa de la ciudad)
tel +34 942 311003
www.galeriasiboney.com

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