Cuatro artistas evocan la galería Buades como un espacio de libertad

Miguel Fernández Cid, Antón Patiño, César Fernández Arias, Dis Berlin y Juan Ugalde. Foto: HENAR SASTRE

Patiño, Dis Berlin, Ugalde, Fernández Arias y el crítico Fernández Cid hablaron en el Patio Herreriano de los 30 años de la sala madrileña

Antón Patiño, Dis Berlin, Juan Ugalde y César Fernández Arias, con Miguel Fernández Cid como moderador, participaron ayer en la segunda de las seis mesas redondas organizadas por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales en torno a la exposición 'Galería Buades (1973-2003). Treinta años de arte contemporáneo y tantas cosas más', abierta en el Museo Patio Herreriano de Valladolid. Y los cinco coincidieron en describir a la sala madrileña como un espacio de libertad, diálogo e intercambio de ideas y experiencias en un tiempo en el que un lugar así era, por lo menos, una rareza.

Abrió el diálogo el crítico y comisario de exposiciones Miguel Fernández Cid -al que presentó Cristina Fontaneda, directora del Patio Herreriano-, que fue jefe de redacción del periódico de Buades de 1984 a 1989. Después de pedir al resto de los ponentes que intentasen describir lo que era la galería, comenzó recordando su llegada a Madrid en la primera mitad de los años setenta. Allí se encontró con que casi todas las actividades artísticas que anunciaban los periódicos tenían lugar en la sala de Claudio Coello, 43 y decidió ir a verla. Pero no la encontró -narró con humor- hasta un tiempo después, ya que estaba instalada en un patio al que se accedía por unas escaleras.

Tertulias y debates

Cuando al fin entró, «tuve la sensación de que era afortunado -dijo- porque allí se compartía información, se hacían tertulias, subastas y conciertos, exponían artistas que nadie conocía y había espacio para instalaciones y esculturas cuando reinaba la pintura».

Mostró Fernández Cid los singulares catálogos de la galería con forma de hoja de periódico y alguno de los libros editados antes de pasar el turno a Antón Patiño, quien colgó su primera exposición individual en Buades en 1983. «En las postrimerías de la dictadura era el epicentro de la modernidad artística española», recordó uno de los fundadores del grupo vanguardista Atlántica. «Se respiraba libertad, había un ambiente de experimentación y de investigación libre en el que se unía la tertulia con el debate», añadió.

También Patiño tuvo la sensación de «estar en una nube» cuando «vendí algo allí», un lugar que describió como 'La Factoría' madrileña y en el que no se puede hacer lista de artistas «porque todo español de las últimas décadas pasó por la galería».

El soriano Dis Berlin -Mariano Carrera- , quien ha evolucionado hacia una abstracción con elementos figurativos estereotipados y actualmente hace 'collages' y fotomontajes, está vinculado al mundo literario y colaborar en el cine, evocó «cómo llegué a esa galería cuando era un chico de provincias». La describió como «un espacio de libertad» con el que se identificó inmediatamente. «En ella encontré mi forma de ser artista, que se resume en haz lo que te de la gana y expresa tu rareza», dijo este creador que expuso en Buades en 1984.

Entusiasmo

También Juan Ugalde expuso ese año en Buades, a la que llegó cuando estudiaba Bellas Artes. «Allí encontré un lugar que no tenía nada que ver con todos los demás y en el que pasaban cosas que no esperabas», dijo este artista, premio L'Oreal de 1993, que actualmente utiliza las fotografías como soporte pictórico.

Destacó la forma de trabajar «en libertad» de la galería, «que pasó de la mesa camilla a la barra cuando se trasladó a la Gran Vía, en la que el arte se regía por el entusiasmo y en la que era normal lo que ahora, con una gran influencia del exterior, sería extraordinario», dijo antes de recomendar «intentar recuperar ese espíritu».

César Fernández Arias cerró el turno de evocaciones, tras el que se abrió un animado coloquio. Pintor y escultor venezolano, vive en España desde los años setenta y también expuso en Buades en 1984. «Llegué allí con Patiño el día que inauguró su muestra y descubrí un club de iniciados en el que al principio me sentí como un subalterno, ya que Antón estaba consagrado», dijo con la misma ironía y sentido del humor que, junto a la crítica, caracterizan sus creaciones, que tienen mucho de ilustración. Luego se fue a Nueva York y a la vuelta regresó a la galería -que en 1987 le editó un libro de dibujos de pequeño formato-, en la que experimentó esa misma «sensación de libertad» que sus compañeros.

31.01.08 – MARÍA AURORA VILORIA

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