Barceló, la plenitud del artista

Conjunto cerámico que recubre las paredes de la capilla del Santísimo de la catedral de Palma. Foto: El País

La cerámica de la capilla del Santísimo de la catedral de Palma de Mallorca tiene la fuerza de las cosas que suceden por primera vez. Me sugiere un sueño, una obra que te envuelve, el autor está dentro, integrado". Miquel Barceló, recién llegado a los 50 años, es una de las firmas más representativas de la pintura internacional y sigue arriesgando. Incrusta en el templo gótico una propuesta de arte actual, hija de una imaginería clásica. Con él entra el siglo XXI en la capilla, junto al altar mayor de la seo de Palma. Este viernes 2 de febrero, los Reyes estarán en su estreno.

El personaje Barceló marca época y apasiona con su aventura creativa. Sus obras, de gran potencia y muy cotizadas, son apetecidas por museos y coleccionistas. El autor mallorquín lleva 30 años de pugna, en la ola y en la brecha, desde que se afamó con su gesto expresionista y transvanguardista, igual que una joven estrella del rock. En Europa aporta una cierta idea mediterránea y de la España moderna y engarza con la herencia de Picasso y Miró. Es premio Príncipe de Asturias y hace 20 años fue premio Nacional de Artes Plásticas.

"Mi proyecto principal es pintar cada día en el taller. Eso es lo que hago", explica este artista total, que no se ha endiosado ni desconectado de su mundo, de las amistades antiguas y bohemias que conoció en su dura batalla de los años setenta en Palma y Barcelona. Hoy, en las célebres librerías de Milán, el grueso catálogo de su muestra de Lugano (Suiza) se exhibe junto a los dedicados a mitos clásicos.

Respetado y triunfador, se pronuncia radical contra la destrucción del paisaje de Mallorca o la guerra de Irak. Barceló fue el último ecologista que, en 1977, abandonó la ocupación de la isla de Sa Dragonera, en Andratx, para evitar su urbanización.

Trashumante, vive y trabaja en Mallorca, París y Malí. Pinta, dibuja, obra el fango, hace esculturas, crea escenografías, interviene en una performance y escribe en la agenda de bolsillo. No es creyente y el poder antiguo de la Iglesia le encomendó la intervención con el milagro de los panes y los peces en la densa biografía litúrgica, en el memorial de arte que es la seo, un sueño que no pudo cumplir Joan Miró, vetado por los canónigos en la dictadura.

Andy Warhol retrató con fascinación al pintor estrella de Felanitx, que tuvo taller en Nueva York, donde expuso con el mítico galerista Leo Castelli. Barceló coincidió en la Documenta de Kasel de 1982 con los rompedores y efímeros Haring y Basquiat y fue fichado por el marchante suizo Bruno Bischofberger. Su carisma y capacidad de seducción corren parejas a su fuerza expresiva y dedicación. En una década, su cotización se multiplicó por 10, y por 400 su primera litografía.

Miquel Barceló. Foto: AGUSTÍ TORRES. El País

Un óleo con su firma se vendió por 1,2 millones de euros en una subasta en Londres. Le fastidia abordar la cuestión. "Ahora se da al arte un gran protagonismo del mercado, una especie de monetarización absoluta, se ponen los precios de las cosas como un adjetivo. Igual que en Estados Unidos hablan de un traje de 100 dólares, se alude a las obras de arte sólo por su cotización. Es una vergüenza. Cuando tú miras un picasso o un velázquez no piensas en los millones. Es una concepción obscena".

Miquel Barceló pasó seis años imbuido con la que ya es una creación magna, 300 metros cuadrados de superficie de arcilla trabajada a puñetazos y con el cuerpo, coloreada, con cientos de figuras, más cinco vitrales, trazados con los dedos. "No está mal el plazo para la obra y la vida de la catedral".

Un Cristo pálido es el núcleo discreto del retablo del templo medieval junto al mar de Palma. La presencia del autor, que puede ser iconoclasta, se difumina en un relieve insinuado. "Era un compromiso, por contrato tenía que hacer un Cristo de la resurrección. Pensé hacer una metáfora, el eco de un pez en esta creación y multiplicación. Lo dejé hasta encontrar la forma de asumirlo. Es una especie de autorretrato. La figura aparece, se distingue blanquecina. No es un icono dominante, está junto al pez espada y la palmera, más inmediatos".

Creador sin tendencia ni filiación, vindica la pintura y está en la vanguardia. No desdeña riesgos ni propuestas innovadoras. Ha sido invitado por el Louvre y el Pompidou de París, el Macba de Barcelona, el Prado y el Reina Sofía de Madrid. En la estela de Barceló desde los ochenta se animan generaciones de artistas.

