Ricardo Cadenas (Pintor): «Un caso «malaya» en el arte produciría menos males en la sociedad»

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La carrera del artista sevillano Ricardo Cadenas transcurre entre Cuenca, donde imparte clases de dibujo en la Facultad de Bellas Artes, y Madrid. Fue en Sevilla donde se gestó la carrera de este pintor que formó parte de la atractiva generación de los ochenta. Ayer Cadenas inauguró en la galería la Caja China una exposición titulada «Caza sutil», título sacado de uno de los grandes intelectuales del siglo XX, el escritor alemán Ernst Jünger

-¿Recuerda sus comienzos?

-Sí, no está tan lejos. Entré en la facultad de Bellas Artes a mediados de los 70 y me encontré con un panorama un tanto sombrío. Había un par de asignaturas impartidas extraordinariamente por don Miguel Pérez Aguilera y por don Joan Surera. El resto, era un panorama desalentador. Lo que ocurría es que en la ciudad se estaban produciendo cosas, y en la facultad no se recogían porque era y es un cúmulo de desatinos que viene arrastrándose desde la noche de los tiempos.

– ¿Y esa situación tiene arreglo?

– No sé bien cómo está ahora, pero me da a mí la impresión de que no, por un mal entendimiento de lo que pueda ser una idea de clasicismo.

-Pero usted sí da clases en una facultad de Bellas Artes, en concreto en Cuenca.

-Eso fue un proyecto muy atractivo que surgió como un experimento a nivel docente en el que se llamó a una serie de artistas para impartir clases. Yo imparto clases junto a Gonzalo Puch, Sigfrido Martín Begea, Simeón Sáinz, ha estado también Eva Lotz, entre otros.

-Si le nombro a Paco Molina, ¿qué recuerdos le sugiere?

-Pues que era la alternativa más lúcida y más positiva que había en la ciudad en aquellos 70. Mi primer aprendizaje medianamente serio sobre la pintura y su práctica estaba muy cerca de lo que proyectaba Paco Molina. Era un personaje heterodoxo y un hombre extraordinario que lo que hizo fue impulsar todo lo que tenía que ver con la práctica del arte.

-Cómo ve la evolución del arte en Sevilla, ¿se ha pasado de la vanguardia a una transvanguardia acomodaticia?

-El problema del arte contemporáneo en Sevilla está relacionado con los ciudadanos cuyo pasado y costumbres no están relacionadas con lo contemporáneo, pero la práctica del arte en esta ciudad está al mismo nivel que en otras ciudades, y hoy día hay un grupo magnifico de artistas jóvenes. El problema no es de los artistas, pero sí existe una falta de diálogo con los ciudadanos que podría y debería producirse, aunque no precisamente organizando bienales.

-¿Ese divorcio entre la ciudad y el arte contemporáneo puede llegar a la conciliación?

-No me quiero poner pedante pero el lenguaje del arte es más bien hermético. Eso no quiere decir que el lenguaje de la cultura visual haya de ser sólo consumido por una élite. Nosotros padecemos una herencia terrible en este país con respecto al arte contemporáneo. En el siglo pasado tuvimos cuarenta años de dictadura que no son baladí. En este país no se ha producido un acercamiento al arte contemporáneo a no ser que ese interés surgiera en determinados focos por intereses políticos, como fue el Grupo el Paso a finales de los 50 capitaneados por un señor que se llamaba Gil Robles.

-¿El arte sigue entonces ejerciendo su papel?

-Por supuesto, creo que sí, y sigue incidiendo sobre la sociedad aunque ésta se ha vuelto conservadora. El problema no está en los artistas pero sí en la falta de diálogo.

-Pero a veces se pinta respondiendo al mercado.

-Pintar para vender lo hacemos todos, sería una hipocresía tremenda hacer lo contrario. Es lícito hacer arte para vender.

-¿El marketing fabrica muchos artistas falsos?

– …Artistas falsos, médicos falsos, abogados falsos, periodistas falsos, escritores falsos….Yo creo que en estas preguntas que me hace está rondando subrepticiamente ese antiguo tópico del camelo del arte, y creo que precisamente en el arte no se puede hacer ningún camelo. Ya quisiera que la mitad de los camelos que hay en el arte se produjeran en la política. Ahora vengo leyendo en el tren el tema del Malaya…, una operación Malaya en el arte provocaría muchos menos males en esta sociedad.

-El arte debe hacer pensar.

-Claro, y el problema es que eso es incómodo y a una gran parte de esta sociedad no le interesa pararse a pensar, sólo le interesa que aquello quede muy mono en el sitio y ya está. Yo, al menos con mi obra, sí quiero hacer pensar y en absoluto descarto en mi trabajo una dedicación a lo estético. El problema es no querer contar nada con la obra que se hace, eso sí es un serio problema de muchos artistas: un formalismo en busca sólo de un estilo de identificación para obtener un marchamo en el mercado para que, en seguida los señores empresarios puedan colgar esas obras en sus despachos y queden muy bien ante sus amigos. Comprendo que esto que digo no es cómodo, pero es así.

-Por eso el mercado del arte cada día va más hacia arriba..

-Hombre, yo invertiría en arte antes que en otras cosas. El arte no es tan caro, dado lo que es…, tal y como está la vida y el mundo, yo sí, yo invertiría en arte y además apostaría por los más jóvenes.

MARTA CARRASCO // ABC SEVILLA

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