El arte de la mesa y la cocina

EL PENSAMIENTO EN LA BOCA. Sala Cajasol, JEREZ

Más acá del chef creador y del alimento como experiencia estilizada, la cocina es una relación del cuerpo inteligente con la naturaleza, y la comida, un lugar de encuentro, dos dimensiones que interesan al arte.

No hay que probarlo con las obras de Spoerri o con los restaurantes de Matta-Clark o Allen Ruppesberg. Basta el testimonio de esta muestra en la que intervienen 43 autores (de Pérez Villalta, Curro González o Joan Casella a Miki Leal, pasando por Abraham Lacalle o Roxana Popelka) y media docena de colectivos, unos explícitamente artísticos (Blitz) y otros de corte social (Asociación de Mujeres por la Igualdad y el Progreso).

Algunas propuestas subrayan el ceremonial de la comida: platos dibujados y después elaborados y servidos entre velas, una cena interrumpida por acciones en el marco de una bodega de Jerez o la elaboración de un esqueleto de mazapán cuyos fragmentos ofrecen a los invitados unos performers oficiantes del extraño ritual.

Otro de los registros de interés es la relación entre alimento y cultura, sea ésta tradicional (del obrador de panadería a la repostería doméstica) o se sitúe en la tierra de nadie del intercambio: así, la cocina de inmigrantes senegaleses o la audacia de Kaoru Katayama, que sirve el sushi japonés con Jerez o añade el tocino de cielo (la yema de huevo es subproducto de las bodegas que usan la clara para dar transparencia al vino) a la ceremonia del té.

Cinco pintores, amigos desde la facultad, se reúnen en torno a un deslumbrante cocido. Un vídeo y el mantel sobre el que dibujaron un singular cadáver exquisito muestran que la mesa es lugar de encuentro, como también lo sugiere Salomé del Campo en el lienzo que rememora el Almuerzo en la hierba o, en contraimagen, los solitarios interiores de bares (bodegones) de los hermanos Rosado.

La comida es por fin señuelo para la imaginación. La comanda del restaurante o la receta de cocina catalizan la fantasía alimentaria; un cubierto completo, encerrado en una urna, tiene en el plato una breve pantalla por la que pasan alimentos: este moderno Tántalo ¿es estímulo del apetito o reserva del anoréxico? También mueven a la fantasía los ruidos de la cocina recogidos en un vídeo o unas manos que trocean rítmicamente verduras hasta convertir la menestra en naturaleza muerta. Esta llamada a la fantasía cierra el círculo que vuelve al ceremonial: el gesto de una camarera tiene en un lienzo de Chema Cobo algo de ofrenda, y una pirámide construida con copas, vasos y bandejas (en el centro, un enorme cubalibre) recuerda en forma y dimensiones a una custodia procesional.

La muestra da que pensar: por las diversas líneas de reflexión que encierra, por la relación entre arte y vida, pero sobre todo porque ha estimulado conexiones en una sociedad presidida por la anónima división del trabajo: bodegas, emisoras de radio, restaurantes, confiterías, escuela de arte, se en-redan en la muestra sin que medie concesión alguna al populismo.

El pensamiento en la boca. Una exposición sobre arte, cocina y modos de hacer. Obra Social Cajasol. Calle Larga, 56. Jerez de Frontera, Cádiz.

Juan Bosco Díaz Urmeneta 15/12/2007

www.elpais.es

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