Lo bueno de lo feo y lo malo. Matías Sanchez

Matías Sanchez

Lo primero que llama la atención de las pinturas de Matías Sánchez es su violencia. Eso es demasiado simple. Vuelvo a empezar: Lo primero que llama la atención de las pinturas de Matías Sánchez es su sentido del humor, o mejor, el sentido de su humor. Y sí, es un humor que podríamos considerar violento, pero sólo si olvidamos que un componente esencial de la risa es precisamente la violencia. Es algo que parece que tuviéramos que olvidar en estos tiempos de televisión ligera y humor-para-todos. También es algo que tenemos que recordar los que somos aficionados a Los Simpson y a otras series en que el sarcasmo, la ironía brutal y la risa tienden a romper las cosas que se suponen intocables.

Intocable, o inalterable parece una sociedad en la que nada se puede hacer con la corrupción (empieza a haber algunos intentos), la basura del corazón y del fútbol, en entretenimiento a todas horas. Televisión y prensa para pasar el rato hasta que llegue la muerte: una droga que ayuda a esperar. Cambio de metáfora: los telediarios, el corazón, el fútbol y la corrupción forman una telaraña en la que se supone que debemos interpretar el papel de mosca. Matías Sánchez ha visto a la araña y ha vuelto para contárnoslo.

Lo grotesco, la risa violenta, lo deforme, lo feo que provoca burla y también por su fealdad agrede: Carnaval. Lo carnavalesco ha sobrevivido hasta nuestros días no en el carnaval (tan bien organizado por las autoridades), sino en el graffiti, en los cómics, en el rap, en los dibujos animados: en lo que podríamos llamar la cultura neo-popular. La cultura popular es considerada por los jefes del gusto como algo feo y mal hecho, malo, incompleto. Provoca repulsión, desconfianza y desdén hasta que se la domestica y deja, de hecho de ser lo que era: de ser popular. Entonces pasa a formar parte de las fiestas organizadas y otros festivales pagados con dinero público.

Sin embargo, toda esa energía e imaginación no dejan de encontrar cauces de expresión. Son formas de la rebeldía y el descreimiento de los discursos oficiales. La mosca que no ha caído aún en la tela de araña. En tiempos de desterritorialización por causa de la carestía del metro cuadrado, hay un aumento en los graffitis. Si no se puede ocupar suelo, se ocupan los muros. Es una operación poética. Si lo poético es lo que nos pone en relación con el mundo con una visión nueva, si es lo que nos re-liga, re-enlaza al mundo y nos vuelve a poner en diálogo con él, no se puede negar que lo verdaderamente popular tiende a lo poético. Y esa es precisamente la energía que nutre las pinturas de Matías Sánchez.

Traduzco y cito a Nicolas Bourriaud:

"La forma artística surge de una negociación con lo inteligible, que nos es legado. A través de ella[de la negociación], el artista se embarca en un diálogo. La práctica artística, por tanto, reside en la invención de relaciones entre formas de conciencia. Cada obra en particular es una propuesta de vivir en un mundo compartido, y la obra de cada artista es un montón de relaciones con el mundo, que dan pie a otras relaciones, y así sucesivamente, ad infinitum. "

Matías Sánchez ha decidido relacionarse con el mundo del ruido provocado por los medios de comunicación. Así, con la brutalidad de su humor, nos invita a producir información a partir de ese ruido. Una de las primeras informaciones, entonces, sería la conciencia de que nos estamos dejando timar. En cualquier muro de cualquiera de nuestras ciudades podría aparecer esta leyenda: “Nos estamos dejando timar”. Sánchez, graffitero sobre lienzo, la escenifica, dejándola también abierta a un diálogo continuado. Un diálogo en el que los participantes han acordado decir lo que en realidad piensan: un diálogo brutal, como si nos hubiéramos ido a vivir a un pueblo en el que nadie miente, ni siquiera por cortesía.

Si pensamos, como tiendo a pensar yo, que la vida en España nunca ha llegado a ser verdaderamente urbana, sino que es una forma enloquecida de la vida de pueblo, no cuesta nada afirmar que Sánchez es un pintor de pueblo implacable. Sólo falta que los demás dejemos también de mentir. Aunque sea por cortesía.


extraido de:

Paseante extranjero
Un blog de Roger Colom

http://paseantextranjero.com

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