Carte de visite, Noelia García Bandera. Sala Siglo XXI. Museo de Huelva.

Noelia García Bandera, Carte 6: dos obras 80x55 cm; una 110x150cm. 2009.

La malagueña Noelia García Bandera exhibe hasta el 8 de diciembre en Huelva ‘Carte de visite’, donde revisa la historia de la fotografía e indaga en el propio medio.

Carte de visite, el nuevo proyecto de la fotógrafa malagueña Noelia García Bandera, evidencia que la autora sigue reflexionando acerca de la identidad, de los estereotipos y de los roles sociales, aunque ahora el espacio central de reflexión no lo ocupan los discursos sobre la identidad de género, en los que se ha distinguido como una de las artistas andaluzas más destacadas, llevándola incluso hace apenas un mes a entrar en la colección Iniciarte con su anterior y punzante trabajo (Commedia dell’arte) sobre la anulación y el silenciamiento del sujeto femenino.

Son muchas las virtudes de este nuevo trabajo. En primer lugar, en estas cartes su discurso es quizás más desenfadado, sin la carga de gravedad e incluso solemnidad de otras series, en las que siempre latían cuestiones gruesas con compromiso y con una inusual autocrítica dentro de las prácticas de género. Esta suerte de relajación no menoscaba la profundidad y agudeza de Carte de visite, ya que, y enlazando con otras virtudes, no sólo indaga en una cuestión ineludible en el arte actual y en los debates en torno a la constitución del sujeto contemporáneo como son los de la identidad y la apariencia, sino que al revisitar cultamente la propia historia de la fotografía le sirve como lúcido pretexto para indagar sobre el propio medio fotográfico, acercando prácticas históricas y actuales.
García Bandera rescata y reformula las cartes de visite que creara Eugène Disdéri en la mediación del siglo XIX, producto de la invención de un objetivo múltiple que conseguía que en una misma placa quedaran registradas diferentes imágenes tomadas en distintos y sucesivos momentos, pues incluía el factor tiempo que propiciaba que el retratado variara su pose en cada una ellas, agudizando, por tanto, el carácter de representación cercano a la puesta en escena.

Esta vis representativa se acentúa gracias al aparato, es decir, a la escenografía (fondos pintados principalmente) y al mundo objetual, que supondría el atrezzo de una función (fotográfica en este caso). García Bandera mantiene en la pieza central de sus trípticos ese mosaico fotográfico disderiano de ocho piezas-momentos-posesmientras que sitúa sendas piezas con una sola imagen flanqueando la central.

Ese carácter representacional que atisba la artista en Disdéri es el que ha recuperado exacerbándolo y prefigurando un nexo entre ese documento primitivo y tendencias actuales como la fotografía escenificada y de flujo narrativo, de la que García Bandera participa. Sus modelos -¿por qué no llamarlos ahora más que nunca personajes?- parecen interpretar un papel, parecen poner en práctica un rol, construir y reafirmar imagen a imagen una identidad, puede que, como apariencia sea ficticia o, si acaso, menos real que todo lo que acompaña a los protagonistas y que será lo único que permanezca en la última imagen como muestra del carácter fugaz de nuestra existencia.

García Bandera parece remitirnos al antiquísimo concepto del theatri mundi, de la vida como teatro y nosotros como actores que interpretamos un papel en esta especie de mascarada. Aquí mantiene el recurso ya ensayado de la máscara con el que amordazó a sus modelos de Commedia dell’arte, sin embargo las actuales no callan sino que imponen pautas de conducta y ayudan, junto al resto de recursos escenográficos, a la dramatización y escenificación de un rol. Cuánta proximidad hay en todo ello con el disfraz.

Así, sus cartes parecen constituirse en muchos casos en irónicas y divertidas visitaciones a los estereotipos no exentas de citas a la propia historia del arte: la geisha, mezcla de Narciso caravaggiesco, personaje del gestual y nipón teatro y de las fotografías de Hideki Fujii; el subvertido almuerzo campestre, en el que aparece el cuerpo masculino desnudo en lugar del sempiterno femenino (piénsese en Giorgione, Raimondi, Manet o Picasso); ese atleta hipermusculado que nos habla del culto al cuerpo actual tanto como la seductora, sensual y tan voluptuosa como artificial mujer, sofisticada y recatada en un principio, que acaba coqueteando con su cuerpo y con nosotros; la alocada joven al borde del mar; o la madre amantísima y protectora, seguramente de alta cuna.

En definitiva narraciones y escenificaciones de ese juego de apariencias, falsedades, convenciones y simulacros que llevamos a la práctica día a día en esta mascarada que resulta ser la vida.

Respecto a la indagación sobre el propio medio fotográfico, la artista alude a un carácter mestizo en relación a la integración de las artes (pintura y escenografía en la fotografía); la tensión entre la imagen fotográfica como "momento congelado" y la acción (las poses aquí) que la fundamenta, algo en lo que ya insistió Walter Benjamin; el simulacro que puede llegar a suponer la fotografía, aunque naciese con la certeza de ser un medio fidelísimo respecto a la realidad que reproducía; o cierto carácter auxiliar de la fotografía como testigo de las acciones artísticas que entroncan con la ya comentada fotografía escenificada.

Con estas cartes podemos preguntarnos si posar y ser retratado no es dar la imagen de nosotros que nos gustaría que quedara como inmortal y como reflejo, aunque suponga engañar un poco o aparentar otra cosa. Por cierto, ¿usted qué máscara lleva, qué papel interpreta, cuál es su tarjeta de visita?

Noelia García Bandera. Sala Siglo XXI. Museo de Huelva. Hasta el 8 de diciembre.

 
Juan Francisco Rueda |  29.11.2009
www.malagahoy.es

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