Es un tipo diverso y llano, sin misterios. Fue amigo de Camarón y lo es de Rancapino y de los espadas Curro Romero y Luis Francisco Esplá. Mientras creó la cerámica publicó su versión de la Divina comedia de Dante, creó una escenografía de una ópera de Mozart y editó sus Cuadernos de África. Con Josep Nadj intervino en el festival de teatro de Aviñón con Paso doble.

Activista contestatario, en sus orígenes planteó la descomposición del arte en directo en Cadaverina y ejerció de salvaje, pintó perros y bestias. En crucifixiones africanas puso un animal. Ahora desvela la propuesta que tendrá culto litúrgico y albergará las formas del Santísimo.

Insular, navegante y buceador, ha sometido al mar y lo ha colgado en el templo. Barceló conversó con EL PAÍS en su estudio de París el día que cumplía 50 años, el 8 de enero, y dos veces más después, en Palma, ante su piel salvaje y espiritual que alude a un episodio evangélico, y por teléfono.

"La pintura no me aburre nunca", dice. "Mi naturaleza no es evitar los retos, mi postura es pintarlo todo, como Tintoretto. Él era un gran maestro. En Venecia le pedían un proyecto y se presentaba con una obra terminada, de 20 metros de largo. Miro a Cézanne siempre, es un artista asombroso, es como un Mozart, su obra parece infinita e inacabable. También Picasso, Miró y algunos más".

Barceló es un lector voraz y selecto. La última planta de su casa de París la llena la biblioteca que fue de su amigo el escritor americano de Tánger Paul Bowles, que le convirtió en protagonista de una novela, Muy lejos de casa. Antes de pintar, desde el PC portátil descarga horas de música italiana antigua de una radio de Internet de Estados Unidos o programas sin anuncios de una emisora española.

"Leí varias biografías de Miguel Ángel mientras trabaja en la capilla. Para animarme. Necesitaba una lectura para robar coraje. A los 80 años, Miguel Ángel se quejaba porque no había recibido ningún encargo a la altura de sus capacidades. Decía: 'Yo pude hacer una gran obra y nunca me la solicitaron'. La Capilla Sixtina pensó que sólo fue el reto de un pintor y él era además arquitecto y escultor".

Un día fue a Roma para ver, solo, otra vez, la Capilla Sixtina. "Mientras limpiaban la obra subí a los andamios de los restauradores para observar de cerca los frescos, las pinturas. Igual hice con Goya, con sus imágenes, en San Antonio de la Florida, en Madrid. Me gusta ver la implantación de los pigmentos, los gestos. Las manos de la creación de Miguel Ángel, enormes, son perfectas. Tengo buena relación con los restauradores porque suponen que en el futuro les daré trabajo".

"La seo atraviesa la historia y es una obra abierta, un monumento de aire", dice el artista. "A mí me gusta imaginarla como un barco; al revés, que el mar entra en la capilla. El arte surge como una metáfora del universo en movimiento". No ha ejecutado un retablo narrativo ni una representación y no ve su obra como arte religioso, una decoración.

Su primer encargo público fue la cúpula del Mercat de les Flors de Barcelona, hace 20 años, al tiempo que un museo español adquirió el primer barceló. A finales de los ochenta, el Gobierno balear regaló un gran óleo al Rey que éste cedió al Guggenheim de Bilbao. Años después, don Juan Carlos compró un cuadro en Arco y el Príncipe visitó a Barceló en su estudio de Mallorca.

"La novedad de esta obra es que está dentro de una catedral, activa, pero no modifica ni altera su identidad. Era el lugar mejor de Mallorca para una pintura así, no hay otro. Antoni Gaudí, Josep Maria Jujol, del siglo XX; Jaume Blanquer, del XVII; Guillem Sagrera, del XV, son vecinos perfectos".

La modernidad "no reside en el mero soporte convencional de actualidad. El fango, más que clásico es ancestral. La aparente simplicidad le permite ser muy actual. Si fueran pantallas de vídeo en vez de cerámica y cristal, la obra no tendría por qué ser moderna. La afirmación contemporánea demanda algo más".

El lienzo de terracota, un material y una memoria de signos remotos, está agrietado adrede, la piel se rajó como una telaraña. "Es el dibujo", subraya. "La mitología de la obra es el bulto que se hincha y abre, la boca y el vientre de los peces, la forma de los panes, granadas, sandías, cráneos y jarras. Es una metamorfosis". Anota rastros de geografía de su mapamundi.

