CONSIDERACIONES DISCONTINUAS SOBRE LA OBRA DE RORRO BERJANO

Rorro Berjano

El hecho de ver una obra de arte, de observarla con atención haciendo el esfuerzo de descubrir los distintos caminos que nos propone el autor, se convierte habitualmente en un ejercicio de reflexión, de búsqueda de aquellas claves que nos permiten hacer una lectura satisfactoria de la obra. Es igualmente apasionante descubrir los elementos de la composición que constituyen espacialmente la obra, mucho más cuando ésta no discurre por un plano único y sobre todo si estos materiales proceden de otras culturas, otras visones ya de por si híbridas. Este ejercicio del que hablo es un proceso que va de lo sensitivo a lo intelectual y pasa por descubrir los elementos de la narración, formas, composición, oposición entre las partes, disposición de éstas sobre un fondo que a veces solo actúa de telón y que en otras se convierte en cañamazo. Es un proceso que lleva implícito el aprecio de los valores que en si encierra toda obra de arte. Interesarnos sobre el asunto y el tema, la representación y el significado. Este fondo del que hablo puede producir también el efecto de espejo en una habitación vacía. Un espejo en el que se van reflejando distintos objetos o composiciones que el autor va disponiendo, como lo puede hacer un director de escena. En la habitación del espejo hay paredes, esquinas, estanterías, muebles, objetos. Son elementos individuales que ocupan, y a su vez disponen, un espacio capaz de albergar otros elementos que vendrán de fuera y que, como los anteriores, forman parte de la vida del autor y de la situación que le rodea habitualmente o en la que él o ella se quiere sumergir. Elementos físicos, pero también psíquicos, culturales y místicos. Cuando el espejo está situado frente a una ventana recoge el reflejo del exterior, del mundo real, los acontecimientos que cotidianamente pueblan las calles, los mercados, las plazas. También podríamos decir que hace la función de voyeur, de observador interesado en descubrir y contar la realidad. Las imágenes que se reflejan en él no lo hacen de una manera indiscriminada sino colocándose “ordenadamente” sobre los muebles, en las estanterías, en los rincones, colgándose del techo… Cada elemento ocupa su lugar, da cuenta de si mismo y a la vez contribuye a la historia general. Una vez compuesta la escena hay objetos –reflejos- que distorsionan, que resaltan demasiado, y es necesario eliminar o simplemente desaparecen pasando a un segundo o tercer plano en el que solo para una mirada atenta son perceptibles. Esto cosiste muchas veces en una suerte de palimpsesto, de acumulación, a su vez reflejo de la sociedad de la información, de la saturación o el éxtasis de la información en la que la posmodernidad tiene mucho que decir, según lo analiza Baudrillard. El resultado final es una habitación en la que se han ido colocando una serie de objetos, que son otras tantas llamadas de atención sobre asuntos particulares. De esta manera realiza su trabajo Rorro Berjano, interesado habitualmente en elaborar narraciones de la cotidianeidad, en un mundo necesitado más que nunca de fabulación y en el que abundan los vendedores de jarabes “curalotodo”. Al ver esta obra tengo la sensación de que sus cuadros son como ese espejo del que hablo, donde se reflejan las vivencias y los sucesos del barrio, de la ciudad, de su entorno cotidiano poblado de noticias y que éstas, convertidas en imágenes, se alojan progresivamente en la habitación reflejada: objetos, retratos, figuras, mensajes…, fondos de los que surgen una especie de extrañas grafías que componen una curiosa danza de luces y formas. Son “garabatos” más sensoriales que intelectuales pero que se destacaban del fondo dotándolo a la vez de espacio y personalidad propia. La mayoría de estas narraciones proceden de sus estancias en La Habana, en donde se mezcló entre las líneas de la narración híbrida, mestiza y delirante de lo cubano, como hecho histórico, cultural y religioso. Los mensajes de esta obra, son los mensajes de la calle, de la bahía, de las casas de santeros. La acumulación de iconos de estos cuadros es la acumulación de los altares caseros. El fondo es cuadro, pero también es trama. Está compuesto, acabado y en él las masas se compensan y las luces están perfectamente estudiadas. Es un fondo que se deja ver en alguna de sus obras y en otras queda absolutamente oculto por