La mano con lápiz. Dibujos del siglo XX. Colecciones Fundación Mapfre

Salvador Dalí

La Fundación Mapfre acoge desde hoy viernes, por primera vez en su sede de Recoletos de Madrid, una exposición compuesta por una cuidada selección de más de un centenar de dibujos pertenecientes a su propia colección, que aproxima al espectador al extenso panorama del arte del siglo pasado.

La muestra, que se presenta bajo el título La mano con lápiz. Dibujos del siglo XX. Colecciones Fundación Mapfre, completa la vocación coleccionista de la institución, que crece de año en año y que desde sus inicios, en 1997, ha sido mostrada –primero como Maestros españoles del siglo XX y ahora con un carácter marcadamente internacional–, en diversos museos de todo el mundo: Fundación Picasso (Málaga,  2001), Museo de Bellas Artes de Cuba (La Habana, 2004), Instituto Cervantes de Nueva York (2004-2005), Museo Nacional de Arte de México (2007) o Bass Museum of Art de Miami (2008). 

Apuesta por el dibujo

A lo largo de su historia, el coleccionismo español no ha mostrado un interés por el dibujo comparable al suscitado por la pintura y, sin embargo, esta disciplina ha sido desde los orígenes de la humanidad una de las expresiones inherentes al hombre. Estos gestos son nuestras expresiones más cercanas e íntimas, una idea, un descubrimiento, un método de introspección de la persona que lo realiza.

La colección de dibujos del siglo XX de la Fundación Mapfre destaca por su diversidad, lo que responde a la que es propia de la obra sobre papel en el arte contemporáneo. A diferencia de lo que venía sucediendo en la tradición artística, la obra sobre papel en la modernidad ya no es sólo un apunte o un dibujo preparatorio para una pintura sobre tela o cualquier otro soporte (aunque pueda seguir siéndolo), sino que en ocasiones es considerada una obra de arte por sí misma.

Desde sus inicios, estas colecciones han estado protagonizadas por una fuerte vocación por desentrañar el nacimiento de la modernidad. En este sentido, la creación de una colección de dibujos centrada en los lenguajes de la vanguardia española, que ya se puede considerar clásica, constituía una secuela natural de su programación de exposiciones que, durante mucho tiempo, estuvo vertebrada alrededor del arte español de principios del siglo XX.

Contexto internacional

En los últimos años, la programación expositiva de Mapfre se ha abierto a artistas o periodos importantes en el contexto internacional, lo que ha llevado ahora a la Fundación a plantear su reflexión en torno a la construcción de la modernidad en el panorama internacional.

Estos cambios también se han producido en su colección de obra sobre papel y pueden verse reflejados en la exposición que ahora se presenta. El resultado es esta colección de dibujos que permite establecer una historia coherente del desarrollo del arte de la primera mitad del siglo XX, en la que se hace especial hincapié en la trascendencia que éste tuvo en España.

La historia del dibujo en cinco secciones

1. La tradición

El recorrido se inicia con dibujos de carácter todavía académico, artistas ligados a la tradición pero que sientan las bases y muestran una expresividad que hace pensar en ese comienzo de siglo que estaba por llegar. Estos artistas, entre los que se encuentran Mariano Fortuny o Joaquín Sorolla, conocieron un éxito internacional notable y forman parte de páginas fundamentales de la historia del arte.

2. La modernidad

Desde 1900 hasta la llegada de la Guerra Civil española, que marca una fractura en todo nuestro ámbito cultural, se produjeron diversas transformaciones y un proceso de renovación de la pintura que viene reforzado por las relaciones que se establecen entre los artistas españoles y europeos. En este proceso, la imagen de la mujer cumple un papel importante pues se convierte en verdadera protagonista del mundo moderno. Lo vemos en dibujos de carácter noucentista como el de Joaquim Sunyer o Enric Casanovas, que dialogan con otros de Francis Picabia, Auguste Rodin o Egon Schiele.

Esta ordenación esquemática no cumple con un rigor historiográfico pues las obras de Henri Matisse o George Grosz ponen de manifiesto la variedad del arte del siglo pasado y la necesidad de proceder a la revisión de los criterios establecidos por la historiografía tradicional.

3. El espíritu de vanguardia

La construcción de un lenguaje de carácter abstracto, de naturaleza geométrica y analítica en el horizonte del cubismo, se plantea  a través de una serie de obras de Joaquín Torres García, Rafael Barradas, Juan Gris, Albert Gleizes o Sonia Delaunay. El sentido constructivo de la pintura y sus límites con la escultura lo muestran, entre otros, los dibujos de Laszlo Moholy Nagy, el collage de Alexander Archipenko o la Miniatura merz de Kurt Schwitters que, con un espíritu claramente dadaísta, enlaza directamente con las obras de Francis Picabia. De forma casi paralela, hay que destacar la presencia, en París, de un grupo de artistas españoles que, en torno a Picasso y al cubismo, fueron conocidos como La Escuela de París: Manuel Ángeles Ortiz, Hernando Viñes o Francisco Bores son algunos de los más importantes.

4. El surrealismo

La presencia privilegiada de los artistas españoles en París les permitió asistir de primera mano a la gestación del surrealismo, tendencia, a la que por su importancia, se ha querido dedicar una especial atención. Algunos de los pintores que aquí se presentan fueron miembros activos del grupo y figuras esenciales del movimiento. Tal es el caso de Salvador Dalí, Joan Miró, Luis Fernández u Óscar Domínguez, éste último creador de la decalcomanía, técnica que se inscribe directamente en el círculo surrealista de Breton. Las relaciones entre Francia y España se tradujeron en una fuerte impronta surrealista en nuestro país que se extendería en el tiempo y que caminaría junto con otras tendencias hasta la década de los cincuenta del siglo pasado.

5. En los límites de la vanguardia

Tras los años de Guerra Civil, el impulso vanguardista, aunque sin ser olvidado, parece sufrir un quiebro en nuestro país. Aparece un cierto tipo de arte costumbrista y melancólico emparentado con el realismo alemán de los años veinte que tiene su mejor expresión en las acuarelas de Arturo Souto.
Nuevas investigaciones surgen a partir de estas fechas: el eco de los realismos europeos en Genaro Lahuerta y Joaquín Peinado, la influencia surrealista en el Julio González de los años cuarenta, la búsqueda de lo primitivo y las formas puras de Ángel Ferrant, enlazan con aquellas otras obras, ya informalistas, más gestual unas, matéricas las otras, de las que los dos dibujos que cierran la exposición, de Tàpies y Chillida, respectivamente, dan buen ejemplo.

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