"En la arcilla, cada una de las pequeñas cosas fue un pequeño hallazgo, provocado. Diariamente hubo alguno, en los seis meses de gestación en 2003, en Vietri, Nápoles. La multiplicación de los panes y los peces me iba muy bien. La materia es abierta, desvela lo que hay dentro, las frutas estallan, el pan se agrieta y los peces se muestran por el estómago y la boca en la secuencia de color y formas. Debía notarse la piel que se hincha". El código de signos, una impronta de la memoria.

Miquel Barceló habla el catalán de Felanitx con sus dos hijos mientras que Cècile lo hace en francés. "Mis manos están por todas partes, nidos de manos: ahí están las de mi hija Marcel·la. No lo disimulé. Están mis rodillas y con puntapiés trabajé la bandada de lizas. Son datos. Al cocer, la arcilla se reduce un 12% y mis manos y pies parecen de niño. Las minúsculas son de mi hijo Quim".

En la era digital cita los principios, lo previo al arte: "En las cuevas prehistóricas se perfilaron marcas de manos y dedos antes de que se prefigurase ninguna representación. El barro es el elemento con el que se crea Adán. En arcilla quedó registrada la primera huella del hombre, impresa en la tierra húmeda. Una charca o el limo guardaron hollados los datos de actividad sobre la Tierra. La primera escritura fue sobre tablillas de fango. El fango es un soporte muy elemental, fue una buena elección".

Barceló construye su universo y capta el paso del tiempo. "La cerámica puede verse como una especie de alegoría general de la vida y del arte. Es una pintura, siempre la he considerado una obra pictórica. Es una piel de pintura y la cerámica, soporte y obra a la vez. El conjunto, sin los muros del templo, se aguantaría, tendría su expresión y entidad".

Vestido de astronauta, con mascarillas y guantes especiales, en diciembre pasado ejecutó las cristaleras, la decisión final antes de mostrar la apertura de la modernidad. "Fue una operación tóxica, debí protegerme. Los dibujos de los vitrales -de 15 metros de alto- están hechos con el dedo recorriendo la superficie química. Pinté con el índice sobre cristal, es la marca del ojo, perfecta, la plasmación de la mirada. Escribir con el dedo es la medida que el ojo sabe leer, está hecho para eso".

A las dos de la tarde cierran la catedral. Sin bombillas ni cirios, en silencio y vacía es un ámbito imponente. El autor se aleja del mural, mira la capilla y observa otros enclaves. "Es armoniosa, ya está completa, queda bien". Los vitrales, grises, casi radiografías, matizan la luz solar aplanadora. "Colorines nunca hubiera hecho. Opté por el gris, grisaillés. Un líquido de plomo se extiende y quema el cristal, lo empaña". Cruza la seo y siempre escudriña, una calavera en una tumba, un artilugio modernista, un retablo, la fuerza arquitectónica.

"El joven pintor", le llamaron casi tres décadas. "A los 50, por respeto a la edad, ya deberían cambiar de registro. Los artistas antiguos se quejaban, de joven maestro pasaban directamente a viejo maestro. En Italia te llaman maestro -como a los toreros-, es la expresión de la idea sobre el oficio, curiosa, una apelación de respeto, afable. Ahora soy maestro en Malí, en la Universidad de Bamako. Por primera y única vez en mi vida ejerzo el rol del magisterio. En Baleares me nombraron doctor honoris causa, yo que sólo fui dos semanas a la universidad, ya tiene mérito. Debe de ser la carrera más breve y con mejores resultados de la historia".

París de madrugada, 8 de enero. El anfitrión enciende la luz de las salas de su taller. Pone música de Malí y abre champán para las últimas copas. Dos horas atrás sopló, divertido, en una cena, las velas largas de los 50 años, flanqueado por los escritores Patrick Modiano y Adam Zagajewski y el marchante Bischofberger, y amigos de su isla, Barcelona y París.

Los futuros barcelós crecen o esperan en muros, caballetes; los grabados y papeles, en las mesas. Tras una puerta, el perfil, fechado, de su hijo, y cerca, un retrato de su hija. El autor traba apuntes y esbozos sobre la cal, inventa una mínima figura en relieve en el canto de una esquina y en el hoyo de la pared crea figuras. Engancha fotos y notas de escritores y de algún artista clásico.

Una de las telas, blanca y con grises, que terminó aquel día es una obra para su colección personal. "Es una especie de cráneo enorme, como un planeta, la cabeza de hombre de 50 años, de la que surgen raíces y satélites. Cada año, ese día, me regalo un cuadro. Los cuadros tienen alegorías del tiempo, calaveras animales. Un retrato quedó en mi casa de Malí y las abejas anidaron, colocaron adherencias en la cara. La naturaleza interactuó".

