Comparte con ellos también una defensa casi clásica de la pintura, poca afición a los preceptos más conceptuales -la instalación, la performance o la hibridación tecnológica- y se identifica en su importante factoría y la expansión de su obra en el territorio nacional e internacional.
Rubén Guerrero (Sevilla, 1976) regresa pues a su ciudad por la puerta grande. Lo hace mostrando su obra por primera vez en la galería Rafael Ortiz -que en los últimos años ha puesto el ojo en esta generación de jóvenes artistas, como lo demuestran las exposiciones anteriores de Pereñíguez y Miki Leal-, y después de que su trabajo se viera tímidamente hace tres años en el CaS.
En la galería de la calle Mármoles cuelga hasta el próximo 23 de julio una serie de pinturas agrupadas bajo el título Toma alternativa. En ella, Guerrero vuelve a sus paisajes que no son tales, a su personalísima pseudo-figuración y al dominio de la gama de colores.
Después de que el galerista Luis Adelantado (Valencia) haya paseado su obra de Rubén Guerrero por España y América, el artista se muestra sin embargo en Sevilla especialmente reposado, con la mente y la mano especialmente lúcidas para "continuar con una personal investigación sobre la construcción de la imagen pictórica; marcando una línea de trabajo donde la imagen es sometida hasta extremos en los que su sentido lógico se subvierte para aproximarse a territorios de transversalidad entre la abstracción y la figuración", explica el galerista.
En cuadros de muy diferentes formatos, Guerrero demuestra su interés "por la estética de lo fragmentado y lo híbrido, donde las imágenes yuxtapuestas son forzadas a fusionarse", insiste la galería. Bajo estos preceptos, el artista sevillano se pasea por la iconografía mediática con la que ha crecido: el cómic, la ilustración, la publicidad, el diseño, la fotografía y la televisión; recreando una escenografía propia y reconcentrada a través de un cuidado proceso de reconstrucción.