José Miguel Pereñiguez. EL ETERNO DEVENIR

Obras de Zurbarán (izq.) y José Miguel Pereñiguez (derch)

Si bien es cierto que en el Barroco el artista intentaba conmocionar al espectador recurriendo a ciertas representaciones desmesuradamente expresivas y realistas, aunque también idealizadas, a través del buen uso de la luz y composiciones abiertas; también buscaba representar un dinamismo y una teatralidad que hablaran sobre la fugacidad del tiempo, de lo pasajera que puede llegar a ser cualquier pose y de la inexorabilidad del cambio permanente al que estamos abocados. De esta manera y bajo esta última apreciación sobre el estilo barroco, deberíamos contemplar la obra de José Miguel Pereñíguez, (Sevilla 1977). Como dato irrefutable de ello, el 12 de Enero del presente año, tuvimos la oportunidad de poder presenciar en una muestra expositiva [1] su última serie de dibujos titulada La obra en negro, cuyas piezas elaboradas, todas ellas con carbón y lápiz conté sobre cartón gris, discurrían sobre este asunto. Así en el catálogo de dicha exposición, el mismo autor redacta un texto bastante hermético del que hemos substraído un párrafo que explicita y viene a colación: Traté de imaginar los objetos y las situaciones o escenas que a partir de ellos pueden crearse, no como el producto estático de mi imaginación, sino como situaciones cambiantes, dinámicas, que ni empezaban, ni tenían por qué terminar en el momento que lograba apresar en el cuadro. Este momento, sin embargo no debía parecer nunca un instante, sino un estado de duración indefinida, un accidente eterno. […] los dibujos -“la obra en negro”- quisieran ser de la región media entre lo inmutable y lo que siempre cambia [1]. Estas obras, formalmente concisas, llegan a la síntesis gracias a un plan previo de actuación, es decir, que antes de ejecutarlas han sido elaboradas conceptualmente. Es por ello que cada elemento, ya sea de la índole que sea, está allí reivindicando su presencia y decir propios; un decir que es expresado a través de obras como: “el aliento”, “la trampa”, “ánima”, y otras obras “sin título” en las que por ejemplo: S/T-3, una vela se derrite y mancha la negrura del fondo, S/T-1, un haz de luz incide sobre el empeine de un pie desnudo a modo de estigma, o S/T-5, la tensión del equilibrio de una sábana blanca inmaculada sobre lo alto de una percha de alambre.Podría decirse que su acentuado carácter tenebrista y enigmático, absolutamente polisémico es conseguido no copiando la forma natural de los objetos a través de la observación que nos ofrece la realidad, sino que es desde la memoria donde logra discriminar lo pertinente de la ornamentación y propia de muchas imágenes barrocas.

El dibujo de J. M. Pereñíguez es de trazo firme y pulcro, como lo fue también el de Francisco de Zurbarán (Fuente de Cantos, Extremadura, 1598-1664). Ambos consiguen a través del dibujo y de la luz, un efecto volumétrico que roza lo tridimensional. Salvando las distancias y haciéndonos cargo de lo que supone una etapa de la historia y otra, podemos afirmar que sus visiones plásticas se aproximan al misticismo que exhalan. De trazos firmes y nítidos, uno disfruta también acercando la nariz donde el artista posó su huella, para cerciorarse de que aquello está hecho a mano y no a máquina. [2]

Felipe Ortega-Regalado

 


[1] Galería sevillana de arte Birimbao.

[1] Catálogo de exposición, José Miguel Pereñíguez, La obra en negro (Ed. Junta de Andalucía-Galería Birimbao), Sevilla, 2007.

[2] VV.AA. El bosque Barroco: desconocido y novedoso. Pervivencias barrocas en la pintura andaluza contemporánea. Congreso Internacional conmemorativo del I Centenario del Laboratorio de Arte, Universidad de Sevilla, 12 – 15 de noviembre de 2007. [Sevilla]: Dpto. de Historia del Arte. Actas pendientes de su publicación. 

 

 

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