Un mono de trabajo, manchado, coronado con su testa pintada, es un autorretrato y una proclama. Él desea "estar en el estudio, dibujar, escribir, grabar, hacer esculturas. Ocho horas seguidas, o más, sin parar". No lejos, la calavera de una bestia con gruesos colmillos tuertos y la cabeza de otra, enorme, enfrentada a Marejadilla, una gran pintura de la mar rizada, en vista cenital. "Es una de mis pocas obras con título en castellano, la palabra es bonita, no hay otra más adecuada".

"Improvisar cada día es descubrir", señala. En diferentes niveles y espacios se reparten áreas de actividad, según las piezas y los formatos. En una sala, en un hilo de tender, también en el suelo y en un muro, se secan o maduran los esbozos para un montaje escénico. De pronto, Miquel mete la mano en un cubo, toma una bola de preparado, la modela apenas y la lanza como proyectil contra una de las paredes. Es un signo, aún en ciernes.

"Peter Brook me propuso participar en una de sus obras y hacer la escenografía, quiere que yo intervenga. Usaré materiales diferentes, no sé aún si actuaré, quizá una o dos veces y un actor me suplirá. Brook me ayudará a montar Paso doble en Bamako, la capital de Malí, hasta donde irán en autobús mis amigos del País Dogón. Se hará una película, una forma de plasmar mi relación con África a través de un espectáculo. En junio haremos Paso doble en París, y antes, en febrero, lo presentaremos tres días a la lonja de Palma. Es la capilla de fango en crudo, en vivo".

La hoja de ruta y vida del artista es una travesía sin fin con viajes y estancias. "Me hice europeo hace mucho tiempo, años antes de que España entrara en la UE. Aún era preciso tener pasaporte para ir a todas partes y ejercía, viajando como mis obras y mis talleres, por todos los países. Por desgracia, la cuestión de Europa no ha tenido el empuje y la velocidad que deseábamos, la expresión y el peso de su identidad diversa".

Barceló se llama "pintor europeo antes que pintor español. Más bien soy un tipo de ultramar. Marca mucho, de verdad, la europeidad. Soy catalán de Mallorca y sureuropeo, es evidente. Europa debió ser de la cultura y no solo de los Estados. Cultura era la primera palabra para definir de la UE, no el tráfico económico. Europa es una de las mejores ideas que peor aplicación han tenido. Es una lástima, la desarrollan los mercaderes y se emplea para la exclusión del otro".

En el invierno del patio interior del taller parisiense, un jardín de bambúes, hay dos barcelós novedosos, sendas esculturas en bronce ennegrecido: un chivo escuálido, coronado con un capirote de penitente de la Inquisición, y una fundición de un pie de cerdo descomunal, totémico, realista, casi litúrgico, con sus uñas y callos en lo alto, de pie.

"La anatomía del cerdo tiene delicadeza estructural. Uno evocó en esta pieza la forma de mitra obispal, y otro, zonas eróticas. Hasta los andares se alaban". El hombre de Felanitx ha hecho un descomunal elefante de cuatro metros que se alza sobre la trompa.

La intervención en la catedral le sitúa en la historia. "No tuve tiempo de sentir vértigo. Estaba demasiado ocupado con la complejidad material y plástica de la cerámica, y después se agregaron los problemas locales y políticos. Con la obra en marcha ha habido dos obispos distintos y dos Gobiernos diferentes. Murieron el obispo Teodor Úbeda y el canónigo Pere Llabrés, dos impulsores. Me apenó. Es una intervención en tu casa, pero cuajó al aunar voluntades diferentes y terminarla, con un cambio de siglo".

La biografía del artista cuaja en el taller, donde siempre madura e inventa. Ahora está en el trabajo previo de pinturas y esculturas aún más complejas. Tiene mucho trajín y compromisos. En primavera expone en París; en verano, en Nueva York, exhibirá esculturas grandes y cerámicas en Long Island, con Dore Asthon de comisaria que escribe un libro sobre él. En el museo de Dublín mostrará trabajos de África. Las cerámicas irán al Museo Serralves de Oporto. También retornará a Japón.

"Habrá retos mayores, ya saldrán, rápidamente afrontaré otras propuestas más grandes. Seguro. Tengo muchas cosas en perspectiva. Hasta los cien años como mínimo no puedo pararme", concluye Miquel Barceló, con ojos pícaros y felinos.

ANDREU MANRESA 28/01/2007

 

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