I love la Pintura. Ramón David Morales

Invitación Ramón David. I love la Pintura

Texto_J.M. Pereñíguez. Sevilla, Mayo de 2002Image 

Ramón David en la Selva de la Pintura.
Para algunas personas, la amplitud del horizonte se ciñe a las medidas de su parcela. Conocerla, trabajarla, conocer su profundidad , su rendimiento es hacerse una idea del mundo. Saber que están dentro de sus límites les consuela. Ramón también conoce a fondo su parcela. Dio con ella o se la asignaron hace tiempo. Al principio era una selva amenazante de datos, nombres, fechas, títulos… hierbas raras que solo algunos conocían. Ese territorio fabuloso y vasto le confundía con artimañas sutiles que tuvo que sortear, con matices y reflejos que pronto supo distinguir. Con los aperos de su chispa y su buen sentido aprendió a llamar a las cosas por su nombre. Y la parcela de la pintura , que es la de Ramón empezó a rendir tranquila pero abundantemente.

    Para algunas personas su destino y su parcela tal vez sean la misma cosa, pero para Ramón el juego es más complicado y también más rico. Lo que su obra nos enseña se identifica fácilmente con su vida a poco que uno la conozca: los amigos, vestidos con el traje de faena, los artistas que admira con una mezcla de devoción, fascinación y guasa, las imágenes que se le pegan a la memoria. Todo ello se entreteje en su jornada, cuando trabaja o cuando charlas con él produciendo efectos sorprendentes: el artista más encumbrado o inaccesible puede ser tratado con la familiaridad de un colega, el amigo más cercano puede aparecer de pronto investido con la dignidad y el aura de un chamán que todo lo puede. Las anécdotas y las bromas (de obra y de palabra) se suceden con toda naturalidad, entremezcladas y asociadas a esos nombres que para otros solo son materia de estudio o de veneración .

   I love la Pintura. Ramón David Morales Es por esa forma festiva que tiene de saber y de mirar por lo que no soy capaz de decir si la pintura de Ramón trata de la pintura o de su vida, si es realmente ( por emplear una palabra de 100 euros) metapintura o solo pintura viva. Si, lo sé, están todos los homenajes y las deudas pagadas , toda esa ristra de imágenes ( el traje de Beuys, el cuadrado de Malevich, la "merda" de Manzoni, los neones de Dan Flavin, la fuente de Bruce Nauman…) que ha heredado, degustado , disfrutado y digerido en largas horas de biblioteca, ya que Ramón , como otros muchos tiene que contentarse casi siempre con conocer el arte "por los papeles". Pero hay algo que escapa del frío bisturí del erudito, que va más allá de la cita pedante y lustrosa. Hay una identificación visceral. Y cuando digo "visceral" no aludo a una frase hecha, ni me refiero solamente a esa pose gamberra que adoptan algunas de sus imágenes. Hablo de una clase de sabiduría. Una sabiduría de la materia viva (por eso es visceral) , que conoce cada paso y luego los lee de corrido.

   I love la Pintura. Ramón David Morales Y es que Ramón ha sido paciente. Ha recorrido un ciclo entero para darse cuenta de que cuando el lenguaje parece forzarse hasta el límite, cuando el gesto es tan radical que parecía no contemplar la posibilidad de una respuesta, en realidad nos están proponiendo un comienzo. Por eso desconfía de los discursos agoreros finamente labrados por especialistas en arte, sobre todo en el de dar gato por liebre. El se planta frente a las obras, las mira a los ojos y así sabe que las cosas "muertas" que el hombre hace (como la pintura y el arte), no progresan o se agotan sino que dan vueltas acompasadas al mismo ciclo por el que las cosas "vivas" se crean y recrean continuamente. Es así como la " mierda de artista" pasa de materia inerte a sustancia activa y se revela como un material de insospechadas posibilidades pictóricas, mientras la "muerte de la pintura" (representada como una vanitas al modo barroco, pero con una camiseta by Malevich) se abandona a un acto de masturbación necrófila, exprimiendo todo el jugo seminal que aún conserva.

    Sólo queda ya que nos acerquemos a sus cuadros. Es un ejercicio agradable, por que los cuadros de Ramón sienten un gran respeto por quien los mira. Son de buen trato, claros como el agua y nunca se hacen los duros. Si además aguzamos los sentidos, en el fondo oiremos un murmullo, como la voz que habla en las viejas fábulas. Es la risa legendaria y contagiosa de Ramón que, desprovista de mensajes arrogantes, humilde y sabia, se ríe con nosotros y parece decir. "¿Como que todo ha terminado?, ¡Todo está empezando!".

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