 Javier Martín
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Hablar con grandilocuencia suele despertar la ironía del oyente, sobre todo cuando el discurso es impreciso y enrevesado. El autentico artista habla sin caer en la retórica y por eso suele ofrecer al espectador un espacio para la reflexión, otorgándole la posibilidad de completar el sentido de su obra. Este camino, estas pautas son las que elige Javier Martín en su última muestra, "La Leyenda", auténtica crítica del papel legitimador de la narración en la obra de arte y un lugar donde el público es pieza esencial.
La pintura anunció su muerte hace hoy casi doscientos años, pese a lo
cual sigue aún con nosotros. Paul Delaroche (1797-1856) proclamó ese
triste vaticinio, en 1839, al observar que la fotografía prescindía de
la técnica manual y el don del artista, pero el tiempo transcurrido
desde entonces desmiente las palabras de Delaroche. En el ámbito de la
pintura se han sucedido iniciativas fecundas y hoy seguimos hablando con
seguridad -y cierto orgullo- de las posibilidades técnicas y artísticas
de la pintura, y reconocemos el esfuerzo poético de quienes la
practican con rigor. Ese es el caso de Javier Martín, en cuya obra
brilla a primera vista la capacidad compositiva y el tratamiento del
color. Su visión del espacio pictórico es clarificadora. Lo construye
disponiendo diversos fragmentos o porciones de imágenes encajadas en el
sitio adecuado. Su habilidad para distribuir y ubicar la figura corre
pareja con la sabiduría que demuestra en eso tan difícil que suele
llamarse puesta depintura. Así, el cuadro adquiere cualidad y valor
autorreferencial: el propio atractivo de esta pintura autónoma hace
olvidar al espectador cualquier apresuramiento en la interpretación de
un posible mensaje. La pintura con su densidad parece emanciparse o
liberarse de cualquier tema o asunto.
La línea argumental básica de la trayectoria artística de nuestro tiempo
es la de una progresiva independización de las formas artísticas de sus
viejos deberes significativos, es decir, el arte se justifica en el
arte. Esta idea se fortalece de modo especial en torno a 1955 en los
ensayos del teórico Clement Greenberg, a propósito de las creaciones de
los Expresionistas Abstractos Norteamericanos, que concretó y explícitó
entre nosotros, el crítico sevillano José María Moreno Galván. La
inexistencia de una historia, cuento o crónica consolida una postura
sarcástica contra la desmesura de ciertas narraciones pretendidamente
intelectuales y reivindica algo que el Minimalismo subrayaría aún más en
los años 60, la participación del espectador. El artista no pretende la
perfecta emisión de un mensaje preclaro y conciso que sea recibido por
el que mira sin deterioro alguno, procura buscar más bien algunos puntos
de encuentro con el espectador, manteniendo siempre un espacio vacío
donde este último pueda trabajar (indagar en sus recuerdos, en sus
conocimientos, en sus experiencias...). Esos puntos de encuentro, en el
caso de Javier Martín, son fragmentos de imágenes cotidianas realizadas
con pintura por el propio autor: el popular personaje que sirve de
logotipo a una empresa cervecera, flechas construidas a base de píxeles,
personajes de cómics y motivos de papel pintado ocupan su lugar
constituyendo una composición equilibrada y sugerente.
Aquí comienza la labor del que observa. El espectador inicia un periplo
que cabría resumir en tres pasos. En un primer momento, pretende
descifrar un jeroglífico o mapa codificado; cuando es consciente de que
lo allí representado no expone un hilo argumental coherente, comenzará a
examinar los aspectos puramente pictóricos: color, gesto en la
pincelada, composición, relación entre las figuras; al final, será
-víctima- de la potencia que presentan los fragmentos de imágenes porque
éstos apuntan y aluden incesantemente a su memoria, fantasía y
conocimiento. El historiador y teórico del arte de origen austriaco
Ernst Hans Josef Gombrich aclara en torno a la imagen: "Las imágenes no
sólo tienen una historia sino también un poder". Gombrich describe la
forma en que la imagen activa, evoca y provoca. "La Leyenda" de Javier
Martín funciona con este mismo resorte, algo en nosotros parece
accionarse tras observar sus pinturas.
Como en las mejores novelas, se ha producido un giro inesperado. Tras
haber perdido las esperanzas de encontrar la identidad del artista,
comúnmente reflejada en su creación y persistentemente rastreada por el
entusiasta, no sólo lo hemos encontrado a él sino también a nosotros
mismos.
REGINA PÉREZ CASTILLO
www.diariodesevilla.es
30.01.2012
La leyenda. Javier Martín. Galería La Caja China. General Castaños, 30, Sevilla. Hasta el 11 de febrero.