una superabundancia de elementos que encuentran un sitio donde alojarse de una manera natural, sin estridencias, aunque para una mentalidad occidental, que todo lo quiere ordenar, encasillar, explicar sea una acumulación estridente. Otras veces el fondo se hace plano, cuando el graffiti lo hace pared. Así, en el cuadro se van alojando pequeñas historias, aparentemente sin orden ni concierto, impulsadas por esta pintura expandida de Berjano, que forman una unidad y que se entrelazan con las demás. Algunas de ellas serán protagonistas finales, otras quedarán ocultas y apenas serán perceptibles. Forman una suerte de gran panóptico con viñetas a través de las que podemos seguir la narración, una narración no lineal o continua sino con saltos, pero perfectamente hilada. Como decía antes, sobre el fondo se alojan las figuras de tal manera que se van creando en la obra sucesivos planos que van levantando el espacio hasta que la escena central acabe por crear una sensación de tridimensionalidad en la que se reflejan las figuras, dando la sensación de profundidad, creando un artificio, una ilusión espacial, solamente rota por la introducción de objetos –objetos que son pequeños fetiches-, que al romper el plano, rompen también la superficie dura del espejo. Estos objetos proceden muchas veces del reciclado, como ocurre muchas veces con la obra de autores cubanos, que a falta de materiales, o ante la carestía de éstos, recurren a lo que tienen más a mano para crear su obra, de tal manera que el material se convierte en mensaje (para aquellos que lo puedan entender). Estos elementos conforman la obra con una suerte de “horror vacui” muy del gusto Barroco andaluz, aunque con una narración discontinua y mucho más cercana a las habitaciones de los santeros o a las capillas de exvotos, en las que se acumulan toda clase de objetos que, descontextualizados, cobran un nuevo poder taumatúrgico, entre mágico y terrible y que Rorro Berjano conoce muy bien por su vivencia y estudio pormenorizado de la realidad cubana. Este trabajo es un ejercicio de la pintura que lo sitúa justo en los límites de ésta. Es la obra de arte como palimpsesto de la sociedad, la superposición de capas o niveles como acumulación de narraciones, de mensajes, de tal manera que unos nos impiden leer otros. Es una metáfora de la sociedad de la comunicación y de la tecnología, o al menos puede ser entendida así, ya que en multitud de ocasiones la pintura –el arte en general- al ser una re-creación de la sociedad, de la realidad, también funciona como metáfora de ésta. Hoy día todo parece estar contaminado y las disciplinas quieren seguir existiendo a toda costa, “se enfrentan al difícil entrelazamiento de un campo cada vez más extenso, disperso y diseminado. La pintura se ha expandido en otras direcciones y la escultura se ha convertido en un campo polisémico” (Fernando Sinaga). En este sentido el trabajo de Berjano –y el de otros- responde a esta “necesidad” de supervivencia e hibridación de los géneros, a la cita, a la metáfora, a la “revisitación” de lugares comunes. Como decía al principio hablando del arte en general, es importante analizar los mensajes de la pintura de Rorro Berjano, una pintura que, muchas veces, a fuerza de superponer capas –lecturas, realidades- actúa como verdadera pintura expandida como ya ha comentado, rompiendo los límites de la obra, también en lo material, y constituyéndose en pieza tridimensional, mezclando objetos cotidianos, convirtiéndolos en objetos de santeros y a la obra en altar; narraciones y símbolos contaminados, intencionadamente contaminados. Hay en su lenguaje una apropiación consciente de narraciones y metalenguajes de la ciudad contemporánea, una estética cercana al cómic urbano y al graffiti undeground, a través del cual envía mensajes, aunque a priori no se plantee la obra como una denuncia de ningún tipo. Para él, “con este trabajo, no quiero criticar ni luchar por solucionar problemáticas sociales ni de estado, ni tampoco quiero apoyar la situación de este país, es simplemente la visión, relativamente objetiva, de lo que yo he vivido en mi paso por este país, una visión muy personal”. La acumulación, el palimpsesto y la apropiación es lo más significativo de su lenguaje y, por supuesto, su forma de leer la realidad.

Juan-Ramón Barbancho

Texto extraido de: http://www.rorroberjano.es

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