La Galería Juana Mordó abrió sus puertas en Madrid hace hoy 30 años

Juana Mordó. La Galería Juana Mordó nace en Madrid el 14 de marzo de 1964, dirigida por su fundadora Juana Mordó llega a convertirese uno de los espacios más reprenstativos del arte de vanguardia español. Por la galería pasaron artistas como Canogar, Chirino, Antonio López, Millares; Mompó, Saura, Sempere, Tàpies, Torner, Zóbel, Equipo Crónica, Guerrero, Gordillo, Pérez Villalta, Darío Villalba, Albacete, Susana Solano..., tras su fallecimiento en 1984 es continuada hasta 1995 por su aferrima colaboradora Helga de Alvear, directora de la actual Galería Helga de Alvear.

 

«Juanita Mordó hablaba con los perros, los gatos y el dinero en francés. ¡Qué mujer imposible!… arrastrando su bolso por la vida. Culta, vanidosa, coqueta sensible a la belleza física, enamoradiza, inteligente, impertinente con premeditación, enemiga de la vulgaridad y el rencor». Este es el retrato que pintó Lucio Muñoz de Juana Mordó (1899-1984), una galerista que logró aglutinar en la inauguración de su sala a artistas tan dispares e importantes como Antonio López, Manuel Millares, José Guerrero, Eduardo Chillida o Carmen Laffón. Aquello, naturalmente, ya es historia. La Galería Juana Mordó abrió sus puertas en Madrid hace hoy treinta años. Corría el 14 de marzo de 1964, el año en el que Franco celebró a bombo y platillo los «25 años de paz» y el Mercado Común congelaba la respuesta a la petición de ingreso de España.

El treinta aniversario de la Galería Juana Mordó, al contrario de lo que ocurrió cuando conmemoró su 25 cumpleaños, no se celebrará de ninguna forma. Es más, la galería permanecerá cerrada a cal y canto.

UN AÑO DEDICADO A JUANA. Helga de Alvear, antigua colaboradora de Juana Mordó y actual directora de la galería, ha preferido no organizar ningún acto puntual y consagrar todo este año a la memoria y el recuerdo de Juana Mordó. Desde comienzos de este mes, la galería viene programando muestras diferentes, exponiendo la obra de esos artistas que han contribuido desde los años sesenta a marcar la línea estética y teórica de la sala.

La obra de Canogar, Chirino, Greco, Millares, Mompó, Saura, Sempere, Tàpies, Torner y Zóbel -en representación de la década de los sesenta-; Asins, Equipo Crónica, Guerrero, Gordillo, Lugán, Ortuño, Pérez Villalta, Valcárcel, Medina y Villalba -años 70-; Albacete, Boshier, Broto, Campano, Espaliú, García Sevilla, Santiago Serrano y Susana Solano -años 80- y Corbeira, Cuesta, Foncuberta, Maldonado, Miura y Valhonrat -años 90- forman parte de la historia pasada y presente de esta galería que nació en Madrid cuando la ciudad, según dice el pintor Antonio Saura, «no era más que un desierto cultural».

¿A los diez años de la muerte de Juana Mordó qué queda de su visionario espíritu en la galería que fundó en el número 7 de la calle Villanueva? «Al final de los años 80 -explica Helga de Alvear- me di cuenta de que el espíritu de Juana Mordó había desaparecido completamente. Tardé unos años en comprenderlo. Tuve que "barrer" muchas cosas y a mucha gente para que la galería siguiera teniendo la misma importancia cultural que tuvo en la década de los sesenta. Creo que lo estamos consiguiendo».

La opinión de Helga de Alvear contrastan con las de Javier Mugarza, quien trabajó en la Galería Juana Mordó durante 18 años: «A mí no me gusta la nueva línea de esta galería. No creo que la orientación que le ha dado Helga a la sala le gustara a Juana. Su espíritu no esta allí».

LOS ORIGENES. Nacida en Salónica (Grecia), Juana Mordó, de ascendencia sefardí, vive en París y Berlín antes de aterrizar en Madrid, donde llega en 1943, en plena posguerra. Tras ganarse la vida escribiendo artículos para Radio Nacional, Mordó entra a trabajar en la Galería Biosca, donde expone y promociona la obra del grupo El Paso y a los grandes informalistas españoles. «Cuando me dijo que se marcahaba -recuerda Aurelio Biosca, de 86 años- no me inmuté. La verdad es que no cogeniábamos. Juana se dejaba llevar por la vanguardia y yo siempre he preferido un Beruete a un Canogar. Lo mejor de esta mujer era su habilidad para vender arte».

El pintor Antonio López, quien conoció a Juana en Biosca, recuerda «la gran generosidad» de esta misteriosa y emblemática mujer. «Recuerdo que antes de mostrar mi trabajo en su sala, me buscó galerías para que expusiera en París y Nueva York. Su carácter endiablado era lo peor. Nos hablaba con rudeza y pretendía administrarnos el dinero que ganábamos. A pesar de sus defectos, Juana sentó las bases de lo que debe ser un buen galerista».

RAFAEL SIERRA

www.elmundo.es

 

 

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